Un amor, dos destinos (2005)


An Unfinished LifeAn Unfinished Life
Dir. Lasse Hallström | 107 min. | EE.UU.

Intérpretes:
Robert Redford (Einar Gilkyson)
Jennifer Lopez (Jean Gilkyson)
Morgan Freeman (Mitch Bradley)
Josh Lucas (Crane Curtis)
Becca Gardner (Griff Gilkyson)
Camryn Manheim (Nina)

Estreno en Perú: 8 de junio de 2006

El sueco Hallström nos entrega aquí una nueva historia de horizontes extraviados dentro de la cotidianeidad de la inmensa Norteamérica. En sus películas siempre esta presente la vocación por presentar crónicas narradas claramente pero siempre manteniéndose en la medianía sin querer apostar por un más allá (como si se tratara de sus propios personajes). Pugnando para obtener alguna especie de favoritismo en premiaciones como los Golden Globes o los premios de la Academia. Al menos cuando se acerca a los retratos y anécdotas mínimas y provincianas ha sido certero y cuidadoso. Pero estos casos han sido los menos, comparados a sus intentos dentro de los géneros definidos como la comedia (la última de ellas su divertimento sobre Casanova). Al menos esta otra se acerca en algo a las primeras, en intenciones.

An Unfinished Life

La historia que seguiremos es la de Jean (López), una madre soltera zarandeada por el más reciente ‘bueno para nada’ que encuentra su camino como último recurso. Destino del cual no le quedará otra que huir llevándose consigo a su pequeña Griff. Y el rumbo que seguirán por la despejada carretera será la de un inevitable y muy postergado reencuentro con el pasado, con una vida y una cuenta inconclusa. La del viejo y amargado Einar (Redford siempre sobrio) el abuelo de la pequeña, quien le guarda un enorme rencor a Jean por la dolorosa y repentina muerte de su hijo, a cuya tumba acude religiosamente todo los dias. Heridas no cicatrizadas y más que infectadas de las que brotará el inevitable conflicto. En este plot central es el que se intenta sustentar la película aunque resulta inferior a otro aspecto que surge como línea secundaria.

Esta es una historia más que todo de superación (fiel al cómodo estilo de Hallström). En realidad casi todo, tanto argumentalmente como en su tratamiento, es más que predecible a los primeros minutos y especialmente a partir del reencuentro lleno de hosquedad e incomprensión. La distancia entre Einar y Jean rápidamente será reducida por la pequeña embajadora de las buenas intenciones.

An Unfinished LifePero la película logra distanciarse en algo a la rutina gracias a un personaje preciso: Mitch (Freeman), el amigo discapacitado de Einar al cual este cuida como esmero y también con cierta sensación de culpabilidad. El viejo Mitch fue atacado por un oso mucho tiempo atrás, el cual será capturado casi al mismo tiempo en que regresan los símbolos del pesar de Einar en la figura de Jean. Fantasmas de un doloroso pasado a los cuales Mitch llevará de la mano a su amigo para tratar de comprender y resolver de alguna manera su profundo pesar.

No hay mucho fuera de ello que aleje a la cinta del manual de película para cable, Así no falta el regreso del bravucón de turno, para lo cual la despampanante J.Lo ya se habrá conseguido un guardián defensor (de la manera que se imaginan). En fin, todo lo que manda la sobremesa de Hallstrom (y de muchos otros) casi siempre. Especialmente el final que parece sacado de uno de los más terribles bodrios de la López titulado Enough.

Pero el acercamiento a esa vida apagada por el desencanto llega a ser por momentos efectiva de la mano de ese par de veteranos talentos que son Redford y Freeman, capaces de hacer creíble este cuadro de vida como dos cansinos compañeros de alguna aventura del western. Son los momentos (lastimosamente breves) en los que se encuentran solos en silencio o compartiendo, que la cinta se torna una lejana referencia a tantas criaturas de las fantasías westerianas (especialmente las de Eastwood). Destilan toda una sabiduría separada de toda la ñoñez y terreno trillado que los rodea. Con el inmenso oso forman un trío de freaks dentro de este proyecto que en cierta manera era mucho más jugoso pero que su director se dedica solo a convertir en otro osacarizable más.

Jorge Esponda

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