Amor sin escalas (2009)


Luego de varios meses de que el desempleo se convirtiera en el tema más importante para el ciudadano norteamericano común y corriente, aparece una película de gran convocatoria al respecto, o al menos eso es lo que revela una de sus aristas. Pero Amor sin escalas (Up in the Air) es algo más interesante que solo una mirada machacona a la crisis. Como bien remarca el título, se trata de una especie de intento de sobrevuelo, de viaje distanciado y de aprovechamiento por encima de esas circunstancias. Inspirado libremente en un relato de Walter Kirn, el canadiense Jason Reitman nos presenta su mejor película hasta la fecha, la que conjuga lo más rescatable de sus empeños previos. Resumen de ello es la vida al vuelo del exitoso Ryan Bingham transitando por la crónica ácida pero que va decantándose más bien hacia la incertidumbre sobre la posible llegada del desembarco final.

A diferencia de otros negocios dudosos, el de Mr. Bingham, ese adorado cliente de American Airlines y la cadena Hilton, es uno que saca provecho legalizado de la recesión. Su tarea consiste amortiguar lo mejor que pueda la caída moral y de los planes de vida de cuanto empleado es incluido en las extensas listas de despido que las corporaciones se ven obligadas a efectuar a escalas nunca antes vistas. La película se dedica a presentarnos lo que existe detrás de ese personaje que esos muchos desconcertados profesionales verán solo una vez en sus vidas. Es interesante entonces el planteamiento de la cinta a partir de esa suerte de estrella que aparece como villano, pero se vende como manager de autoayuda. El muy seguro de sí mismo, otorgador de una pesadilla pero a la vez de las alternativas, posible o falsas, que romperán con la muy recurrente idea primermundista del plan de vida garantizado.

La película es muy lograda al menos hasta la primera hora, ahí donde Bingham, a veces narrando en primera persona, nos permite seguirlo como en un reality show propio, por toda esa contradictoria rutina. Por un lado sus interminables travesías parecen pintar el empleo de ensueño: viaje, hoteles de lujo, aventuras al paso. Pero desde un inicio la sombra irónica asoma a su alrededor como sucedía también con el vocero de las empresas tabacaleras Nick Naylor en Gracias por fumar. Como aquel, Bingham se convierte en ese auto convencido y carismático triunfador que, al igual que sus “víctimas”, era sorprendido por un giro que lo hacía caer en cuenta de las no pocas miserias de ese círculo vicioso en el que se encontraba sumergido. Claro que lo atractivo de ambas cintas, mejor desarrollado en la más reciente, es que ello no daba lugar a una mirada turbia sino más bien a una muy cercana a esa familiaridad o calidez que Reitman rescata como atento observador de la comedia dramática clásica, de la que se ha convertido en un digno continuador.

Por supuesto, gran parte del resultado recae en la actuación de George Clooney, que asimila muy bien la idea y se transforma en esa elegante parodia con no pocas referencias a su propia imagen pública. En el tour que comprende gran parte de la cinta, el protagonista tendrá como catalizadores de sus negadas dudas a Natalie y Alex. La primera cumple el rol de desbaratar sus certezas profesionales, mientras que la segunda (Vera Farmiga que cumple la mejor actuación de la película) será la que haga lo propio con las sentimentales. En ese intercambio es donde se concentran todas las virtudes de la película, recargada y aligerada a la vez en esa alternancia entre los tensos momentos de su sucia labor, con los que los pintan como personajes en fuga, imperfectos, y en busca de huir del stress o de la despersonalización que se anuncia con la instalación de sistemas como el de esos despidos online. Al respecto, la secuencia con el envejecido señor Samuels, debe ser la mejor de la película.

Los pasivos llegan cuando Reitman es ganado nuevamente por esos acercamientos demasiado obvios acerca de los valores que era incapaz de ver Bingham en las alturas, cuando llegan los reencuentros con la vida familiar y sencilla de su hogar inicial y provinciano, esos con los que la efectiva pero sobrevalorada Juno se ganó a las audiencias masivas. Momentos que a su vez preparan la moraleja mayor, la que reza sobre la esperanza que se cernirá siempre sobre el buen estadounidense, capaz de superar los peores trances porque cuenta con lo mejor que otorga la vida. Consigna que desde luego relega a nuestro extraño héroe a su posición de lujos artificiales. Fuera de convencionalismo y evidencias, resulta mejor quedarse con una imagen más conseguida que esa: la de Bingham asumiendo misteriosamente su papel de vitalicio dios o juez. Tal vez no sea la decisión con la que uno se atrevería a concluir después de tantas buenas intensiones esparcidas en la parte más floja de la cinta, y por ello vale el intento. Be yourself como canta con precisión Graham Nash sobre el final.

Up in the Air. Dir. Jason Reitman | 108 min. | EE.UU.

Intérpretes: George Clooney (Ryan Bingham), Vera Farmiga (Alex), Anna Kendrick (Natalie Keener), Jason Bateman (Craig Gregory), Danny McBride (Jim), Melanie Lynskey (Julie Bingham), Amy Morton (Kara Bingham), Sam Elliott (Maynard Finch), J.K. Simmons (Bob), Zach Galifianakis (Steve), Chris Lowell (Kevin).

Guión: Jason Reitman y Sheldon Turner; basado en la novela de Walter Kirn.

Estreno en Perú: 21 de enero de 2010

Estreno en España: 22 de enero de 2010

Archivado en:


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *