Días de Santiago no es influencia de la ayacuchana Secuelas del terror sino su plantilla. Pareciera la segunda la adaptación andina de la ópera prima de Josué Méndez, y no es halago. Juan Camborda, su director, pretende marcar distancias con el solo cambio de contexto, sin embargo, los guiños calcados no permiten eludir la evidente referencia. En este caso, el marginal protagonista (Dragón) ya no regresa del Cenepa, como Santiago, sino de desbaratar la Lucha Armada de Sendero Luminoso. Los primeros minutos reforzarán las igualdades.
Los problemas de Dragón para reinsertarse a la sociedad huamanguina post terrorismo representan el conflicto primario de la película aunque no el único. El protagonista encuentra a su regreso una ciudad diametralmente distinta a la de los ochentas, cuando combatió como comando. Ahora, el otrora seno de Sendero vive la noche con centros comerciales y calles transitadas con la seguridad que confiere la paz. Los residuos del terror han migrado al VRAE, llevándose consigo el luto de los deudos.
Dragón, confundido en ese desconocido ambiente urbanístico y de constante distracción, agrava su paranoia: simula un campo de batalla a su alrededor, donde cualquiera es víctima latente de su compulsión destructiva. El aturdido ex comando trastorna a un sigiloso asesino, motivado por el miedo a un rebrote terrorista, no obstante, tras cada asesinato va degenerando a un burdo matón que solo busca salvar el pellejo. Así, el thriller psicológico calcado de Méndez transfigura a una explotation sanguinolenta con humor negro involuntario.
Como lo declarara Camborda, el personaje de Dragón se inspira en el Rambo de First Blood (1982) y el Travis de Taxi Driver (1976), de los que apenas hereda el gesto único y la violencia para hacer tratos. Más bien, pareciera un émulo de algún protagonista de una crónica policial de la prensa amarillista o de los desgraciados que los noticieros matutinos se esfuerzan por hacer notar.
Pasada la mitad del filme, desestimando a la coherencia y al sentido común, la película varía a un policial en el que la prensa juega al detective y el ex comando al ratón. La sencilla aunque reflexiva premisa inicial se enmaraña con componentes de género que pretenden hacer de la babélica psicología de Dragón un pretexto para desatar el caos. Sin embargo, por su vulgar aplicación, resultan injertos tergiversadores de cualquier estilo por más ecléctico que se presuma.
Aunque quiera, Secuelas del terror no es un híbrido sino una quimera. Los dilemas y arrebatos de Dragón se difuminan en la pretensión del director ayacuchano por sancochar varios sabores de comprobado gusto cinéfilo, desatendiendo la sutileza necesaria para hacerlos fusión y no sietecolores. Reconstruirla en la memoria cuesta trabajo, pues no es fácil rejuntar los incompatibles patrones que la componen sin retar ciertas convenciones.
Pasados los 90 minutos de su duración, queda olvidada la reflexión de los rezagos de la guerra civil que la motivó a grabarse. Tanto vaivén confuso la alteró hasta el abigarramiento. Cómo disfrutarla, pues.
Dir. Juan Camborda | 90 min. | Perú
Intérpretes: Jhonny Ballasco (Dragón), Héctor Oré (Periodista), Sary Medina (Patrona), Mónica Medina (Reportera), Norma Guerreros (Hija de la Patrona).
Estreno: Octubre de 2010
Deja una respuesta