Lo que puedo decir de La demora, de Rodrigo Plá, es que no voy a demorarme mucho en destacar que se demora demasiado y se aletarga sin excusas, cayendo en bucles narrativos que tropiezan entre ellos (sobre todo hacia la primera mitad de la historia). Sin embargo, también prometo no demorarme sino lo suficiente para señalar lo más destacable (al menos de La demora que vi yo): la edición del sonido y la comprometida actuación de la protagonista en el papel de María.
Lo primero es absolutamente difícil de pasar desapercibido, tanto en interiores y exteriores. Más aún en un filme donde el soundtrack es la voz de lo cotidiano (motores de carros, la lluvia, bocinazos, el agua en la ducha, los portazos), pero ya no la queremos escuchar. Se puede decir que la intensidad de los silencios hace equilibrio (y no se cae) en el buen trabajo de edición. El sonido casi se podía coger con las manos.
Y lo segundo, la soberbia y natural interpretación de Roxana Blanco en esa ama de casa. Una mujer que ya sólo es madre (incluso de su papá), apabullada hasta el cansancio por sostener con dignidad un hogar de tres hijos y un anciano con Alzheimer (ya van dos en el Festival, La separación) trabajando de costurera sin beneficios en una fábrica de Montevideo. La realidad de la historia nunca pudo ser más real que en el rostro y en las manera de María.
La historia: madre necesitada y sin marido debe elegir si continúa estancada por un padre anciano o enfermo o entregarlo a un hospicio. ¿Será que el cine uruguayo se resiste a abandonar la forma estética de los Rebella/Stoll? (es decir, avanzo y continúo pero dudando y mejor me detengo a esperar a ver qué hacen las cosas por sí solas). El pesimismo y la carencia es el mejor lugar para brillar a escondidas y un paraíso (otras veces, un infierno) de oportunidades. Me dije que ésta era otra película donde había que estar atento a lo que ocurre cuando no pasa nada (25 Watts, Whisky, La perrera). Pero no. Al menos en La demora pasa algo. Y justamente ese «algo» demora demasiado en suceder.
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