Cannes 2014: «The Salt of the Earth» de Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado, la gente buena

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Pospongamos el contenido y analicemos los márgenes de esta foto:

Fotografía de Sebastián Salgado.

Pertenece a alguna colección de Sebastián Salgado de las muchas que ha armado en su carrera por África. Para tomarla, evidentemente, Salgado ha ido al lugar, probablemente de una hambruna o una movilización forzada, la sacó, ha regresado y la publicó. Luego tal vez haya hecho una muestra, haya vendido un catálogo y quizá haya recibido un premio, por las cualidades de la exposición, por el humanitarismo, por la combinación de elementos que se premian en el fotoperiodismo las cuales no vienen al caso y desconozco. Pero reconozco una cosificación cuando la veo.

Se me dirá, es una consecuencia menor. Cedamos en ese punto por un instante y volvamos al contenido: un niño, que se posicionará como que puede ser cualquier niño de esta región, en ese determinado momento, anda seriamente desnutrido y el resto no es que ande mejor. Entonces se dirá: como es necesaria la ayuda es prudente la espectacularización del hecho, es más, se vuelve un requisito inherente porque el impacto, teóricamente, hará que el pesar sea tratado con mayor urgencia. Y si luego el fotógrafo es reconocido por la obra, y ello implique tener suficiente dinero para vivir mucho mejor que quienes sirvieron de plataforma de esa fama pues al menos se podrá decir que intentó ayudar. Que es mejor que alguien, por ejemplo como yo, que se dedica a despotricar del trabajo humanitario.

Y tal vez tengan razón en mucho, pero no en que lo que hace es humanitario. Es trabajo, y cualquier tuerca del trabajo oculta la vibración de los problemas a los que esta foto refiere. El trabajo, y no el reportaje para efectos de este caso, mercantiliza cualquier acción, se vuelve la sombra de su capacidad de acción, y este es quizá uno de los más claros meollos de la miseria; y hay más para el fuego de la hoguera: uno puede evitar la fama a toda costa. Puede y en este caso debe, no por el simple capricho de mantener un ridículo discurso del bonachón místico, sino porque de no hacerlo, de no solo conformarse con el ayudar, o con el haber hecho un trabajo, uno mismo queda fetichizado y luego cualquier obra es pre digerida como un producto, pierde la prudencia de su necesidad, la amplitud de su vibración aurática, y queda relegada a un simple hecho más, que termina en un anaquel de una librería, en la pared del que puede pagar una copia llena de plusvalía y amor a la humanidad, y sobre todo se olvida que el combate es en todos los campos mientras lo vemos reducido a un banner ridículo de Done Ya, como le ocurre a cualquier cosa que el cantante y siempre nominado al Nobel de la Paz Bono haga.

'The Salt of the Earth', de Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado.

Espectacularizar curiosamente ha dado más fama al emisor que a lo que refiere. Y este proceso, que acá se hace con valores de exposición, composición y, valgan verdades, el coraje de entrar a zonas de conflicto bien resguardado por el capital de los comisionados que lo envían ahí, es duplicado en el documental Le sel de la terre / The Salt of the Earth sobre la vida del fotógrafo al que refiero, llevado a cabo por Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado, hijo del protagonista. Los recursos de la ampliación del recurso se hacen con entrevistas que le hacen a Salgado padre sobre fotografías que aparecen en plano, reforzado por algunas exploraciones a las que ha asistido con el hijo cineasta grabándolo, en un tronco discursivo que data la historia de sus trabajos por el mundo, y en una puesta que bien corresponde a los documentales informativos de National Geographic que jamás ha dudado en usar aquello que es lo más burdo y en este caso lo más bajo: música empática instrumental para reafirmar el dramatismo en las imágenes de Salgado. Aquel que no tenga problemas con esta cinta, tal vez, puede volver a su casa después de la función, conmovido quizá, llegar a la cama pensando en los problemas de la lejana África, de las remotas selvas de Ecuador donde también seguramente ha visto miseria e infelicidad, ayudar a la ONG que más le guste, y seguir jugando al bueno, sobre todo los fines de semana en sus ratos libres, o al inicio de cada mes.

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