Todavía tengo fresco el recuerdo del momento en que vi «Día de la Independencia» en el cine. Todo el mundo hablaba de esa película, y la expectativa que generó antes de su estreno era alucinante. Era la película de moda en julio de 1996. Escenas de ese filme, como la llegada de la nave espacial por entre las nubes de Nueva York o la nave cubriendo el cielo de Los Angeles y, tal vez, la parte más recordada, la destrucción de la Casa Blanca, se quedaron en la mente de todos, formando parte no solo del recuerdo cinemero, sino de la nostalgia de todos aquellos que fuimos a ver un espectáculo de más de dos horas.

A pesar de este alegre recuerdo, la crítica no fue para nada contemplativa con aquella película. La calificaron de inmadura, “un insulto para el público” o “un solo de juegos pirotécnicos”. Seamos honestos: nadie fue a ver una obra de arte, sino a pasar un par de horas de diversión pura llena de acción y aventura. Si estas frases fueron las más duras acerca de «Día de la Independencia», luego de haber visto su esperadísima segunda parte, Día de la Independencia: Contraataque, lo antes dicho resultaría ahora elogioso: esta debe ser la cinta más innecesaria (por no decir algo peor) que se ha visto de lo que va del año.

En primer lugar, creo que muy pocos esperaban que se realizara una secuela de esta película. ¿De qué iba a tratar si se realizara? Solo se me ocurren un par de opciones: Más destrucción y… una mayor destrucción. Mucho tiempo ha transcurrido desde que vimos ese gran espectáculo de 1996 y la mentalidad de la gente no es la misma. Ahora, un título como este solo evocará a la nostalgia, lo que debe haber motivado a uno de los ejecutivos de la Fox para que se realizará. El momento actual ya no pertenece a una cinta de ciencia ficción y aventuras como «Día de la Independencia», sino a otras temáticas, como los superhéroes que están en boca de todo el mundo.

Obviamente los productores habrán estado muy entusiasmados por hacer esa secuela, considerando además favorables resultados como el que tuvo Jurassic World, que sorprendió al convertirse en una de las películas más taquilleras del 2015, a pesar que su última aparición fue en el 2001. Pero no resultó lo mismo con ID4: solo recaudó 41 millones de dólares en su primer fin de semana, 80 millones menos que la primera película.

Lo más triste es que «Día de la Independencia: Contraataque» solo fue pensada para recaudar dinero, porque en lo que respecta a su historia, es de lo más pobre que he visto en los últimos tiempos. No existe nada que te conecte con algún elemento del filme. La esencia de la primer película se basó en presentar imágenes impactantes que se quedarían grabadas en la mente de todos, como la mencionada destrucción de la Casa Blanca o del Empire State, pero aquí no hay nada de eso.

La consigna fue “darle al público lo que quiere”, y eso se llama efectos especiales, que es lo único rescatable del filme. Es un espectáculo visual bien desarrollado y muy detallista, llama la atención de los ojos, pero no del cerebro, y eso sabe hacer muy bien Hollywood cuando tiene un producto defectuoso y trata de tapar su infinidad de vacíos con esta clase de trucos.

Tampoco se salvan de este fiasco los actores, tanto los que regresaron a la segunda parte como los nuevos rostros. De todos ellos el que personaje que más interés despierta, a pesar de la gran serie de errores, fue el de Bill Pullman, nuevamente como el Presidente Whitmore, quien siempre supo que los extraterrestres volverían a la Tierra con armas más violentas y que la humanidad no tendría ninguna chance contra ellos. El resto del reparto solo son figuras decorativas que no animan a tener ninguna afinidad con ellos. Como se hizo extrañar realmente la figura de Will Smith.

Día de la Independencia: Contraataque está destinada a ser una de las más olvidables secuelas de la historia (probablemente a fin de año solo la recordarán los encargados de los premios Razzies). Y para colmo de males, por lo que se puede deducir de la trama, dejan abierta la puerta para una tercera parte…