Nunca he sido muy fanático del personaje de Tarzán. Sí, disfruto de la película animada de Disney de los 90 (de hecho, es una de mis favoritas de la infancia) y tengo recuerdos de haber visto algunas escenas de las adaptaciones de acción viva en la televisión, pero en general no se trata de un personaje que haya seguido a lo largo de los años. Es por ello que, a pesar de tener un reparto atractivo y un director competente, fui a ver “La leyenda de Tarzán” con nulas expectativas.
Aún así, la película terminó sorprendiéndome. En una época en la que la mayoría de blockbusters se concentran en desarrollar universos interconectados, y en servir como preámbulo para secuelas y spin-offs, es refrescante ver una cinta como “La leyenda de Tarzán” que solo tiene un objetivo: presentar una historia en tres actos de la manera más interesante y visualmente impactante posible. Es cierto que se deja abierta la posibilidad de que se estrenen más películas de Tarzán, pero jamás se siente como una producción incompleta. En ese sentido, a pesar de tener sus fallas, es uno de los blockbusters más satisfactorios del año.
Un musculoso Alexander Skarsgard interpreta a Tarzán (alias John Clayton, visconde de Greystoke), y Margot Robbie a Jane. La película comienza con ambos viviendo una vida tranquila y civilizada en la ciudad, pero como deben suponer, dicha situación no dura mucho. Nuestros protagonistas se ven obligados a regresar al Congo junto con George Washington Williams (Samuel L. Jackson) para detener al maléfico Capitán Rom (Christoph Waltz), quien ha comenzado ha esclavizar a los nativos para cumplir los deseos del Rey de Leopoldo de Bélgica. Sin embargo, poco tiempo después de llegar, Jane es capturada, por lo que Tarzán tendrá que rescatarla y salvar al país de su infancia de la esclavitud.
Una de las características que más me llamó la atención de la película tiene mucho que ver con la dirección del británico David Yates (Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, 1 y 2). Muchos directores que comienzan con producciones pequeñas y terminan trabajando en blockbusters hollywoodenses no logran inyectarle un estilo propio a dichas películas millonarias (véanse Jurassic World, de Colin Trevorrow, o incluso Warcraft, de Duncan Jones). Yates, por otro lado, tiene una visión muy particular de la historia de Tarzán.
La cinta favorece planos largos y suaves del personaje colgándose de lianas y caminando por la selva. En los momentos más dramáticos o intensos, inserta planos macro o de detalle de manos, de miradas, de objetos importantes, para resaltar su importancia. Y favorece el uso de la cámara en mano y primeros planos de rostros con lentes angulares para resaltar su expresividad. Todas estas técnicas significarían poco si no estuviesen al servicio de la trama, pero felizmente aquí sí lo están. El estilo de Yates resalta los momentos más dramáticos o las situaciones más tensas en “La leyenda de Tarzán”, y le dan un estilo propio que la diferencia de películas más genéricas de grandes presupuestos.
De hecho, también me gustó mucho la manera en que utilizó diferentes técnicas para traer a la vida el Congo e incluso el Londres de fines de siglo 19. La selva se ve totalmente realista, esto se debe a que la cinta fue filmada tanto en locación como en estudios, combinando escenarios reales con los digitales para crear ambientes totalmente convincentes. Loa animales digitales, desde los gorilas hasta los tigres, se ven realmente bien. En ese sentido, se parece en algo a El libro de la selva, de Jon Favreau.
También aprecié el hecho de que el filme no esté obsesionado con la acción y las explosiones. Hay momentos de emoción y tensión (especialmente durante el clímax), pero “La leyenda de Tarzán” favorece la trama y la interacción entre personajes por sobre la pirotecnia o los balazos. Por momentos puede resultar algo lenta -especialmente para aquellos que no son fanáticos del personaje— pero no lo suficiente como para arruinar el ritmo general de la cinta.
Como Tarzán, Alexander Skarsgard da una actuación adecuada. Físicamente es imponente, pero siempre tiene la misma expresión de cachorro triste en el rostro. Por otro lado, Margot Robbie es excelente como Jane. Su acento americano es casi perfecto, y le otorga suficiente energía y valor como para que no se convierta en una damisela en peligro más del montón (aunque le dieron algunas líneas de diálogo bastante flojas). Christoph Waltz interpreta al villano como suele hacerlo en películas de este tipo. Samuel L. Jackson se roba cada escena en la que aparece. Su George Washington Williams es el mejor personaje del filme, sarcástico, valeroso y muy gracioso. Y Djimon Hounsou, tiene un rol pequeño pero importante; de hecho, protagoniza una de las escenas más emotivas de la cinta.
En comparación a John Carter, otra adaptación reciente de una historia de Edgar Rices Burroughs, “La leyenda de Tarzán” sale ganando (y eso que yo fui de los pocos en disfrutar la fallida película de Andrew Stanton). Esta es una película ágil, entretenida, intensa, visualmente espectacular y en general competentemente actuada. No tiene mayores ambiciones, por lo que si termina siendo una decepción financiera, no nos quedaremos con una “primera” entrega incompleta. Sin embargo, si Warner Bros. se anima a estrenar una secuela, tengan por seguro que seré de los primeros en ir a verla al cine.
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