Festival Transcinema 2017: «Did You Wonder Who Fired the Gun?», de Travis Wilkerson


Travis Wilkerson emprende un viaje personal con una sola motivación: averiguar los hechos que sucedieron aquel día en que su bisabuelo se vio envuelto en la muerte de un hombre. Sin embargo; lo que inicia como un cuestionamiento a su antepasado, se va abriendo al cuestionamiento histórico de su nación. Y es que para hablar de los antepasados, es preciso hablar de la historia de estos. Alabama, 1946. Tiempo y lugar de un racismo institucionalizado. El bisabuelo de Wilkerson había asesinado a un hombre negro, y nunca recibió pena por eso. La pesquisa a un hecho impune y soterrado, es solo un caso más dentro de la historia. Es natural pues que la ruta de «Did You Wonder Who Fired the Gun?» (2017) vaya revelando otros crímenes, casos comunes y también escindidos. Lo cierto es que por muy difuso que sea alguno, la fechoría es evidente.

Así como en «Matar a un ruiseñor» (1962), película a la que Wilkerson hace alusión, se aborda una injusticia colectiva indiscutible. No se precisan de pruebas cruciales para saber que el culpable siempre fue inocente. La diferencia es que en la realidad no existe ni si quiera juicio para la comunidad negra; mientras tanto, los blancos se salían con la suya. En el filme de Robert Mulligan vemos además a un padre amoldando la ética de sus descendientes; Wilkerson reprocha la ética de su antecesor. El director estadounidense juega el rol de detective, pero también el de abogado; uno objetivo. De pronto la palabra bisabuelo se deja de pronunciarse para solo convertirse en un nombre propio: el acusado que mancilló el honor de otros y el de su familia. Aquí no existe el tributo a los lazos de sangre, sino el tributo a las víctimas.

«Did You Wonder Who Fired the Gun?» escapa del uso de la fuente puntual y los comentarios academicistas propio de recientes películas que de igual forma abordan el tema del racismo. Este documental se desarrolla mediante una pauta difusa conformada por vestigios abandonados y parientes sin registro. El discurso al que se asocia es maleable. El director se inclina a su eventual estilo de expresión –y de registro–, combinando géneros y modos de enunciación.

De pronto su dialéctica evocativa, propia de un diario personal, se irrumpe por un lenguaje escabroso, propio del cine de la conspiración. De repente Travis Wilkerson parece ser transportado a una atmósfera del cine negro, solo que a colores y a plena luz del día. La sola evidencia de que existe una secta maligna dentro del territorio, estimula el suspenso, asfixia al forastero, quien se siente extranjero en su propio terruño. Aprende de primera mano lo que es ser un excluido de un territorio que no ha asimilado los Derechos Civiles.


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