[Crítica] Festival de Sundance: My Old School – Utama

My Old School

My Old School

Dirigida por Jono McLeod.

Lo mejor que pueden hacer es animarse a ver “My Old School” sabiendo poco o nada sobre lo que se trata. Mientras menos sepan sobre la historia real que narra a través de entrevistas, animaciones, y una brillante actuación por parte del siempre infravalorado Alan Cumming, mejor. El documental está estructurado de tal manera que el espectador se va sorprendiendo con los diferentes giros narrativos, muchos de los cuales suenan inverosímiles… hasta que uno recuerda que todo esto pasó en la vida real, y hasta que uno ve las reacciones de los involucrados. “My Old School” es un fascinante filme, entonces, que narra con energía y vigor una historia que, de ser presentada en una película de ficción, podría ser considerada como “improbable”.

Sin ánimos a incluir spoilers, lo único que mencionaré es que “My Old School” cuenta la historia de Brandon Lee (homónimo del fallecido hijo de Bruce Lee), un adolescente que llegó a Bearsden Academy en 1993 para cursar su último año de colegio. Era un chico algo tímido, pero que poco a poco fue demostrando ser una buena persona, haciéndose amigo de varios de sus compañeros, enseñándoles música nueva e invitándolos a fiestas. Brandon, sin embargo, tenía un secreto, y cuando éste fue revelado casi un año después de su llegada, causó furor en los suburbios de Escocia. Después de todo, Brandon no era quien decía ser, lo cual trajo consigo implicaciones verdaderamente perturbadoras a su presencia en el colegio.

El director Jono McLeod logra atrapar al espectador desde el primer minuto, dejando en claro que el verdadero Brandon Lee no está dispuesto a enseñar su rostro en pantalla, razón por la que todo su diálogo es articulado por Cumming, quien se supone iba a protagonizar una película de ficción basada en su vida en los años noventa. Dicho recurso, entrelazado con las entrevistas a sus compañeros de clase —ahora adultos— y las secuencias animadas que pintan un panorama palpable de lo que fue la vida en el Bearsden Academy, convierten a “My Old School” en una experiencia entretenida y de buen ritmo, que además logra cautivar al espectador con el misterio central relacionado a Brandon.

Es precisamente por eso que la película probablemente se disfruta mejor si es que uno no sabe nada sobre el caso real. Quienes sí tengan una idea de lo que pasó en Bearsden, sin embargo —como me imagino debe ser el caso de mucha gente en Glasgow—, igual la pasarán bien debido a cómo McLeod ahonda en la experiencia de sus amigos, aquellas personas que lo conocieron cuando estaban en el colegio y que, más importante, fueron engañadas por él. El truco es tan sorprendente, tan absurdo, que por momentos resulta increíble que tantas personas —incluyendo a los profesores, el rector, y muchos de los pobladores de la zona— hayan sido engañadas por Brandon. Pero es ahí donde radica la genialidad de “My Old School”; en resaltar lo ridículo de la situación, y el hecho de que, como dice el dicho, la realidad muchas veces supera a la ficción.

Utama

Dirigida y escrita por Alejandro Loayza Grisi.

Protagonizada por José Calcina, Luis Quispe, y Santos Choque.

En esta película boliviana, la realidad que “Utama” retrata podría sentirse familiar para varios espectadores latinoamericanos, incluyéndonos, por supuesto, a los peruanos. Después de todo, cuenta la historia de una pareja de ancianos solitarios, que viven relativamente aislados, siguiendo las tradiciones de sus antepasados. Si suena ligeramente parecido a Wiñaypacha, es porque hay una que otra similitud en sus respectivas premisas —resultaría interesante, de hecho, ver ambas películas, una tras otra, como para descubrir los parecidos temáticos y narrativos entre ellas. Es decir, lo que une a Bolivia y Perú, cultural y emocionalmente.

Pero me desvío un poco del tema. “Utama” tiene como protagonistas a Virginio y Sisa (José Calcina y Luisa Quispe, respectivamente), una pareja de octogenarios que vive sola en una humilde casa en medio del altiplano boliviano. Por años, han estado siguiendo la misma rutina: él se encarga de las llamas, y ella se va a buscar agua. Pero ahora se encuentran en medio de una sequía tremenda, y para colmo de males, Virginio le está ocultando una misteriosa enfermedad a su esposa. Sin embargo, las cosas cambian cuando llega su nieto Clever (Santos Choque), quien insiste en llevárselos a la ciudad. Pero Virginio es demasiado terco, y no está nada interesado en abandonar su hogar o sus costumbres.

“Utama” trata sobre la importancia de las tradiciones familiares, en oposición a un pensamiento un poco más moderno, representado por el personaje de Clever. Como en cualquier buena película, la posición de los realizadores no es ni completamente positiva ni negativa; las costumbres de estos dos ancianos deben ser respetadas, pero no ayudan, por ejemplo, cuando impiden que Virginio pueda ser llevado a la ciudad para ser examinado por un doctor. Por otro lado, por más de que Clever tenga buenas intenciones, la relación que mantiene con su abuelo no es la mejor, este último convencido de que está actuando en representación de su padre, quien nunca va a visitarlos. Es un choque de ideologías, hasta cierto punto, pero también de personalidades, en el contexto de una Bolivia que sufre de sequías terribles. Los personajes, por ende, se dedican a esperar una tormenta que parece jamás llegará.

Loayza Grisi dirige el filme con elegancia y paciencia, siguiendo a sus dos protagonistas en su día a día, demostrando la fortaleza y resistencia con la que cuentan, a pesar de su avanzada edad. La dirección de fotografía de Bárbara Álvarez es bella, enfatizando la grandeza de los parajes por los que los ancianos caminan —consideren, sino, el primer plano de la cinta—, pero sin llegar a convertir a “Utama” en una colección de postales para turistas. Lo mejor de “Utama”, no obstante, está en su honestidad; en el conflicto entre sus personajes, y en lo real que se siente todo, desde las actuaciones (por parte de actores no profesionales), hasta las locaciones y el apartado visual. Puede que “Utama” se sienta algo familiar (especialmente para un público latinoamericano), pero eso no le impide destacar en esta edición del Festival de Sundance.


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