[Festival de Rotterdam] «La hembrita» (República Dominicana, 2023)


Por más de que “La hembrita” se lleva a cabo en la República Dominicana, el filme termina reflejando una realidad muy similar a la nuestra —llena de diferencias económicas y sociales bien marcadas, y de personas que son tratadas injustamente. Es en esos elementos —verosímiles, personales— donde se encuentra lo mejor de la película. Desgraciadamente, tanto por cómo ha sido dirigida y fotografiada, como por la manera en que la historia es desarrollada, “La hembrita” no termina de cuajar, sintiéndose más como una serie de ideas inconexas, que como un filme verdaderamente satisfactorio.

Cecilia García interpreta a Dominique, una mujer mayor de clase alta que extraña mucho a su hijo —quien se ha mudado del país— y que no ve con mucha frecuencia a su esposo, quien parece estar —al menos tangencialmente— involucrado en un caso de corrupción política. Es esa soledad la que la incita a comenzar una relación tipo madre-hija con la nieta de su empleada afrolatina Carmen (Xiomara Fortuna). Poco a poco, Dominique se irá encariñando más con la chica (Aleska Vásquez), ignorando la aparente desaparición de su empleada —y por ende, el abandono de la niña por parte de ella—, así como las apariciones ocasionales de su supuesto padre, quien solamente visita a la privilegiada mujer para pedirle dinero.

Evidentemente, la directora Laura Amelia Guzmán («Cochochi», «Jean Gentil») tiene algo que decir sobre las injusticias y diferencias sociales y raciales en su país natal. El hecho de que haya gente como Dominique, adinerada y privilegiada, viviendo tan cerca de realidades mucho más crudas, en donde niños son abandonados, los hace ver como ciegos —personas que quizás están conscientes de las otras realidades, pero que simplemente deciden ignorarlas. La directora usa la construcción de un nuevo edificio frente al departamento de Dominique como una suerte de símbolo de aquella idea. La construcción —y el ruido que genera— representan la manera en que gente como Dominique poco a poco se vuelve más ciega, perdiendo de vista a la ciudad —y sus habitantes— que tiene al frente.

Es todo bastante interesante, pero desgraciadamente no ayuda a salvar una película que, en términos generales, parece haberse quedado en sus ideas básicas. La relación entre Dominique y la niña podría haber funcionado, pero el guion no se esfuerza, por ejemplo, en convertir a la chica en un ser humano tridimensional. Es una figura. Un objeto que es cargado de cuando en cuando por su adinerada cuidadora, carente de personalidad o intereses propios. Obviamente eso no es culpa —para nada— de Aleska Vásquez, la joven actriz que la interpreta, quien hace un  buen trabajo con el material que le dan. Pero el hecho es que la relación entre Dominique y la niña no termine de cuajar, no hace más que dañar irreparablemente la experiencia de ver “La hembrita”.

Quizás esa era la intención de Guzmán y su equipo. Quizás construyeron al personaje de la niña de esa manera a propósito —como una suerte de comentario de cómo Dominique la ve, no como un ser humano, como alguien que podría convertirse en parte de su familia, sino como un objeto que debe ser cuidado. Pero incluso si eso fuese cierto, la relación central del filme —lo que debería interesarnos más de toda la historia —igual no funciona. Se supone que Dominique es alguien que sufre del síndrome de “nido vacío”; está buscando a alguien con quién llenar el nido, y por ende, sería mucho más rico —y más interesante, considerando las claras diferencias entre señora y niña— si es que la relación que entablasen fuese más creíble, más humana. Pero ese no es el caso.

Por otro lado, no ayuda que la película esté fotografiada casi siempre en clave alta, sobreiluminando con frecuencia a sus personajes, sin componer algún encuadre interesante o imagen que aproveche bien los rostros de sus protagonistas. Siendo una historia tan cercana para la directora, según lo que ha podido declarar, justamente hubiera podido utilizar su cámara para acercarnos a estos personajes, desarrollando la ciudad de manera realista, cruda, con algo de textura en la imagen. Dicha textura está ausente durante la mayoría de la película, desgraciadamente — más bien se abusa de una imagen exageradamente digital, lo cual no hace más que otorgarle un look plástico, poco convincente.

Quería que “La hembrita” me guste. No me da gusto escribir una crítica negativa sobre una película independiente, de carácter personal, que maneja temas sociales que se sienten muy afines a Latinoamérica, muy cercanos para un público como el nuestro. Y mucho menos sobre un filme que ha logrado llegar a un festival como el de Rotterdam. Pero tengo que ser honesto —por más de que maneje algunos temas interesantes y cuente con cierto simbolismo astuto, la película nunca llega a sentirse como una historia completa, o siquiera creíble. Las ideas en “La hembrita” están buenas —simplemente creo que necesitaron más tiempo para crear una historia y personajes interesantes que puedan apoyar a dichas ideas.


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