[Festival de Lenguas Originarias 2023] «Yakuqñan, caminos del agua»

yakuqñan

“Yakuqñan, caminos de agua” (2021), obra de Juan Durán Agurto, hablada en español, quechua y awajún, cumple con suficiencia el objetivo de su director: sensibilizar sobre el cuidado del agua, y en general del medio ambiente, a través de la revaloración de los conocimientos ancestrales de los pueblos indígenas. 

Esta sensibilización, difícil de lograr, sobre todo si el documental asume un mensaje pétreo (y a veces maniqueo) como el que se reitera a lo largo del metraje, es posible, en primer lugar, porque se trata de un tema, el del cuidado del medio ambiente, con el que casi todos estamos de acuerdo. Pero, y esto es lo más importante, también por razones puramente cinematográficas, que constituyen virtudes notorias de la película: ese mensaje es transmitido por varias vías. Una voz en off, la del agua, un apu en la cosmovisión indígena, poética hasta el límite de la afectación (límite que por ratos es traspasado, pero que a cambio nos da versos potentes), y de sonoridad convincente gracias al arte de la narradora oral cusqueña Tania Castro. Una segunda vía es el coro de voces de hombres y mujeres indígenas que le dan contenido y verosimilitud a ese mensaje, y las otras son, por supuesto, la fotografía y el sonido, que están cuidados a un gran nivel, uno bastante mayor al promedio de la cinematografía nacional, lo que es vital para que la obra avance a obra de arte y no se quede en panfleto. Un riesgo que no siempre evaden los documentalistas en nuestro país y que en este caso se logra con creces, pero no necesariamente con la voluntad del director. 

Ha sido fundamental para que la película no haya derrapado por el discurso correcto, pero presuntuoso, darle protagonismo a la voz de los hombres y mujeres indígenas, y que el documental los trate con respeto, destacando su papel de poseedores de conocimientos ancestrales y, a partir de ellos, de  expertos y expertas en el cuidado del medio ambiente, y de custodios de este, muchas veces soportando violencia intolerable frente a los abusos y graves efectos del extractivismo minero, hidrocarburífero, agroindustrial, entre otras actividades legales, ilegales o informales. Es importante, en ese sentido, que el guion haya ido más allá de la victimización del indígena en la que se suele caer desde la mirada citadina, lo que no niega que también se encuentren en esa posición, pero que suele minar justamente aquello que es más importante en este tema, el reconocimiento de la ciudadanía indígena y de sus derechos humanos como iguales. 

Es en la puesta en escena de esos conocimientos ancestrales donde la película gana la mayoría de sus puntos, además de los obviamente ganados con sus encuadres, color y sonido. Para alguien que no vive en los territorios elegidos por el director, es valioso conocer que es posible relacionar una mayor radiación solar con una granizada; que los terrenos deben rotarse para fines agrícolas, que el agua no es solo vital para el consumo y la agricultura, sino también para la construcción.  Es tan valioso conocer esto como intentar adentrarse aunque sea un poco en la compleja cosmovisión indígena en la que el agua es lo que “el apu orina para nuestro bienestar” o el primer huevo de una gallina (el Doncella runtu) está conectado con la venida del agua, que existe un lazo indisoluble entre la comunidad, los comuneros y los apus, y que los trabajos comunitarios se convierten en rituales sagrados. Al hacerlo, el documental muestra la conexión entre ciencia (porque eso son también los conocimientos ancestrales indígenas) con creencias, mitos y rituales, que no son solamente ocurrencias mágico religiosas sin sentido, como desde nuestra ignorancia de rezagos colonialistas muchos podemos caer en el error de asumir. 

Lamentamos que no haya sido posible hasta ahora ver el documental de Durán Agurto en pantalla grande, pues fue decisión suya estrenarla en abril del 2022 a través de la plataforma Vimeo, donde pueden encontrarla hoy. Felizmente para quienes prefieren el ecran, el IV Festival de Cine en Lenguas Originarias, que se inicia este 14 de marzo, abre la pequeña oportunidad de verla, al menos para algunos de nosotros. La decisión del director es comprensible en un país que va poco al cine a ver documentales y que no tiene una ley o claras acciones de política pública que promuevan la creación de públicos para este género. Es destacable, eso sí, que esta película haya contado con el estímulo del Ministerio de Cultura, a través de la Dirección del Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios, aunque debamos insistir en que esto solo es una parte (valiosa, pero insuficiente) de la labor que el Estado debe cumplir. 


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