Festival de Málaga: «Quédate quieto» (2024), de Joanna Lombardi

quedate quieto 2024

Una inquieta tranquilidad

“Quédate quieto” es una llamada de atención tanto sobre la película que comentaremos como a propósito de su directora, Joanna Lombardi. Un aviso de advertencia para detenerse y, a la vez, preguntarse por las razones; las que son, de un lado, que los personajes deben permanecer en sus espacios para cuidarlos y, del otro, debido a la notable versatilidad de la cineasta.

Ella ha realizado tanto películas “de autor” (“Casadentro”) como puramente comerciales (“Soltera codiciada” y su secuela, además de producir filmes y series similares). Pasando de una relativamente compleja estilización (como en la primera de las nombradas) a una ligera estilización (en el caso de las segundas) y, entre ellas, a un road movie realista de actores construida en base a la pura improvisación («Solos»). 

Para llegar ahora a “Quédate quieto”, un híbrido entre documental y ficción sobre una supuesta invasión de terrenos para la construcción de viviendas precarias en medio de arenales, y sobre Hilton (Gratelly), un enterrador real de un cementerio clandestino en los arenales de Pachacútec, en el distrito de Ventanilla en el Callao, próximo a Lima, la capital del Perú; lugar caracterizado por la actividad de mafias de terrenos e informalidad. 

Los otros personajes son Hilda (Curo) y María Cristina (Pérez) una pareja de amigas que, al cumplir la mayoría de edad, llegan al lugar para ocupar y delimitar su terrenito, y “quedarse quietas” para no perderlo. A diferencia de Hilton, que es de la zona, ambas chicas participaron anteriormente en una invasión real y en esta ocasión la recrean; en consecuencia, tenemos una mezcla de realidad y ficción, aunque la sensación es más la de documental.

De esta forma, la realizadora se distancia aún más de la estética de sus ya variados largometrajes previos, al trabajar con actores naturales (antes, solo con profesionales), de grupos sociales marginales; aprovechando la luz natural, la niebla del lugar así como la penumbra nocturna.

Lo interesante es que –pese a la diversidad estilística– todas sus películas están logradas (en sus propios términos) y se caracterizan por su espontaneidad. Incluso en “Casadentro” –con sus planos fijos, sutil rigidez y sus momentos teatrales–, todas las rutinas allí ejecutadas así como los diálogos, lucen frescos y naturales. Lo que consigue en mayor medida en “Solos” y también, aunque en un contexto diferente, en “Soltera codiciada” (estas últimas, cintas centradas en el auto empoderamiento y superación de la mujer).

Así, otra característica es la recreación de espacios –totales o parciales– a cargo de personajes femeninos en la casi totalidad de sus películas, con una dosis relevante de intimismo. Pero el componente fundamental es la auscultación de lo cotidiano y, por este medio, llegar a la “verdad” de los personajes. Si se suma esta característica a la espontaneidad se alcanzan interesantes niveles de autenticidad en sus filmes «no comerciales»de autor»; especialmente, en “Casadentro”, la que pone en escena los rígidos patrones de género y sociales en el Perú actual.

Con “Quédate quieto” Lombardi vuelve a su cine de corte experimental y más personal. No solo se involucra acertada y asertivamente en un grupo social ajeno al de sus filmes previos, sino que –siempre en comparación con su obra anterior– cambia radicalmente el espacio físico y privilegia forzosamente el trabajo en exteriores. Asimismo, desarrolla historias mínimas (como en “Solos” y, en menor medida, en “Casadentro”).

La película no desarrolla los asuntos de seguridad ciudadana ni otros de naturaleza más social; sin embargo, algunos están presentes en las propias imágenes. El primero, es el de la informalidad en la que vive al menos un 70% de la población peruana (porcentaje de quienes no pagan impuestos), representados por estos personajes marginales y los espacios que habitan o intentan ocupar. 

Luego, la precariedad en la que desarrolla su trabajo Hilton (un trabajador en la cincuentena), sin ninguna clase de derechos y que en cualquier momento podría perder su única y muy limitada fuente de ingresos, ya sea por obra de los invasores como por la fuerza pública. Así como la derivada de la falta de vivienda para las jóvenes protagonistas y su situación de labilidad constante (ni estudian ni trabajan); siendo una de ellas madre soltera.

La cinta se centra en las labores habituales de Hilton y el forzoso compás de espera de Hilda y Cristina, quietecitas y sin moverse de su terrenito de arena. Sin embargo, pese a los riesgos presentes para todos, la cinta se focaliza en la vida cotidiana: un poco sosa y rutinaria en el caso del sepulturero, pero relativamente alegre y animada para las invasoras; aunque al final, Hilton también enciende su radio y baila con su esposa.

Los mejores momentos del sepulturero informal son sus conversaciones con un vecino y amigo, a veces acompañadas de cerveza. Mientras que las chicas ofrecen, más que un universo femenino, uno juvenil. Su escena simpática (y reveladora) es cuando graban un video para TikTok (y son grabadas haciéndolo en el documental). 

Aquí se muestra esa tendencia principalmente juvenil de contar pequeñas historias –y compartirlas– en videos para redes sociales. Son stories y reels de bailecitos intrascendentes, junto a otros producidos a montones; pese a que en el mundo real sus autores viven literalmente en el aire (léase, en el arenal) y sin perspectivas (ni preocupaciones) sobre el futuro, más allá de lo inmediato. Videos de celular que se olvidan casi inmediatamente, imitativos o de los que uno pasa sin más. Imágenes de un mundo cada vez más irreal.    

Se evita toda visión tipo drama social o humano, mucho menos miserabilista. Al contrario, y como en sus películas anteriores, por los pliegues de las rutinas habituales de sus personajes se va filtrando la vida “auténtica” (lo que quiera que esto signifique), con sus momentos alegres, entretenidos, reflexivos, anodinos y activos. Sobre todo, ellos finalmente saben apartar de sus preocupaciones aquello que no pueden controlar en sus vidas y aceptarlo.

Este es quizás el mayor logro de la realizadora, ya que obtiene interpretaciones más que correctas, así como ajustadas y apropiadas a las circunstancias. Se nota el talento de Lombardi para el trabajo con actores, profesionales o no. Así como su constancia para saber sacar a flote, hábil y sutilmente, los muy variados temperamentos que componen la condición humana en situaciones específicas y reconstituirlas mediante el arte y la técnica cinematográfica.

En su obra detecto una inquieta tranquilidad, en la que los contenidos del contexto o incluso de la acción –las tensiones y ansiedades de los personajes, siempre en movimiento– tienden a aplacarse y mediatizarse por los afanes inmediatos, por lo más superficial, por los “estate quieto”. Se filtra así el hálito de la vida, a condición que aceptemos ese tempo parsimonioso –tan propio del documental– que permite tales afloramientos. 

Al final de mis comentarios a “Casadentro” –a la manera de un “quédate quieto y anota”– decía, a propósito de Joanna: “hay que seguirle la pista a una realizadora con voz propia”. Confieso, tras haber disfrutado esta película, que siento una gran curiosidad por ver qué seguirá, con qué otra nueva historia nos sorprenderá.    

Quédate quieto

Perú, Uruguay, 2023, 72 min.

Dirección: Joanna Lombardi

Interpretación: Hilton Gratelly, Hilda Curo, María Cristina Pérez, Roxana Herrera.
Guion: Joanna Lombardi.
Fotografía: Micaela Cajahuaringa.
Montaje: Eric Williams. 


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