“Hundreds of Beavers” (2022): de Nintendos, caricaturas y vanguardias

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Estrenada en salas estadounidenses a inicios de 2024, la existencia de Hundreds of Beavers (2022) parece producto de alguna grieta temporal. Desenfadada y ajena a las tendencias cinematográficas, es difícil comparar la obra de Mike Cheslik con autores que no sean de vanguardia (se menciona mucho a Guy Maddin) o pertenecientes al cine mudo (Charles Chaplin, Buster Keaton). Sin embargo, lo que podría juzgarse como otra recreación estilística termina sorprendiendo, se convierte en un homenaje genuino. Una odisea digna de Chuck Jones.

De cero a héroe, las desventuras del ex destilador Jean Kayak (Ryland Brickson) lo llevarán a encontrar el amor en la nevada America, mejor aún, a enfrentar cientos de alimañas para ganárselo. Adoptando mecanismos de otros medios, hablamos de una experiencia que combina lo mejor de Looney Tunes con el universo de los videojuegos, una película que evoluciona conforme gags, sonidos y props son agregados a su hilarante fórmula. Lúdica e ingeniosa, la particular mezcla da vida a un artificio quirúrgico de bufonadas, una novedosa adaptación del mítico conflicto hombre-naturaleza.

Dirigida, escrita, editada y animada por el mismo Cheslik, la agilidad del proyecto es algo a reconocer, administrando su modesto presupuesto en técnicas tan efectivas como poco ortodoxas. Alrededor del green screen y variopintas botargas, la cinta abraza lo cutre de sus efectos como identidad visual, se reconoce en una estética barata que bebe del cine clásico, las series infantiles y las parodias de YouTube. Entre las intrincadas trampas fabricadas por ordenador, el black and white y las viñetas que cortan el encuadre, la cacería se zambulle (desvergonzada) en ese cosmos de artimañas autoconscientes

No obstante, el verdadero diferencial reside en la “jugabilidad” del largometraje. Sin ser interactivo, las referencias al medio del videogame pueden reconocerse en las estructuras y sistemas que conforman la ficción. Planteando metas y objetivos constantemente, el mundo ordinario de Kayak se convierte en un survival game de manual, un juego en el que la experimentación es clave para sobrevivir y “subir de nivel”. Dicho esto, lo aprendido en el primer acto puede retomarse minutos después, los errores se vuelven herramientas que el protagonista usará a su favor una vez dominadas.

Siguiendo esa lógica, la presencia gráfica de un mapa es algo a mencionar. De simbología simple, podemos referirnos a este como un glosario que engloba la geografía y fauna del lugar, un folleto intuitivo de figuras reconocibles. Práctico y efectivo, vale destacar la soltura con que la cinta expone sus reglas, incluyendo jeroglíficos rupestres que significan relaciones presa-carnada (conejo es a zanahoria como castor es a madera). Consecuentemente, la muerte de cada mamífero (castor, lobo, zorrillo, conejo o mapache) se contabiliza en términos de puntaje y economía, son “números” canjeables en la tienda de El Mercader (Doug Mancheski). 

Dicho de otra forma, es notable la ejecución sobre la que Hundreds of Beavers construye sus disparatados encuentros. Fervientemente elaborada, no se trata de una obra de tematizaciones densas, más bien de un experimento versátil en constante crecimiento. De acrobacias, música incidental y violencia comiquera, la resurrección de formas aparentemente extintas se da con el nacimiento de nuevos elementos. Como todo en la historia, no será la primera ni la última vez.

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