La dama de los muertos (Totenfrau, 2022), serie austro-alemana disponible en Netflix, es un thriller policial que explora los límites de la venganza y la moral. Basada en la novela homónima de Bernhard Aichner, la serie narra la conversión de Brunhilde Blum (Anna Maria Mühe), de una viuda afligida a una asesina serial, impulsada por el deseo de justicia.
La serie presenta al menos cuatro características relativamente inusuales, los que la hacen sumamente interesante; además de mantener el suspenso permanentemente a lo largo de sus dos temporadas.
La primera es que la protagonista, en realidad, es una víctima y vengadora, a la vez, aunque el peso de la venganza está presente con más fuerza en sus acciones, antes que en la defensa contra sus adversarios o enemigos.
De hecho, en la primera temporada su objetivo es la venganza; mientras que, en la segunda, su objetivo es el rescate y la protección de su familia (especialmente, la de su hija adolescente) antes que la venganza, aunque siempre cargará con las consecuencias de esta, convirtiéndola en una sospechosa por la policía.

Primera temporada: la venganza
La historia comienza con la abrupta muerte del esposo de Brunhilde, un policía víctima de un aparente accidente de tráfico. Blum, dueña de una funeraria en un pequeño pueblo alpino, sospecha que su marido fue asesinado debido a una investigación que llevaba a cabo sobre una red de trata de mujeres.
Decidida a descubrir la verdad, inicia una investigación por su cuenta, desenterrando los oscuros secretos de su comunidad y enfrentándose a figuras poderosas que prefieren mantener el statu quo. Y aquí viene la segunda característica: entre los enemigos de Blum estará la poderosa propietaria del negocio turístico local, Johanna Schönborn (Michou Friesz). Aunque no será su enemiga directa ni voluntaria, sí estará tras bambalinas y acechándola crecientemente. Sin embargo, nunca se enfrentarán directamente e, incluso, colaborarán entre ellas ocasionalmente, con fines distintos y en beneficio propio (aunque no necesariamente mutuo).
Entre estos dos polos aparecerán temas como la trata de mujeres, asuntos ambientales, corrupción política y, por supuesto, violencia criminal. Además, Blum tiene un pasado que, de alguna forma –y pese a los atenuantes–, la arrastra constantemente hacia el otro lado de la ley. Ya que se ve envuelta en una espiral de violencia en su búsqueda de justicia; lo cual plantea preguntas sobre la delgada línea entre la justicia y la venganza, y si sus acciones la convierten en lo mismo que aquellos a quienes persigue.

Segunda temporada: las consecuencias de la venganza
Luego de varios meses en calma, Blum enfrentará las consecuencias de sus actos. La aparición de restos humanos en un ataúd exhumado reabre las investigaciones sobre los crímenes y su hija Nela (Emilia Pieske) es secuestrada, obligándola a enfrentarse a nuevos y más peligrosos enemigos, así como a su propia conciencia. Y siempre bajo la mirada vigilante y recelosa de Johanna Schönborn.
La serie profundiza en la psicología de Blum, mostrando cómo su sed de venganza la ha conducido a un papel de salvadora y protectora de su familia, lo que de alguna forma intenta contrapesar su imagen de una vengadora imparable pero también (en su nuevo rol) vulnerable.
Lo que nos lleva a la tercera característica, que es el tratamiento relativamente realista de los personajes, en comparación con otras series más mainstream. La protagonista supera desafíos contra enemigos más fuertes que ella, gracias a que –forzada por las circunstancias– se prepara físicamente. Su temperamento es el de una sobreviviente, lo que se explica por datos igual de tenebrosos de su infancia.
De otro lado, no todo le sale ‘perfecto’. Ocurren, por ejemplo, muertes involuntarias, casuales e innecesarias, en medio de una vorágine de violencia, con momentos espectaculares y otros donde la vulnerabilidad física y sicológica de Blum es puesta a duras pruebas. Incluso debe dejar partir a personajes que, de alguna forma (dentro de la ambivalencia legal y moral en que transcurre la acción), la apoyan.
Esto contrasta, por ejemplo, con series como Palomas negras (de espionaje y también de Netflix) en la que Keira Knightley hace el papel de una vengadora implacable pero ‘perfecta’ en todas sus intervenciones y donde no se plantea el dilema moral con la misma profundidad que en La dama de los muertos. Y en la que la violencia es ligeramente más convencional y efectista, en comparación con la de la serie austriaca.

El entorno opresivo
La cuarta característica es la ambientación. Estamos en un pueblito en el Tirol que destaca por su atmósfera oscura y opresiva, captado con una fotografía que enfatiza la claustrofobia y el aislamiento de Blum, en interiores. Mientras que, en exteriores, las transiciones entre escenas destacan las grandes panorámicas alpinas, en tomas aéreas de sus carreteras serpenteantes, que sugieren los sinuosos giros de la trama.
Es una localidad relativamente aislada, mientras que la funeraria está también en los márgenes del pueblo; y donde el turismo es visto todavía como un potencial relativamente cercano y no tanto como una realidad. Lo que constituye un factor importante en la evolución de la poderosa Johanna, quien pasará del ámbito empresarial al político.
No hay, entonces, imágenes que destaquen la belleza de los grandes bosques y montañas, sino la nieve y el frío que resultan apropiados para los brutales acontecimientos que suceden allí. Mientras que el encierro y aislamiento de las locaciones contribuyen a generar la sensación de una comunidad cerrada donde los secretos y la corrupción están profundamente arraigados.
Un componente adicional es el papel de los migrantes. Blum cuenta con el apoyo de Reza Shadid (Yousef Sweid), un empleado de la funeraria que antes fue un comando militar en Siria, quien cuida a Tim (Lilian Rosskopf), el hijo menor de la protagonista y, posteriormente, la entrena para su lucha contra gángsters locales. De hecho, una comunidad de migrantes islámicos acoge y protege temporalmente al hijo de la protagonista deviene en un ambiente acogedor, aunque marginal.
Un thriller sombrío
La interpretación de Anna Maria Mühe es convincente, mostrando la complejidad emocional de su personaje y su evolución, que más parece una repetición de hechos traumáticos de su infancia amplificados, de una temporada a la otra de la serie. El desenlace va a ser abierto y anticipatorio de una posible tercera temporada.
La dama de los muertos busca ir más allá de las convenciones del thriller, presentando una protagonista cuya búsqueda de justicia la lleva a reiterar en su vida aquello que desprecia. Es una exploración inquietante de la moralidad, la venganza y sus consecuencias mediante una narrativa intensa y provocadora que se asoma a zonas sombrías de la condición humana.
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