[Crítica] «Aún estoy aquí»: cuando la violencia militar destruye familias y países

Aun estoy aqui

En la poco edificante historia latinoamericana del siglo XX, están registrados los casos de miles de personas desaparecidas forzosamente o asesinadas por las dictaduras militares en Brasil, Chile, Argentina, Perú, Uruguay y Paraguay. Lamentablemente, somos una región geográfica donde la fuerza y la brutalidad de las botas y los tanques han primado muchas veces sobre la lógica y la razón más elemental y humana.

Películas sobre la violencia militar del Estado aplicada contra sus propios ciudadanos durante la época de las dictaduras hay varias: Colonia (2015) del alemán Florian Gallenberger, La casa rosada (2018) del peruano Palito Ortega Matute, Post Mortem (2010) del chileno Pablo Larraín, Crónica de una fuga (2006) del uruguayo Adrián Caetano, Garaje Olimpo (1999) del chileno-italiano Marco Bechis, entre otras.

Al respecto, el largometraje brasileño Ainda Estou Aqui (Aún estoy aquí, 2024), dirigido por el destacado Walter Salles (y basado en el libro homónimo que Marcelo Rubens Paiva publicó en el año 2015), es un conmovedor homenaje a miles de familias destruidas por el militarismo más salvaje. Aquel que dio como resultado, países quebrados ante el dolor de no encontrar paz para sus ciudadanos muertos, debido a la violencia extrema ejercida por parte del Estado y sus fuerzas armadas durante décadas. 

Lo que ocurre en el film (torturas, secuestros, violación de los derechos humanos, golpe militar, negacionismo por parte del Estado para reconocer sus crímenes), que está ambientado en el Brasil de las décadas de 1960 y 1970, era lo mismo que sucedía en otros países sudamericanos. No son nuevas la violencia y la injusticia que apreciamos en la cinta, pero siempre duele verlas, recordarlas y saber que forman parte de nuestra historia continental, aunque no lo quisiéramos así.

Ainda Estou Aqui es una conjunción de talentos, una amalgama fantástica de numerosos aciertos. La dirección de Salles es precisa y muy cuidadosa, mientras que la actriz Fernanda Torres asume el peso dramático del film de manera magistral, el guion de Murilo Hauser y Heitor Lorega lleva al espectador sin esfuerzo a través de la historia (que no es agradable, porque es una batalla permanente contra la injusticia y la violencia política y militar de un Estado en plena dictadura), la dirección de fotografía de Adrian Teijido es muy buena, y la música original del australiano Warren Ellis es de una gran sensibilidad. Además, el haber elegido “É preciso dar um jeito, meu amigo”, de Erasmo Carlos, como una de las canciones principales del film resulta muy atinado (la letra representa, aunque con sutileza, lo que sufrió el ingeniero y político Rubens Paiva cuando lo desaparecen y asesinan en 1971). De igual manera, las actuaciones de las cuatro hijas (sobre todo de Valentina Herszage, quien interpreta a Vera, la mayor) y el hijo de los esposos Eunice y Rubens son muy naturales y convincentes. Igualmente, la dirección de arte de Carlos Conti nos traslada eficientemente al Brasil de la dictadura militar (que instauró en 1964 Humberto de Alencar Castelo Branco, tras derrocar a Joao Goulart). En suma, una película técnicamente redonda, de la que se puede hablar mucho y extensamente. 

Pero esta cinta no es solamente excelente en su aspecto formal. También está llena de metáforas y silencios que expresan mucho, que transmiten una gran cantidad de emociones contenidas por parte de los personajes.

Desde los segundos iniciales, el tono del film es claro: un helicóptero cruza en lo alto sobre Eunice (que trata de disfrutar del mar y el sol), transmitiéndole intranquilidad a ella y al espectador. ¿Pasará algo negativo, recién iniciada la película? Nos percatamos de que esa tensión recorrerá, como una sombra, los más de 130 minutos de duración.

La narración audiovisual tiene dos partes bien marcadas: la primera media hora donde se muestra el feliz ambiente familiar de los Paiva, quienes junto a sus alegres amigos disfrutan del buen clima de la ciudad, la cercanía de la playa y la holgada situación económica en la que viven. La segunda parte trata de Eunice con sus hijos tratando de salir adelante, intentando aprender a vivir sin su secuestrado padre Rubens. Y como bisagra de ambas partes está el carácter resiliente y la fortaleza emocional de Eunice (Fernanda Torres).

Por cierto, fue un gran detalle el incluir a la legendaria actriz Fernanda Montenegro (recordada hasta hoy por su rol como Dora en la premiada Central Do Brasil) en los minutos finales del film. Sin diálogo alguno, ella transmite, con sus miradas y gestos, toda la confusión y el deterioro en la salud que Eunice sufrió en sus últimos años de vida, tras lograr que la muerte de su esposo Rubens (bien interpretado por Selton Mello) se convirtiera en un símbolo de férrea lucha contra las dictaduras militares.

Con Ainda Estou Aqui Walter Salles volvió a la dirección de largometrajes tras doce años (durante ese tiempo fue productor de la cinta animada El arca de Noé y escribió el guion de La contadora de películas), luego de On the Road (2012). Regresó de la mejor manera, con una gran obra. La cual, desde su estreno el año pasado, es ya fundamental para mantener viva la memoria histórica y la conciencia social en nuestro continente. 

La cinta ha cosechado nominaciones y premios por todo el mundo (Oscar a la Mejor Película Extranjera 2025, Mejor Guion en el Festival de Venecia 2024, Globo de Oro a Mejor Actriz 2025, Mejor Película Iberoamericana en los Goya, Premio del Público en el Festival de Rotterdam, tres premios Platino en España, 13 Premios Grande Otelo en Brasil), pero su mayor aporte será hacernos recordar que siempre habrá alguna forma (sobre todo en el aspecto legal) para enfrentar las injusticias del poder político y militar. Y aunque no es, mayormente, el ciudadano quien logra vencer a la poderosa alianza político-militar, la tenacidad de tal lucha por la defensa de lo justo, es lo que hace digna cualquier vida.


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