[Crítica] «Luz de luna» va por ocho Premios Oscar, incluido Mejor Película y Mejor Director


Luz de luna es una película sobre la discriminación y el amor, con un protagonista que tiene problemas para comunicarse, para entablar relaciones, y para vivir en paz en una sociedad que no parece querer aceptarlo. Es un drama poderosísimo y muy emotivo.

«Moonlight» presenta la vida de Chiron en tres etapas muy definidas. En la primera, nuestro protagonista (Alex Hibbert) es conocido como “Little”, y es un niño tímido y reservado. Su vida en el colegio es tranquila, pero su madre drogadicta (Naomie Harris), es una terrible influencia, a pesar de que claramente lo ama. Un día, Little conoce a Juan (Mahershala Ali) y su novia, Teresa (Janelle Monae), y entabla una relación poco ortodoxa pero emotiva con ellos —después de todo, el chico carece de figuras paternas o maternas en casa, y realmente necesita de alguien que lo cuide.

En la segunda etapa, vemos a Chiron (Ashton Sanders) como un adolescente. Es golpeado y abusado en el colegio, y su único amigo parece ser Kevin (Jharrel Jerome). Además, todavía se ve con Teresa de cuando en cuando. Es en esta secuencia que Chiron comienza a explorar y cuestionar su sexualidad, lo cual culmina en un encuentro muy apasionado con Kevin. Sin embargo, un enfrentamiento violento en el colegio termina por separarlos, y cambia la manera en que Chiron percibe el mundo.

En la tercera y última etapa, Chiron (Trevante Rhodes) ya es un adulto, musculoso e intimidante, pero todavía frágil por dentro. Ha sido claramente influenciado por como percibía a Juan años atrás, apariencia que usa para esconder sus sentimientos y verdaderos pensamientos. No obstante, cuando es contactado nuevamente por Kevin (Andre Holland) después de años, su vida cambia completamente, lo cual le permite a la cinta concluir de manera mucho más optimista y esperanzadora de lo que uno esperaría.

La estructura del guión de «Luz de luna» es su fuerte. Ver a Chiron en tres momentos tan específicos e importantes de su vida ayuda al espectador a adentrarse en su mente, identificarse con su situación y sentir lo que él siente. Cada etapa funciona como una historia independiente, pero es cuando uno las ve juntas que el verdadero poder de la película se hace evidente. La segunda etapa se alimenta de la primera, y la tercera de la segunda; se complementan de manera tan perfecta que uno termina sintiendo que conoce la historia entera de Chiron, a pesar de que contiene dos elipsis bastante importantes.

También ayuda que la caracterización de cada personaje, desde el protagonista hasta los secundarios, sea impecable. Chiron comienza como un chico extremadamente tímido, casi incapaz de hablar; luego se convierte en un adolescente inseguro, abusado, y termina como un adulto que utiliza su fuerza física y su aspecto intimidante como una suerte de escudo, un mecanismo de defensa contra los abusadores y discriminadores con los que se enfrentó a lo largo de su vida. Se trata de un estudio de personaje fascinante, el cual va profundizando poco a poco en la psiquis de su personaje sin recurrir a escenas expositivas y momentos manipuladores.

Porque si hay algo que reconocerle a «Luz de Luna», es que logra contar una historia potencialmente melodramática de manera honesta. El diálogo no está hecho de clichés ni de frases típicas de película hollywoodense — escuchar a estos personajes hablar entre ellos, a Chiron y Kevin tratar de exponer sus más íntimos secretos, o a Juan tratando de entablar una relación con un niño que se niega a hablar, es casi como ver un documental. Se nota que el director y guionista, Barry Jenkins, conoció a personas parecidas a estas, estuvo presente en situaciones similares, o que incluso vivió parte de esta historia.

Los tres actores que interpretan a Chiron —Trevante Rhodes, Ashton Sanders, y Alex Hibbert— logran mezclarse entre sí para desarrollar a un solo personaje. Nunca dudamos, pasando de una etapa a la otra, que estamos viendo al mismo Chiron en diferentes momentos de su vida. Rhodes en particular, a pesar de lucir mucho más rudo que sus compañeros más jóvenes, logra transmitir una impresionante sensación de inocencia e vulnerabilidad, especialmente en su escena final con Kevin (Andre Holland). El desenlace de «Luz de Luna» es desgarrador, pero lo deja a uno con una sensación de esperanza, por muy lejana que esta se sienta.

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Por otra parte, el talentoso Mahershala Ali (House of Cards, Luke Cage, Talentos ocultos) causa una gran impresión en un papel relativamente pequeño —su Juan es, posiblemente, el traficante de drogas más benévolo de la historia del cine. Naomie Harris es efectiva como la quebrada madre de Chiron, y Janelle Monae (también de «Talentos Ocultos») es carismática como Teresa.

El estilo visual empleado por Jenkins es impresionante. Cada segmento tiene un look propio, pero en general, la dirección de fotografía logra emplear colores vibrantes en un mundo sucio y deprimente, lo cual logra crear un contraste muy vistoso que le otorga realismo al filme, sin hacer que se vea demasiado oscuro. Las cámaras en mano son utilizadas con efectividad —especialmente en una gran escena inicial con Juan y su vendedor de drogas, en donde va rodeando a ambos personajes—, sin abusar de planos temblorosos o cortes repentinos.

«Luz de luna» aborda diversos temas, desde la falta de comunicación entre jóvenes y la homosexualidad, hasta el bullying, la discriminación y la cultura afroamericana en ciudades como Miami. Lo mejor es que lo hace de manera totalmente universal, por lo que no es necesario ser ni afroamericano ni gay para poder disfrutar el filme y, más importante, sentirse identificado con Chiron. «Luz de luna» es una excelente cinta, impecablemente actuada, una antítesis para cualquier forzado melodrama hollywoodense. Pocas veces he visto una película más honesta que «Luz de luna».


Una respuesta

  1. […] Mahershala Ali por “Luz de luna” (“Moonlight”). Personaje: Juan, un vendedor de drogas, que asume la figura paterna de […]

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