Ayer por la tarde me di un tiempo para asistir a una función del 18º Festival de Cine Europeo en la Filmoteca PUCP. Luego de haber visto L’adversaire (El adversario, 2002) el día jueves, y quedar emocionalmente demolido, otra cinta imperdible en mi lista, La promesse (La promesa, 1996) de los directores belgas Luc y Jean-Pierre Dardenne, me asestaría un nuevo golpe. Y fui casi fiel al castigo, es que con tan solo haber visto dos películas de los Dardenne, ya podía intuir como venía la mano.
Me encontré, sin querer, con un rostro conocido. Jérémie Renier, Bruno, aquel irresponsable padre por accidente que vi en L’enfant (El niño, 2005) hace unos meses en el Festival ElCine. En La promesse viajamos en el tiempo para verlo a sus 15 años, siempre con la melena rubia al viento, siempre con un pucho en la boca, siempre tratando de arreglar los problemas a su manera. Entonces se llamaba Igor, y pasará de sobrevivir en el submundo de la sociedad belga, aprovechándose de los aun más desdichados que él y su familia, a intentar limpiar su alma con un último acto de redención. Esa fue la promesa que debía cumplir nuestro antihéroe. Personaje que podría llegar a ser una suerte de Antoine Doiniel de nuestros tiempos, si es que los Dardenne continúan la saga que, queriendo o sin querer, ya han iniciado.
Espero que tengamos oportunidad de volver a ver estas y otras inéditas películas de los Dardenne en nuestras salas. Muero por verlas, fiel al castigo.
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