«What A Feeling» y las costuras del cine norteamericano de los 80


El curador de la muestra What a Feeling, Enrique Vivar, que acaba de empezar en el cineclub Mal de Ojo, en la Universidad César Vallejo, en Los Olivos, sostuvo un breve diálogo con nosotros, en el que nos explica el porqué de su selección.

The Shining

Es la primera muestra tuya que remite a un engranaje sistémico, industrial, de una cinematografía. En ese sentido, ¿qué matices pueden descubrirse?
No buscamos reafirmar ni proponer algún tipo de canon, más bien todo lo contrario. La muestra se establece como una mirada a la producción cinematográfica de una época específica para descubrir cómo interpretarla hoy. Al establecer estas tres franjas de sistemas de producción (autor-industrial, periférica, mainstream) tratamos de que las mismas dialoguen entre sí. Nos interesaba más el acabado del producto, su brillantez o su aspereza, que señalar si un filme es mejor o peor que otro. Manejamos sí una certeza: que innegablemente todo este corpus forma parte de nuestra cultura cinematográfica personal. Lo crudo, lo cocido y el enlatado.

No se puede cubrir del todo una década con una veintena de filmes, pero ¿cuál ha sido el criterio para no poner, por ejemplo, Las puertas del cielo, Bird, Ragtime o Érase una vez en América, obras mayores también?
Más que un criterio de selección único, prevaleció un sentido de pertinencia. Se investigó, se revisaron filmografías completas y de esta forma cada película encontró su lugar en la muestra. Blade Runner: The Final Cut de Ridley Scott, se hizo pertinente no sólo como proyección futurista sino por sintetizar el inicio de una nueva década en la cinematografía de Norteamérica. Fue un punto y aparte, una de las señas que indicaba el inicio de otro período, amalgamado, autoconsciente: postmoderno. Un diseño diferente para un nuevo espectador. Basta una sola secuencia para evidenciar los cambios tecnológicos del cine y del futuro que asomaba. La construcción de una moda y su constante reciclaje, convivir y depender de la máquina. Filme espejo de ese gran crisol de intercambio artístico e intelectual que fueron los años 80. Inevitablemente muchos títulos quedaron fuera, pero eso es parte de la naturaleza de una muestra entendida como boceto. Creemos que el conjunto de películas seleccionadas son una invitación para investigar sobre aquellos autores puestos a relucir y otros citados en paralelo. Tomar nota de la información que se va a compartir en las sesiones de proyección para construir con las piezas de un rompecabezas mayor.

¿En qué medida consideras que este esquema de franjas convivientes (Jarmusch-Top Gun; Hartley-9 1/2 semanas) se han mantenido en los años 90 y hasta ahora?
¿Cómo leer nuestra propia época? ¿Realmente tenemos la agudeza en la observación para asimilar los alcances de la obra de los artistas contemporáneos que consumimos? Pura especulación. En el cine pasa algo similar, sólo situándonos en la producción presente basta para darse cuenta. Cómo sino podemos interpretar el préstamo que hace David Lynch de los códigos del vídeo artista para las superficies de su Inland Empire, sino a través de la constante comunicación del director con otros espectros del sistema. Sea dentro, fuera, satélite u holograma. Actitud creativa que sólo es posible leerla bajo la óptica de una época mixta. Por eso expandir las facetas en el armazón, para darle más dimensión al análisis de la conformación de un imaginario cinematográfico.
Si se revisa Juno de Jason Reitman puedes ver la línea genealógica que viene del primer Hartley. O Knocked up de Judd Apatow con la fibra clásica de un James L. Brooks. No fotocopia, sí descendencia directa, filiación orgullosa.
What a feeling revisa los 80 con los ojos de finales del 2000. No es ni retro, ni canónica, tiene poco de visita al museo y mucho mas de experiencia sensorial.

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