Bafici 2008: «Andalucía», ¿quién soy?


Andalucia

¿Soy lo que dice mi DNI? ¿Soy mi religión? ¿Mi cultura, mi raza? ¿Soy mi cuerpo? ¿Soy de donde vivo? ¿Soy mi acento? ¿Soy los prejuicios que me persiguen? ¿Soy las películas que me retratan? ¿Soy mi familia? ¿Soy la música que escucho? ¿La ropa? ¿Mi trabajo? ¿Soy mi pasado? ¿Yo sigo siendo yo si pierdo todo esto?

Estas son el tipo de preguntas que acosan a lo largo de la película al pobre y torpe Yacine, hijo de argelinos y protagonista de Andalucía, interpretado genialmente por Samir Guesmi. También son las que te haces al ver la película, y alguna vez le habrán causado una crisis de identidad al director Alain Gomis, de padre senegalés y madre francesa.

Yacine es descendiente de argelinos (no senegalés como dice equivocadamente el primer número de «Sin Aliento», el diario oficial del BAFICI), pero vivió toda su vida en París en medio del racismo y de la segregación. Esto lo conlleva a estar en búsqueda de una identidad, en busca de una imagen sólida de sí mismo tras llevar un voluble estilo de vida lleno de incertidumbres sin hogar fijo (vive en una casa rodante), sin trabajo fijo y encuentros sexuales fugaces (¿acostarse con mujeres hermosas lo vuelve igual de atractivo?). Yacine, exiliado de su propia familia porque su padre se convirtió al catolicismo, se sujeta a su religión como máximo lazo de identidad como no pocos emigrantes árabes. Lo seguimos mientras busca respuestas en lugares equivocados, pero termina encontrándolas entre los indigentes que conoce en su trabajo social y al ver a una Francia encarnada en una estable familia rica que lo deja entrar a su casa y lo invita a quedarse a cenar.

Andalucía es una película francesa refrescante, graciosa (hasta se burla del cine francés de época) y por momentos onírica que participa en la Selección Oficial Internacional. Es una película llena de preguntas y de drásticos altibajos emocionales con la que nos podemos identificar perfectamente todos nosotros, los poco afortunados que seguimos buscándonos a nosotros mismos dentro de un mundo globalizado lleno de tantas influencias culturales y mudanzas internacionales.

¿Soy el manyas, el alucina, o el weon? ¿Soy Polvos Azules? ¿Soy la carapulcra o el ceviche? ¿Soy Mañana te cuento 2? ¿Soy la creatividad peruana de la que habla Inca Kola? Esto fue parte del fusilamiento de preguntas que me hice al estar exiliado en Buenos Aires, el equivalente a París en América del Sur, y tras ver esta película revivió aún más el estado líquido de mi identidad.

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