En vísperas de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, en las que Barack Obama es el favorito, el diario chileno La Tercera recuerda los antecedentes de mandatarios negros en el mundo del cine y la TV, es decir un personaje que hasta hace poco tiempo parecía muy lejano de poder hacerse realidad. “Para película está bien, pues”, dirían los espectadores menos cautivos por la magia de la pantalla grande. Pocos actores han pasado por ese rol -y en general, las cintas con retratos presidenciales son muy irregulares en su calidad-, pero cada caso tiene su valor.
El más representativo es, sin duda, el entrañable Morgan Freeman, que encarnó al mandatario Tom Beck en Impacto profundo (1998), de Mimi Leder, un muy discreto filme de catástrofe por amenaza interestelar, específicamente por un gigantesco cometa que se lanza sobre la Tierra. Un segundo ejemplo es el de James Earl Jones, intérprete de fuerte presencia escénica y especialmente sonora -fue la voz, algo distorsionada, del mítico Darth Vader-, que en el drama político The Man (1972), es el presidente del Senado Douglas Dilman, que asume el primer cargo del país por el fallecimiento del titular y el paso al costado del vicepresidente. El tercero es el comediante Chris Rock, que en su opera prima Head of State (2003), llega a la Casa Blanca también por una muerte, la del candidato de su partido, en una sátira que convierte a un modesto político en un poderoso líder.
Como detalle curioso, Freeman volverá a hacer de mandatario, pero esta vez de Sudáfrica: será el ilustre Nelson Mandela en la adaptación de la novela The Human Factor, el próximo proyecto del incansable Clint Eastwood. Pero, mientras tanto, vean cómo se dirigía a la población en Impacto profundo:
James Earl Jones en The Man.
Chris Rock en Head of State.
Ya en la pantalla chica, cómo olvidar a Dennis Haysbert -quien brilló al lado de Julianne Moore en Far From Heaven– como el atildado presidente David Palmer de la exitosa serie 24. Su figura ganó tanta importancia en el programa, que seguía apareciendo cuando ya no ocupaba el cargo, y luego de ser víctima de un atentado, su hermano Wayne, en la piel del actor D.B. Woodside, también asume la presidencia de los Estados Unidos. Estas apariciones son las más recientes y de seguro las que más han calado en el imaginario colectivo de los norteamericanos.
Precisamente, hace unos días el sitio web Moviefone realizó una encuesta sobre los gobernantes fílmicos predilectos de los estadounidenses. El resultado reflejó parte de la actual coyuntura: segundo quedó Morgan Freeman con el 16% de los votos, y con el 24% ganó Harrison Ford, que hizo de James Marshall, tal vez el más heroico de la pantalla, en Air Force One, filme de acción que empezó a evidenciar la debacle del alemán Wolfgang Petersen, que pasó de dirigir El submarino y Enemigo mío, en los años 80, a Poseidón hace un par de años. Ford enfrentaba un ataque terrorista en su mismísimo avión presidencial, siendo rehén, comando, piloto y probable blanco de un misil a la vez, con Glenn Close como vicepresidenta al borde de la asunción.
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