El episodio de Columbine y sus imitadores se convierte en insumo pop, jovial y cínico, en The Dirties, opera prima del canadiense Matthew Johnson, quien también la produce, escribe, edita y protagoniza.

Asume la escuela, más que nunca, como un campo de batalla. Matt, el rol de estudiante que encarna Johnson, concede a colegiales más fuertes y atrevidos sucesivas derrotas menores, castigos físicos que infligen humillación pública, que en la acumulación alcanzan en su mente un nivel pecaminoso que será objeto de posterior punición. Mientras soporta las agresiones, prepara la operación de venganza, el raid contundente y definitivo que ajusta cuentas. Es decir, el bullying que desemboca en el asalto militar doméstico.

Matt fabula, graba, edita, visiona el material, observa su propia imagen, la retrocede, se engolosina con los efectos de los software de video. Delimita los espacios, planifica los tiros de cámara y de pistola, se mueve por los pasadizos como en un consciente The Truman Show, en el que la cámara digital pequeña y omnisciente espera en una posición estratégica las imágenes de reality que en la ficción que perpetra el joven lunático vienen a ser una school snuff movie.

Y todo en el viejo modelo de la dupla de aventureros clandestinos que encuentra dudas y grietas en el camino y que tiene un individuo dominante nítido y convencido. Johnson desparrama su cinefilia, cita al tándem Travolta-Jackson «en sus personajes» Vincent Vega y Jules Winnfield de Pulp Fiction, y le saca la lengua al ritmo moroso y melancólico de Elephant de Gus Van Sant, que recreó también la matanza de 1999 de manera muy personal.

El joven director le imprime ansiedad, extravagancia, arrojo, y no se va del ecran sin engullirse los logos de sus, y nuestras, películas favoritas. Una propuesta que no podíamos rechazar, The <----- Dirties.