Una serie de dirigentes y militantes de la izquierda peruana de las generaciones de los ’60 y ’70 recuerdan, relatan, reconocen, reflexionan, recuperan la pasión por la política y su ejercicio honroso, incluso más allá de lo programático, revisitando el tiempo en que aún no se vislumbraba los índices de ratería y patetismo de décadas posteriores en esa actividad. Lo hacen apaciblemente frente a una cámara fija, en oficinas, salas y locaciones interiores en general, con los años encima y en algún caso en medio de enfermedades que se incubaban o ya mostraban señales.
El documental Desde el lado del corazón (Perú–Cuba, 2013, coproducido por Camilo Vives), de Francisco Adrianzén, reconstruye una época perdida, jugando casi a la ciencia–ficción para el público joven acostumbrado a la simple politiquería. Va hilando entre los fragmentos de las entrevistas, cuya extensión total excede largamente las dimensiones del filme, y los retazos de material de archivo –en buena parte filmados por el mismo realizador–, que también funcionan como sinécdoques para evocar el pasado, con apariciones de presidentes como Velasco Alvarado y Belaunde Terry y de otros líderes, y de manifestaciones populares, confirmando o reforzando lo que dicen en el «presente» o complementándolo de modo más neutro.
El autor busca en los personajes principalmente emociones, y análisis en un nivel no muy denso sino más o menos coloquial, que revise las decisiones propias y colectivas con cierta autocrítica y la perspectiva que da el tiempo transcurrido. Es fácilmente digerible –hasta donde permite la copiosa información expuesta y la que queda fuera para pesar de algunos sectores– y especialmente orientado a las nuevas generaciones que probablemente nunca han oído hablar de los numerosos grupos de izquierda que existieron, de siglas por doquier, ni han visto ejercer la política con esa bonhomía y calidad discursiva de las personas entrevistadas.
El relato gira en torno de varias preguntas. Qué te animó a participar en política, cómo era ser de izquierda, qué significa ser de izquierda ahora (en estos años en que un líder como Gastón Acurio dice que es un deber moral ser de izquierda, y hasta Dionisio Romero osó autodenominarse de centroizquierda). Y el mayor logro de Adrianzén es construir personajes cinematográficos, como cualquier cinta, con motivaciones, sentimientos, contradicciones y diversos enfoques, y lo consigue vía figuras emblemáticas (Javier Diez Canseco, Degregori, Espinoza, Letts, Dammert, Tapia, Roncagliolo, Pedraglio, Murrugarra, Blanco, Breña, el otro Adrianzén, etc.) y hallazgos en el amplio universo de la militancia, incluyendo rostros de diferentes estratos socioeconómicos y regiones del país (Héctor Minguillo, Esteban Puma, Jesús Manya) y voces femeninas que reafirman su convicción política criticando al mismo tiempo los prejuicios y las discriminaciones de género que se producían a pesar de la prédica partidaria (Mary Soto, Elsi Bravo, Diana Avila, Gloria Ochoa). Son documentos audiovisuales extraordinarios, de notable riqueza histórica y política, perfectamente compatibles con la narración fílmica y de especial carga emotiva en los casos de los prematuramente desaparecidos Diez Canseco y Carlos Iván Degregori.
Pero más allá de individualidades, el personaje central y más amplio es el conjunto, la colectividad, la masa, como un activo permanente que se activa y se desactiva, que duerme y despierta, y se va dibujando con el armado de los testimonios y la estructura que vincula permanentemente el pasado y el futuro, entre los avances y retrocesos que van y vienen en la Historia del Perú. La obra deja la sensación de que todo proceso de cuestionamiento y ruptura de lo establecido que no mida sus impulsos y fuerzas lúcidamente, puede contener a la vez la energía para alcanzar conquistas reivindicativas y el ancla que las posterga, es decir que los dogmas y radicalismos debilitan las posibilidades del cambio que siempre ansía la mayoría de la población (igualmente el exceso de «realismo» puede ser fatal para ahogar el ímpetu transformador). Y que los tiempos otorgan una y otra vez oportunidades históricas, que deben aprender de las experiencias pasadas y no desperdiciarse.
Francisco Adrianzén desarrolla una mirada de parte, romántica, enaltecedora y fraternalmente crítica, pero con absoluta independencia y autoría personal, que no deja de tener cuotas de gracia e ironía, como esa divertida narración de Gustavo Espinoza de su paso por la Unión Soviética y la reunión con un importante militar que le hizo ver las debilidades del proyecto político que enarbolaban en los años ’70, o la campechana revelación de Esteban Puma de que en su madurez posee la misma hacienda en la que un terrateniente le pegaba cuando era niño.
Dato: Luego de su paso entre noviembre y diciembre de 2013, Desde el lado del corazón se está exhibiendo nuevamente en el Centro Cultural PUCP, a las 9:50 pm, desde el jueves 30 de enero hasta el 5 de febrero.
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