“La búsqueda”: La reconciliación, una aspiración transnacional


Reflexionar sobre un conflicto ajeno no tendría por qué ser estimulante para unos realizadores y una audiencia como la española, cuya nación aún se ve perseguida por los fantasmas de la guerra propia y que estos días recobran fuerzas gracias a la nostalgia fascista de algunos políticos oportunistas. A lo mejor es precisamente por esto último que, en una sala de la Cineteca de Matadero, fueron no pocos los españoles que se congregaron para ver un documental sobre las secuelas del conflicto armado interno peruano y de cómo la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) ha ayudado a los familiares de los caídos en la búsqueda de sus cuerpos y la reivindicación de sus memorias. En una España donde no se ha creado un organismo similar para identificar, dignificar e indemnizar a las víctimas del franquismo y sus familiares, el documental de Mariano Agudo y Daniel Lagares prometía ilusionar a sus compatriotas con un paradigma en la investigación y justicia. También prometía hincharnos de orgullo a los peruanos presentes en la sala. La nutrida y emotiva conversación entre Mariano y la audiencia que prosiguió la proyección evidenció así el poder de “La búsqueda”.

Su poder emana sobre todo de los testimonios de los tres protagonistas: José Carlos Agüero, Dolores Guzmán y Lurgio Gavilán. Además de darles un rostro humano a las innumerables y anónimas víctimas del conflicto armado interno, y de crear una introducción lo suficientemente completa para audiencias ajenas al conflicto, los tres aportan perspectivas realmente distintas que evitan la redundancia narrativa y que más bien generan una estructura dinámica y efectiva. Los tres representan generaciones, regiones y roles diferentes dentro del marco histórico y social del conflicto.

Dolores, en su condición de mujer migrante y quechua hablante, y al no tener un pasado mediático, es quizás el testimonio que mejor se distingue de los tres. De ahí que ella sea la que lidere el viaje entre Lima y el Perú profundo, el presente y el pasado, el recuerdo y la evidencia misma del conflicto en una fosa común. En efecto, la exhumación de la fosa de Chungui nos lleva directo al corazón de la desgracia humana tanto por las inquietantes imágenes de los restos de adultos y niños como por la recreación del trauma que experimenta Dolores, la única superviviente de la matanza, al identificarlos. A pesar de ser una secuencia difícil de capturar por su carga emocional, la cámara nunca abusa del dolor de su protagonista al mostrar solo lo suficiente para dejar en claro que las heridas de nuestro conflicto todavía persisten.

Esta idea se refuerza con las historias de Lurgio y José Carlos que, aunque no se entrecruzan con la Dolores, se enlazan de forma natural con el discurso narrativo y le aportan una reflexión crítica necesaria. El documental es consciente de que ambos en su momento fueron injustamente envueltos en controversia por haber estado vinculados forzosamente a Sendero Luminoso. Lejos de ocultarlo o negarlo, sus declaraciones honestas los reivindican como víctimas tan válidas como Dolores en el marco de la reconciliación. En el caso de Lurgio, antropólogo y autor del libro “Memorias de un soldado desconocido”, el viaje para denunciar la desaparición de su hermano ante un fiscal es menos escabroso en el terreno pero igual de complejo en el ejercicio de la memoria, sobretodo al recordar su ingreso en Sendero siendo solo un niño por seguir a su hermano.

José Carlos, poeta y autor de “Los rendidos” entre otros libros, comparte una vinculación similar por nacer de una pareja afiliada a Sendero que fue ejecutada extrajudicialmente, el padre en el penal de El Frontón y la madre en una playa de Lima. La distancia que separa a ambos hombres de sus desgracias personales, y el hecho de haberlas procesado antes a través de sus respectivas publicaciones, les permite emitir frente a cámaras testimonios sorprendentemente sobrios que no dejan de ser emotivos por sus apelaciones a la compasión y la reconciliación.

La busqueda - documental

“La búsqueda” no es un documental de entrevistas más que busque conmover a sus espectadores explotando miserias ajenas que, valgan verdades, muchos hemos ignorado. Se atreve más bien a generar momentos de auténtica reflexión de parte de testimonios complejos que pueden resultar inquietantes para quienes conciben la historia del conflicto en blanco y negro (que tristemente no son pocos). El codirector Mariano Agudo afortunadamente tiene experiencia desde casa en evidenciar crudas realidades de posguerra con diversos documentales sobre las víctimas del franquismo. Se entiende así que las intervenciones de sus testimonios logren ir más allá del esclarecimiento histórico. El retrato de José Carlos como incansable creyente y promotor del perdón y su expedición a la isla de El Frontón que lo confronta con el trauma del pasado reflejan el potencial catártico del documental que sería difícil de replicar en un reportaje dominical. Las pequeñas intervenciones de terceras personas como el médico forense que admite ampararse en las almas de los cuerpos que investiga para que le ayuden a encontrar la verdad también hacen que el discurso del documental sea aún más cautivante e inusual.

A todo esto hay que sumar una impecable fotografía que realza paisajes naturales como las imponentes montañas y nubes de la sierra ayacuchana, y unas sencillas melodías de charango que sirven de puntuación entre cada intervención o silencio. Con estos recursos complementarios los directores españoles terminan por compenetrarse con la cultura de sus protagonistas y por convencernos a los espectadores peruanos de que su documental comparte nuestra mirada y sensibilidad. Más que una coproducción binacional, “La búsqueda” representa un ejemplo de cine transnacional que, independientemente de la especificidad peruana de la CVR, evidencia la capacidad de tratar una realidad extranjera como una realidad cercana que puede servir de modelo a otras naciones golpeadas por guerras y conflictos, incluída España. Esto quedó demostrado al final de la proyección en Madrid con la emoción de los espectadores españoles y su interés por preguntarle a Mariano cómo se podría lograr el mismo sentido de justicia para las víctimas del franquismo.

Mariano Agudo, codirector de «La búsqueda», en la presentación en la Cineteca de Matadero en Madrid.

Hace unos meses comenté un documental español hecho por directores estadounidenses sobre la impunidad del franquismo, “El silencio de otros”, en el que también admiré el respeto y compromiso con el que dos extranjeros abordaron un tema culturalmente ajeno como si fuera propio. Creo que el documental de Agudo y Lagares es comparable tanto en su nivel de producción como en su empatía y generosidad hacia sus protagonistas. Me puedo imaginar la acogida que tuvo en el Festival de Lima el año pasado, y me puedo imaginar que en un futuro sirva de referente, al igual que otros documentales peruanos, para ayudarnos a entender lo que nos ocurrió como país y a recordar como se pudo recuperar la confianza y la dignidad gracias a un instrumento de la democracia que en otros lugares se quedó como tarea pendiente.

Es necesario que el informe de la CVR no se quede en un formato que pocos se atrevan en revisar pero no se puede dejar que los medios televisivos sean los encargados de recopilarlo en imágenes mediante reportajes sesgados. “La búsqueda” es, en efecto, una búsqueda de la verdad y la reconciliación pero también de la resiliencia y la esperanza que reside en gente como Dolores, Lurgio y José Carlos. Que esa búsqueda pueda emocionar e inspirar más allá de nuestras fronteras significa que, a pesar de todo, avanzamos.


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