[Entrevista] Carlos Marín, director de «Mapacho»


Luego de un estreno exitoso en la cartelera comercial, «Mapacho», la ópera prima de Carlos Marín Tello, se mantiene aun en su cuarta semana en cines de Pucallpa, sumando hasta el momento 14,000 espectadores.

Una cifra nada despreciable para una película proveniente de una región del país con una cinematografía aun incipiente, que se atreve además a presentar una historia de romance que tiene como protagonistas a personas trans, ofreciendo así una mirada distinta a la comunidad LGTB amazónica.

«Mapacho» suma esta semana a sus presentaciones, las proyecciones especiales en la sala Elgalpon.Transcinema en Pueblo Libre. Aprovechamos esta oportunidad para conversar con su director Carlos Marín:

Mapacho se ha convertido en la realización peruana más vista en los cines de Pucallpa, además de la película nacional que más público llevó a las salas en el día de su estreno. ¿Habías previsto esa convocatoria?

Yo no tenía dudas que en Pucallpa la película iba a ser un éxito, la verdad, mis expectativas eran mucho más altas, pero tuve que aterrizar. Estoy contento de que hayamos llevado más de 14 mil personas al cine, pero creo que pudo ir más gente si teníamos mejores oportunidades en la distribución de la película en las otras ciudades, especialmente en Lima.

¿Qué pasó con la exhibición en Lima? ¿Fue una decisión de ustedes proyectarla únicamente en tres salas?

El compromiso de nuestro distribuidor V&R Films fue estrenarla en al menos cuatro ciudades incluyendo Lima, eso se cumplió, pero de manera limitada. Si bien había un compromiso verbal de Cineplanet (típico de nuestros exhibidores) de abrir salas en algunos de sus cines en Lima, el día del estreno no lo hizo y apenas abrió un horario en Pucallpa, ¡a las 4 de la tarde!, que resultó siendo la primera función del día del estreno. Esa sala felizmente se llenó y por presión de los asistentes tuvieron que abrir un horario más. Sin embargo, siento que no lo hicieron con cariño a tal punto que, pese a las buenas cifras, nos sacaron de cartelera al final de la segunda semana. Cinestar y Cinépolis que decidieron ir con buenos horarios en Pucallpa al final consideraron, de modo muy poco optimista, relegar a la película a horarios muy poco competitivos en Lima, a pesar de haber tenido horarios fuertes y salas agotadas por ejemplo en el Festival de Lima. En Iquitos tuvimos la mejor performance después de Pucallpa, que iba creciendo día a día, pese a que salimos una semana después y sólo estuvimos en cartelera una semana.

Vayamos a la realización de la película. ¿Desde un inicio se pensó en rodarla en Pucallpa?

Sí, las historias las recogí en Pucallpa, era natural la decisión de rodarlas allá porque no concebía otro sitio. Si bien las historias podrían tener algo de universales, para mi hacerlas visibles en una ciudad como Pucallpa iba a ser potente también, sobre todo cuando es la primera película que se filma en dicha ciudad. De hecho, me pareció importante que Pucallpa fuera un personaje más, mostrando sus inequidades y desorden en que se desarrolla, indiferente, ajena a lo que la historia va contando.

¿Cómo nació la idea de realizarla y de contar la situación de las personas transgénero?

Hubo empatía y conmoción frente a las historias que fui conociendo de primera mano, de personas de la población LGTBIQ de Pucallpa, especialmente de las mujeres trans. Me conmovió esa enorme necesidad de encontrar una pareja, un amor de verdad, mas allá de los acompañantes eventuales o “puntos” con los que se encontraban en la discoteca, relaciones que eran asumidas además con cierta resignación. Era común escucharlas decir que ellas no podían pelear de igual a igual con una mujer por un hombre; eso, si bien era muy maduro y realista de su parte, me parecía duro y a la vez injusto.

Carlos Marín (izq.) dirigiendo una de las escenas de «Mapacho».

Creo que esa fue la chispa que encendió mi propósito de hacerla: explorar hasta qué punto era verdad lo que con tristeza las mujeres trans sostenían. A medida que fui avanzando con el guion que me tomó varios años hacerlo (desde la idea a la primera versión pasaron tres años), me di cuenta que esa forma de pensar también iba evolucionando, aparecieron casos de mujeres trans más jóvenes que encontraban su amor de verdad, pero esta situación era ajena a las mujeres maduras, parecían condenadas a quedarse solas, aunque seguian tomándolo con hidalguía y conservaban su convicción de pelearla hasta donde pudieran.

Esas situaciones se convirtieron en el punto de partida de la película y luego, más adelante, gracias al aporte de las mujeres trans en la segunda versión del guion, se incorporaron los temas de derechos encarnados en los otros personajes trans y que terminaron por perfilar la película en esta especie de mixtura de géneros que, como bien lo han dicho algunos compañeros cineastas, empieza como una telenovela, con sus brotes de comedia planteadas además desde la oralidad tan rica de los personajes trans y termina en una tragedia que deja a la gente sumida en un silencio reflexivo, conmovido, tal y como me sentí yo cuando conocí estas historias.

¿Cómo se eligió y preparó a actrices transgénero en su interpretación?

Fue una búsqueda extenuante. Desde el principio la teníamos clara, queríamos que nuestros personajes fueran interpretadas por mujeres trans. Habíamos leído un poco del proceso que vivió Claudia Llosa al momento de hacer “Loxoro” y creíamos que había tomado la mejor decisión cuando eligió también trabajar con actrices trans naturales.

Primero recurrimos a las organizaciones LGTBIQ de Pucallpa. La convocatoria fue amplia y respondieron masivamente, sin embargo, no dábamos con los perfiles. Fuimos a los eventos de belleza y ahí ubicamos a las que podrían hacer del personaje de Marcia, las invitamos al casting y estuvimos contentos con dos de ellas, y una era Valeria Ochoa. Luego para sus compañeras en la ficción invitamos a Gully Quiroz y Yajaira Valles a que pasaran su prueba y nos gustaron. Al principio, todas tenían una contendora, preseleccionada al igual que ellas, que participaron en varios talleres de actuación. Poco a poco, algunas se fueron quedando en el camino. Por persistencia y vocación, quedaron las que al final vemos en la pantalla.

¿Cómo se costeó la producción, cuántas personas intervinieron, y cuánto duro el rodaje?

«Mapacho» consiguió los premios DAFO de Desarrollo 2014 y de Largometraje exclusivo para las regiones 2015. Sin embargo, costó cerca de 800 mil soles, es decir el doble de lo que recibimos. Una parte muy pequeña se financió con el apoyo de pequeñas empresas e instituciones locales. Participamos en varios fondos de posproducción, pero no logramos ganar ninguno. Así que, poco a poco, con el apoyo y comprensión de mucha gente fuimos avanzando lentamente hasta acabarla completamente en abril de 2019. Aquí tengo que agradecer a Jorge Torres, Hans Matos, ‘Pancho’ Adrianzén y su equipo de Sontrac, y a Guarango, quienes se pusieron la película sobre sus hombros y le dieron para adelante.

En el rodaje fuimos alrededor de 40 personas, incluyendo los actores principales y secundarios. La película la filmamos en setiembre de 2016 en 28 días, y adicionalmente sumamos tres días al año siguiente para filmar un nuevo final que resultó de las conversas con cineastas amigos y las propias actrices trans.

Si bien «Mapacho» se desarrolla como ficción, hay escenas en que las actrices transgénero aparecen contando sus historias personales, al estilo de películas del Grupo Chaski como «Gregorio» y «Juliana». ¿Cómo llegaste a esa mirada documental?

Soy fanático de las películas de Chaski y su forma de hacer cine. De hecho, fueron referentes a la hora de buscar la forma de incluir estos momentos cuasi testimoniales en la película. Tal vez me faltó tiempo para pensarlas mejor, pero me gustan como han quedado, son los momentos cumbre de esa oralidad tan de ellas que quería quedara impregnada en la película.

¿Cómo abordaste los géneros en «Mapacho»? Identificamos tanto el melodrama, como la comedia y finalmente la tragedia en el desarrollo de su triángulo amoroso.

Al principio era un drama más oscuro y negro, el melodrama salió cuando me entrevisté con las mujeres trans luego de la primera versión del guion, la comedia fue el toque que le dio Yajaira Valles a su personaje de Susy Star, esa mirada risueña de las desgracias de todo calibre es natural en ella y me pareció importante meterla en la película, para subrayarla en el momento del drama y la tragedia y para resaltar la ironía de la vida en la escena final de la película. Creo que por eso el personaje de Yajaira cala tanto en el espectador, es con quien se genera la empatía, junto con Leydi Selva que encarna a la mujer trans que aprovecha las pocas oportunidades que tiene en la vida pero que también es golpeada por el abandono y la tragedia.

¿Cuáles han sido tus influencias en cine y otras disciplinas para el tratamiento audiovisual?

Cuando imaginamos la película con Katty Quio nos gustaba asociarla a Almodóvar, especialmente sus primeras películas como “Pepi, Lucy, Bom y otras chicas del montón”, “La flor de mi secreto” o “Todo sobre mi madre”, nos parecían alucinantes, especialmente el personaje de Agrado en esta última. Pero decidimos alejarnos del modelo y crear lo nuestro. Luego empezamos a alucinar como filmar la amazonía, ahí entra a tallar los filmes del vietnamita Tran Anh Hung como “Cyclo” y “El olor de la papaya verde”. De hecho, sirvió de inspiración para la fotografía y el arte que se enriqueció además cuando Aaron Rojas nos propuso incluir algunos cuadros de Cecarelli y Bendayán que finalmente no aparecen en el corte final porque pertenecían a una línea dramática que decidimos cortar. Sin embargo, esa sensibilidad visual de lo amazónico de estos artistas persiste en la atmósfera de muchas escenas nocturnas, y en los murales de escenas en la calle y hoteles.

Cuéntanos del trabajo que hicieron Alberto Venero en cámara y Rafo Ráez en música.

Con Alberto Venero ya habíamos trabajado mis dos cortos anteriores y se había metido de lleno a fotografiar la urbe amazónica. Con él y Aaron Rojas, el director de arte, fue crucial el trabajo de mesa para lograr los colores de «Mapacho». Creo que se comprendieron muy bien, fue un gusto trabajar con ellos, grandes profesionales. En la preproducción, a partir de los referentes que les propuse, ellos me enviaban otras muestras para enriquecer la fotografía o el color. Se engancharon con los personajes y sus historias y ambos lograron una armonía en la propuesta visual de la película que a mí me gusta mucho.

Con respecto a Rafo, él quería hacer la música desde que supo que habíamos ganado el concurso de largometrajes. Un tiempo atrás, habíamos conversado sobre la guitarra eléctrica en la cumbia y le presenté la música de «Los Invasores de Progreso» de Ernesto Diestro ‘Shanty’, uno de los emblemas nacionales en lo que a guitarra eléctrica se refiere. Le gustó, y creo que la película le pareció una oportunidad y un reto para meterse en el mundo de la cumbia amazónica y experimentar desde ahí. Además, le conté que me gustaba Ennio Morricone y junto con él coincidimos en que la cumbia amazónica tenía mucho de esos temas westerns, decidimos trabajarlo así para el personaje de Mapacho. “Risita de Pendeja” surge de su empatía con Susy Star y “Short celeste, polo azul” por Karina. En “Risita…” logra un tema emblemático porque justamente recoge la esencia de la cumbia que es cantar una situación triste con el ritmo alegre de la cumbia amazónica, lo que nos recuerda también la actitud de Susy Star frente a la vida.

Escuela de Cine Amazónico

En paralelo a tu trabajo de realizador, te desempeñaste como gestor cultural y tallerista de la Escuela de Cine Amazónico en Pucallpa ¿Hay algún vínculo entre tu película y lo que viene haciendo la Escuela?

Desde que decidí hacer cine en Pucallpa, lo primero que hice fue juntarme con gente que le gustara el cine y tuviera los mismos objetivos que yo. Esto, en una ciudad que no tenia una historia conocida de cine propio, parecía un sinsentido, pero encontré gente que soñaba con hacer cine, le faltaban recursos (económicos, metodológicos y de formación), pero ganas les sobraba. Me encontré con Katty Quio que apenas leyó mis primeros guiones se apuntó para producirlas y hacerlas realidad. Desde entonces, ella se convirtió en mi socia y compañera de viaje y participa también en la creación de las películas que proponemos. Así que empezamos haciendo un par de cortometrajes e involucramos a esos jóvenes de nuestro entorno. Los rodajes se convirtieron en una especie de talleres prácticos de formación para ellos. Nos acompañaron desde entonces Alberto Venero, Jorge Torres y Mario Guillén que fueron los primeros maestros para ellos.

Pero ahí nomás, apareció Fernando Valdivia, que juntamente con Katty ya habían estado cocinando la idea de hacer talleres de cine en Pucallpa; esto se hizo realidad en octubre del 2014 con nuestro primer taller de documentales auspiciado por el Fondo Socio Ambiental CASA de Brasil y un grupo de instituciones ambientalistas. Así nació la Escuela de Cine Amazónico. Varios de los chicos con los que hice mis cortos se metieron a los talleres de la escuela. Desde entonces la ECA viene formando a cerca de 200 jóvenes amazónicos, indígenas y amazonistas en el quehacer cinematográfico, apoyados la mayor de las veces por el Ministerio de Cultura a traves de los concursos de gestión cultural en el que hemos participado y ganado en tres ocasiones.

¿Qué se busca conseguir con «Mapacho» y esa articulación con las actividades de la Escuela?

Un puñado de chicos y chicas de la Escuela participó en el rodaje de «Mapacho», algunos como asistentes, otros en cargos un poquito más altos y aprendieron mucho del proceso y de los profesionales que invitamos de Lima para dirigir las diferentes áreas de producción. Actualmente, tenemos al menos una veintena de jóvenes capaces de participar en un rodaje de manera creativa y proactiva, y creo además que tenemos una de las áreas de arte más sólidas y competitivas, no sólo del cine hecho en provincias sino también del cine peruano en general. Invito a los cineastas de todo el país a tomarlos en cuenta. Me parece que, de aquí a unos años más, contaremos con jefes en todas las áreas de producción cinematográfica en la región Ucayali y con directores noveles haciendo sus películas y compitiendo en los fondos de desarrollo, producción y postproducción. Eso es lo que queremos, que nuestra amazonía, sus imágenes y temas, empiece a representarse por los propios amazónicos y se vuelva habitual en la cinematografía nacional.

Antecedentes

Hablemos un poco de tus primeros pasos en la realización, como tu trabajo en la ONG Calandria y otras experiencias.

En Calandria me formé. Hice mis pininos desde el reportaje con “aires de documental” (le despojamos de la voz en off e hicimos que los protagonistas de las historias fueran los que contaran la historia) hasta los híbridos ficcion-documental y finalmente la ficción “educativa” a la cual también despojamos del “mensaje final” y las hicimos más reflexivas, disyuntivas. El hecho de basar nuestras películas en historias reales abriendo la posiblidad de participación de la gente en ella es también una herencia que me parece super interesante de incluirla en el proceso de producción de películas.

La visibilización, darle voz a los sin voz, de acompañar luchas y reconocimientos que aprendimos en los años 90 en Calandria creo que son también una apuesta en el cine que queremos ver y hacer, sin descuidar que es también arte y cultura. Esta última, es un aspecto que muchos críticos no ven y si lo ven lo cuestionan como si el cine solo fuera arte. Me parece que estamos en la búsqueda de un lenguaje y una propuesta cinematográfica propia que incorpora todos estos elementos. No concebimos un cine sin consecuencias en el espectador, creemos en el espectador tocado, motivado por una película y «Mapacho» creo que es la primera de muchas que empezarán a surgir desde nuestra amazonía con esas características, es verdad, ahora todavía con defectos y altisonancias, pero más adelante tal vez con los mismos o nuevos defectos, pero siempre con honestidad y valentía.

Perteneces a un grupo de comunicadores audiovisuales que a mediados de los 80 se formaron en San Marcos, universidad a la que no suele relacionarse con lo audiovisual. ¿Qué puedes contar de la enseñanza que recibieron?

Recuerdo con cariño a mis maestros Pablo Guevara, Fernando Parodi, Balmes Lozano, Oscar Pacheco, Atilio Bonilla que nos nutrieron de cine desde que ingresamos a San Marcos a mediados de los 80. Creo que fueron años de mucha actividad cultural en lo que a cine se refiere: el cine club de San Marcos dirigido por Bonilla nos traía las maravillas del cine hecho en la ex URSS, Alemania, Italia, Francia y Norteamérica. Un puñado de alumnos hacíamos cine forums aprovechando la innovación del VHS y las vieograbadoras. No había recursos, pero nos las ingeniábamos para contar historias con fotos o dibujos en las clases de Parodi y Pacheco, animados por Lozano y Guevara escribimos y soñamos proyectos colectivos y personales, y cuando llegaron las primeras cámaras de video a la escuela, adquiridas con esfuerzo por los propios alumnos, empezamos a grabar nuestras historias.

Toda esa enseñanza básica nos sirvió para conseguir las becas en la Escuela de Robles Godoy; esa fue otra gran experiencia formativa para nosotros y es tal vez, la que nos ha inspirado ahora para hacer nuestros talleres en la Escuela de Cine Amazónico. Armando no solo fue un gran cineasta sino también un gran maestro y que además vivió y filmó en la selva. Algunos tratamos de seguirle los pasos. Fernando Valdivia es quien está más cerca con toda esa producción documental valiosa y contundente que hace visible las vicisitudes de nuestros pueblos originarios amazónicos y de las selvas afectadas por la intervención extractivista del hombre. Fabricio Rebatta también sigue la senda del maestro enseñando en varias universidades peruanas y realizando producciones experimentales de gran factura, así como Rafael Millán lo hacía en Chile antes de su muerte acaecida este año de manera sorpresiva; dejó escuela en el exigente mundo académico del cine chileno. Walter Rodriguez, el benjamin del grupo es el que más lejos ha ido, luego de una larga estadía en Norteamérica ahora se desenvuelve como director de fotografía en Francia y estamos a la espera de su primer largometraje.

Pero no hay que olvidar que también en ese tiempo se formaron nuestras productoras Tania Medina e Hisela Culqui y que vienen liderando importantes proyectos cinematográficos y audiovisuales. No me olvido de los que hacen televisión desde géneros populares como Susana Tupayachi y de los que lo intentaron en la televisión alternativa como Carlos Barreto -ya fallecido también- y Jaime de Lama.

Luego de su paso por cartelera, ¿cuál va a ser el recorrido de «Mapacho»?

A nivel nacional vamos a estar en algunos festivales más, como el Cinesuyu en Cusco y el Festival de Cine de Huánuco, que nos dará la oportunidad de mostrar la película en Tingo María, mi ciudad natal. Vamos a volver con todo a Lima, tercos como somos, y lo haremos en principio este 12, 13 y 17 de noviembre en El Galpón y el próximo año en otras salas alternativas. Igual queremos insistir con Iquitos y Tarapoto y alguna otra ciudad de la costa norte, en salas alternativas también. Con Habanero, nuestro agente de ventas internacional estamos postulando a «Mapacho» en diversos festivales, vamos a ver como nos va el año que viene.


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