Entrevista a Walter Rodríguez, director peruano de la comedia “Cosas de adultos”

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El realizador nacional afincado en París, Walter Rodríguez Rosales (Lima, 1975), estrena en los próximos días en el Perú una comedia grabada con bajo presupuesto en Miami, donde residió largos años. La comedia Cosas de adultos (2022), su tercer largometraje como director, es la historia de un actor que pasa de la fama sudamericana al anonimato en Estados Unidos y se ve obligado a hacer, como sea, cine porno amateur y colmado de incidentes. Conversamos a continuación con el realizador sobre el proyecto y su estreno comercial, que será este 15 de septiembre en salas de la cadena CineStar.

Walter, un tema contemporáneo central es la migración, que a la persona migrante reta y perturba, y a la gente local menos lúcida inquieta y enloquece. Habitualmente genera fuertes dramas, tú has hecho una comedia de enredos. Cuéntanos cómo diste forma a la idea y el tratamiento.

Yo fui inmigrante indocumentado por muchos años, y los que son ahora mis mejores amigos en Miami, éramos una mancha de sin papeles, todo el tiempo viviendo al borde. Y nuestra tragedia cotidiana era tan dura y tan inverosímil que muchas veces nos moríamos de la risa en medio del llanto. Nos juntábamos los sábados a las 3 de la mañana, saliendo de trabajo (todos trabajábamos en bares, restaurantes o discotecas), y hacíamos competencia de quién tuvo la historia más abominable en la semana. La constante en nuestras historias era la misma: el enemigo número uno del inmigrante indocumentado es el inmigrante con papeles, sobre todo si el indocumentado se rehúsa a seguir el circuito del chantaje y la opresión. Y es que el Miami latino es, más o menos, una dictadura bananera. Solo hay espacio para los que piensan como los que ostentan el poder: gente de extrema derecha. Ni siquiera tienes que ser rico, sólo tienes que coincidir con el discurso facho. No hay ni espacio para la disidencia. Como para que te hagas una idea, hay un restaurant nicaragüense en Little Havana con una ermita dedicada a Anastasio Somoza, que tiene una placa que dice “Anastasio Somoza, amó a su pueblo”. El Miami latino es la tierra donde Bayly dice en la televisión cosas tan fascistas que no se las permitirían ni en Lima. Ese es el mundo torcido y alucinante donde emerge Cosas de adultos: la tragedia es tan trágica que al que la padece le provoca constantemente una risa histérica que usa como mecanismo de defensa. De ahí sale Chango, el personaje interpretado por Alonso Espeleta: un tipo pobre, de pueblo, resentido con el sistema y que vive de sabotearlo.

Walter Rodríguez, director de «Cosas de adultos», su tercer largometraje.

El filme luce contrastes mordaces. El actor que encarna Angello Bertini es famoso en Sudamérica, caído en desgracia por el periodismo sensacionalista de TV, pero en Miami es un NN, a merced de un turbio empresario que pulula en el sector, y debe convertirse en cineasta porno amateur, improvisado. Estás comentando lúdicamente la asimetría entre la primera potencia mundial y América Latina.

Bueno, no es un secreto que el rol de la actriz Roxana Peña, quien encarna a la conductora de un show de espectáculos que le destroza la carrera al personaje principal, está basado en Magaly Medina. Y, justamente, el monólogo que justifica sus malos procederes lo saqué de uno de sus tantos monólogos de finales de los años 90, cuando era feliz e impune. De otro lado, muchos otros actores peruanos que conocí en Miami hace 20 años se mudaron ahí precisamente porque Magaly les había destrozado la carrera y, en algunos casos, no contenta con eso, ella se dio el tiempo y el presupuesto para mandar a sus esbirros a perseguirlos en Miami y humillarlos, mostrándolos trabajando en empleos menos glamorosos, mientras ellos sólo trataban de empezar una nueva vida. Todo por el beneficio de rating. El personaje que interpreta Angello Bertini tiene que pasar de ser un actor famoso a ser el house boy de un agente de talentos turbio que se dedica, además, a prostituir aspirantes a actrices. Dos negocios que van muy de la mano no sólo en EE.UU. sino en Europa también. Eso tampoco es un secreto.

La asimetría que indicas viene cuando el famoso actor que no doblaba ni una servilleta, debe ahora hacerle los mandados a un tipo con mucho poder y muy poca clase. Para serte honesto, ahí explotamos el schadenfreude [N.E.: el placer de ver humillado al otro] que el público de a pie experimenta cuando ve una persona de clase alta volver al casillero 1, sobre todo cuando la persona de clase alta está menos preparada para sobrevivir en un medio donde no tiene privilegio alguno. Pero, a diferencia de Magaly, no vendemos la ejecución pública de un pituco, sino tratamos de que la audiencia acompañe a un pituco que cae en desgracia, “se hace humano” y decide luchar para salir adelante.

Protagoniza el rol de Bertini, pero hay más personajes, subtramas y temas. En Miami a cualquiera puede alcanzarle la marginalidad; la comercialización extrema define la vida estadounidense; es inestable el audiovisual; el creador sufre pesadillas; la obra artística es capaz de provenir del caos.

El inmigrante en California cruza el desierto de Arizona por tres días y llega para enviar dinero a su familia. El inmigrante en Miami llega por avión y con un plan para conquistar el mundo. Una diferencia que no quita méritos a ninguna de las partes, pero la inmigración miamiense es sui generis y explica, además, por qué el stress de todos los personajes alrededor de Bertini por hacerse o ricos o famosos. Ese stress en esta historia tiene una riqueza dramática inexplicable: Bertini es Scarlet O’Hara, pobre y de rodillas, pero además sin papeles. Con el mismo self entitlement de que se merece el éxito y la misma convicción. Y es que, también, la vida del inmigrante en Miami es a veces alucinante: el mismo día que uno le pesa los tomates a Shakira en el supermercado, el otro le sirve una cerveza a Juanes, y el otro le parquea el carro a Maluma. Al final, si te rodean tantas estrellas, es inevitable pensar que uno mismo, también tiene una posibilidad en el sueño americano.

En la película, el protagonista tiene un sueño recurrente: Una rubia despampanante lo halaga y lo engríe: esa es la fama. El personaje de Bertini podrá ser pobre, indocumentado, endeudado y estar solo como un perro, pero no deja de ser un artista que sueña con hacer el amor con la fama. Ese es fue el punto convergente en la historia y con todos los actores y el crew que tomaron parte en la película. Cada día, cada escena en cada plano, siempre nos repetíamos “¡esta vez la hacemos!”, y mira, una cinta chiquita con un magro presupuesto ahora está en salas comerciales.

Revisemos el juego de estereotipos. ¿En el imaginario latino en Miami qué enuncia que Moulin se haga pasar por cubano?

Para nadie es un secreto que los cubanos son el grupo más influyente en Miami. Son los mandamases. Todo gira en torno de ellos: la cultura, la política, los negocios y por supuesto las influencias. Papo Moulin, encarnado por Miguel Paneke, es un centroamericano que se hace pasar por cubano, para hacer pensar precisamente a los demás que él también es parte de este grupo “intocable”. Pero no sólo eso, además se hace pasar por gay para dar un toque sofisticado a esa parodia de sí mismo. He conocido personalmente muchos latinos que para ser aceptados o ser parte del “círculo del poder” empiezan adoptando las posiciones políticas del exilio cubano y en muchos casos terminan hasta usando el mismo acento. No es broma, yo conozco a un pibe de Buenos Aires que habla como un guajiro de Guanabacoa, así, sin pudor. Y no lo culpo, después de todo en EE.UU. siempre se dice fake it till you make it (finge hasta que te conviertas en lo que finges ser).

Vamos a la producción. ¿En qué condiciones has realizado la cinta, cuánto costó, qué dificultades tuviste grabando en pandemia, cuán cerca te sientes del protagonista?

Lo que puedo decir es que costó menos de lo que cuesta un auto usado. Explico por qué. Al final de la segunda ola de la pandemia, en el verano del 2021, me encontraba en París, donde vivo hace 4 años, exhausto emocionalmente y algo deprimido. Estaba al teléfono con María Luz Zucchella, una productora de Los Angeles, muy amiga mía que me dijo: “¿Por qué no lo dejas todo y te vas a Miami a filmar algo? No sé, haz un corto, te lo financio y lo paseamos por festivales”. “Ah, no, si me voy hasta Miami tengo que hacer un largo”, le dije. “Nadie puede hacer un largo con el presupuesto de un corto”, “¿ah, no?, send me the money and watch me!”, reaccioné. Tres días después compré mi pasaje a Miami.

Escribí la historia en el avión y llegando a Miami me junté con Guillermo García, guionista argentino que conozco de mis años de indocumentado. Nos pasamos noches enteras muertos de risa, jugando a ser Dios en medio de galones de cerveza Corona, para seguir con la ironía. Al final teníamos 98 páginas y 40 personajes. ¡Te imaginas! Así que pensé en Roxana Peña, una estupenda actriz peruana que viene trabajando por casi 20 años en Miami y ha hecho muchas series y novelas. Conocí a Roxana en Lima, cuando yo trabajaba en el equipo de iluminación en la novela «La rica Vicky» y ella ya tenía pantalla. La llamé y le dije: “tengo una comedia, no tengo plata, pero te juro que nunca habrás visto en tu vida a un director que trabaje tan duro”. Se murió de risa y me dijo inmediatamente que sí, sin siquiera leer el guion. Roxana es una mujer maravillosa y fue pieza fundamental en la realización de la película. De ahí comenzó lo complicado, conseguir un cast de actores que no sólo tuviera talento, sino que entendiera que estamos haciendo anticine. No hay glamour, ni un ejército de asistentes, ni camerinos con aire acondicionado, ni fondos del gobierno, ni garantía de éxito. Sólo ganas de filmar, como decíamos en la universidad San Marcos: Creación heróica. Los actores se maquillaban solos, yo hacía cámara, la dirección de fotografía, la dirección de actores, Eduardo Leguía, talentosísimo productor peruano que hizo muchos comerciales en el Perú y hoy vive en Miami, resolvía como experimentado todas nuestras necesidades con una sonrisa y esa reputación que se ha ganado en los 10 años que reside en Miami. Grabando sin permiso, con esa fe que únicamente se tiene cuando uno se enamora de verdad.

¿Qué más cercanos del personaje nos podemos sentir? No solo yo sino este grupo de Inglorious Basterds. Estamos filmando la película de dos tipos que lo ponen todo en la cancha filmando sin plata y apuntando a una meta, siendo nosotros mismos unos tipos que lo poníamos todo en la cancha apuntando a una meta.

¿En qué otros países se estrenará «Cosas de adultos»? El cóctel de aventura, acción, riesgo y picardía en Miami podría atraer a un diverso público latinoamericano.

La verdad es que nosotros producimos la película para ser distribuida por plataformas digitales, pero a través  de María Luz la gente de la cadena CineStar vio la cinta e insistieron en ponerla en cartelera en Lima. Yo soy el primer sorprendido y, por qué no, halagado con la fe depositada en este proyecto. Ahora ya estamos hablando con cadenas en México y Centroamérica y, claro está, el circuito latino en Miami y Los Angeles.


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