La trata de personas y la explotación sexual asociadas al negocio de la minería ilegal del oro en la selva peruana sirven de contexto a “La Pampa”, sexto largo dirigido por Dorian Fernández-Moris, cuya historia intenta ilustrar y sensibilizar sobre esta problemática acudiendo de modo convencional al cine de género en clave de thriller de denuncia. 

Fue con “Desaparecer” (2015), ejercicio de cine de acción que aborda la tala ilegal de madera, que las películas del realizador iquiteño empezaron a diferenciarse de sus anteriores trabajos en el género de terror, para abordar en adelante la realidad de nuestra amazonia diezmada por la depredación de sus recursos naturales, y bajo el dominio de mafias que amenazan y someten a sus habitantes más vulnerables.

“La Pampa” empieza con el plano secuencia de la huida de dos mujeres adolescentes de un prostíbulo situado en el campamento minero que lleva el nombre de la cinta. Susy (Mayella Lloclla) y Reina (Luz Pinedo) llegan a la casa de Pedro (Fernando Bacilio), prófugo de la justicia que sobrevive como vendedor en el mercado de la ciudad, para que las esconda de sus perseguidores. 

El encuentro reaviva en Pedro el recuerdo violento de una tragedia familiar, lo cual le motiva a cuidar de Reina y ayudarla a encontrar a su familia. Ambos emprenden la búsqueda y descubrirán que los hechos tienen relación con los negocios de La Pampa, lo que los conducirá a un callejón sin salida.

Una trama así se prestaba para un tratamiento idóneo al género, con atmósfera amenazante, inesperados giros de guion que mantengan la atención a través de persecuciones y misterios que se revelan, y donde nada es lo que parece. Pero lo que se ve son situaciones dramáticas resueltas con debilidad y tiempos muertos que lastran el avance del relato subrayado con una musicalización invasiva y repetitiva.

Aunque el acabado visual presenta logros en la fotografía y en algunos momentos como los planos secuencia que siguen al protagonista en su ingreso y reconocimiento del campamento minero, la puesta en escena se engolosina en el uso desmedido de la steadicam y de tomas aéreas desde drones. 

Con tanta experiencia y recursos de producción, se esperaba algo más de esta nueva entrega del director. Pero con “La Pampa” sigue arrastrando carencias y errores de sus trabajos anteriores que dejan entrever que continúa priorizando la pericia técnica en lugar de aprovechar la sustancia y las situaciones dramáticas o cinematográficas de lo que muestra.

Y con relación al tema, hay que mencionar títulos como “Con el nombre de Tania” de la peruana Mary Jiménez (2019) o la mexicana “Noche de fuego” de Tatiana Huezo (2021) que ofrecen miradas más atentas y empáticas hacia las representadas: niñas y adolescentes en entornos hostiles donde son violentadas por el crimen organizado, la pobreza y la inacción del Estado.