Festival de Cine de Trujillo: Viaje (2022), de José Fernández

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Tras el diagnóstico de un cáncer terminal, Gabriel decide ir a morirse a Motupe, su tierra natal en el departamento de Lambayeque, en los días previos a la fiesta de la Santísima Cruz. Se refugia en la casa abandonada de su abuela y levanta un muro con la intención de aislarse del exterior. Al pasear por una laguna cercana conoce a Gladys, una adolescente a quien en el pueblo consideran milagrosa, que al enterarse de su estado querrá curarlo. Pese a sus diferencias de edad, nacerá entre ellos una relación determinada por la enfermedad y el deseo.

En “Viaje”, ópera prima escrita y dirigida por José Fernández del Río, seguimos el recorrido existencial del protagonista encarnado por el actor Marco Antonio Miranda. Desde el inicio, la posibilidad de la muerte articula el retrato de un personaje taciturno y huraño con los extraños. Su expresión corporal, atravesada por el dolor, así como el espacio que habita, de paredes deterioradas e invadidas de moscas, o acciones con el entierro de un perro moribundo, instalan un sentimiento funesto. Al padecimiento de Gabriel, se contraponen los preparativos del pueblo devoto para celebrar su tradición, y la intervención de Gladys (Estrella Aguilar Cortez) en la que aflora el despertar sexual mientras lleva a cabo sus sesiones de sanación vestida como una santa.

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En la historia se percibe la influencia de los primeros filmes de Carlos Reygadas (Japón, 2002) y Claudia Llosa (Madeinusa, 2006), en los que las pulsiones de vida y muerte se entrelazan con lo profano y lo sagrado, aunque en este caso no haya epifanías de sexo, violencia ni “tiempos santos”. Más cerca se encuentra del largometraje trujillano El ordenador (2012) de Omar Forero, con quien tiene en común el leitmotiv de sus personajes, hombres marginados y desahuciados que emprenden trayectorias geográficas y vitales hacia sus orígenes. 

Entre los logros de la película, cabe mencionar las escenas de su primera mitad, con el territorio silvestre de Motupe fotografiado en matices terrosos, que pone en relieve el abandono y precariedad de la existencia de Gabriel. También que a nivel de la producción local el director proponga un componente erótico, aunque ello se convierta en un recurso colateral y atenuado, debido a la débil construcción de los personajes. Forzada y desangelada, la pareja trasmite escasa química o perturbación en sus encuentros, lo cual termina opacando las posibilidades trasgresoras de una trama que las desaprovecha, y que remata con un cierre sensacionalista.

Pese a sus limitaciones, “Viaje” es una obra inusual dentro del audiovisual lambayecano aunque tenga algo de déja vù, de fórmula trajinada hace años en circuitos festivaleros. Una mixtura con tinte local que se conforma con reciclar a sus ilustres referentes del cine de autor.


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