[Festival Hot Docs] El Eco (2023), de Tatiana Huezo

El Eco

El Eco, tercer largometraje documental de la aclamada directora salvadoreña-mexicana Tatiana Huezo, retrata la cotidianidad rural en un valle norteño mexicano del mismo nombre, destacando las percepciones de sus habitantes más jóvenes mientras admiran, imitan o cuestionan a sus mayores. Pese a la precariedad económica e inclemencias climáticas que la acechan, la comunidad de El Eco se define más por su resiliencia y unión. El tratamiento narrativo de Huezo no peca de miserabilista o utópico pues se ciñe a la espontaneidad de los pobladores, la rutina de sus actividades y la volatilidad de la naturaleza. Su fotografía y banda sonora son los únicos elementos de intervención creativa en un retrato que destila sinceridad y esperanza.

Desde un inicio los niños y niñas son los mayores responsables del espíritu cándido de la película. Ya sea compartiendo faenas agrícolas con sus padres o aislados en sus mundos interiores, los menores reflejan sus valores y aspiraciones al expresarse sin reparos. Mientras que una niña juega a ser la maestra de sus juguetes, otros niños intentan enseñar lo que saben a sus compañeros de clase. Que ninguno muestre señales de mala conducta refleja un beneficio de la vida rural y del modelo de paternidad agrícola en contraste con una sociedad urbana corrupta y sobrestimulada. La inocencia de los menores también es palpable, por ejemplo, cuando se entretienen gritando desde una cumbre y escuchando los ecos que dan nombre al valle. Pero no todo son flores en esta infancia rural pues también se suscitan traumas como cuando un padre le dice a su hijo que recoger platos es cosa de mujeres, o cuando una madre niega a su hija adolescente participar en una carrera de caballos por ser mujer.

Entre los adultos también hay historias emotivas como la de una madre joven que no desea lo mismo para su hija, o la de una abuela que fue de las primeras personas en llegar a El Eco. Sin tener los distintivos culturales de una comunidad maya o de otra estirpe indígena americana que suelen servir como gancho comercial problemático, especialmente cuando los realizadores son de ascendencia occidental, la comunidad hispanohablante de El Eco demuestra ser igualmente compleja e interesante en sus diferentes aspectos sociales. La ceremonia y procesión por un fallecimiento, o el sacrificio no religioso de un animal, no dejan de ser culturalmente relevantes por no tener connotaciones de misticismo indígena. Huezo dignifica a esta población olvidada por el Estado mexicano a través de una mirada libre de prejuicios y que rescata, entre otras cosas, su conexión con la naturaleza.

El documental complementa su retrato íntimo de la comunidad con una gran variedad de planos estimulantes logrados por la cuidada fotografía de Ernesto Pardo. La perspectiva de un perro ovejero dirigiendo velozmente el ganado, o los primeros planos que muestran a las nietas cuidando de su abuela son ejemplos de cómo lo ordinario se vuelve estéticamente reconfortante. Ciertos momentos de tensión atmosférica también son acentuados con impactantes planos generales de tormentas y con una banda sonora trepidante. El trabajo de edición también es destacable en tanto que la selección de grabaciones espontáneas termina por ofrecer una historia tan elocuente y conmovedora como la de un largometraje de ficción.


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