«May December»: Todd Haynes, Julianne Moore y algunas (ligeras) variaciones de la receta moral

May December

Ejemplos de cineastas especialistas en construir papeles femeninos hay varios en la historia del cine. Algunos de ellos incluso han logrado crear una institución alrededor de este atributo como podría ser el concepto de ‘chica Almodóvar’ en el caso del director manchego. Contemporáneamente, es imposible no acordarse de cómo trabajar con Woody Allen (aunque es impopular mencionarlo ahora) representaba un evento muy importante en la carrera de las actrices más importantes durante varias décadas. Y por supuesto, debe entrar en consideración el mismísimo Alfred Hitchcock, de quien además se ha escrito bastante sobre la manera en la que sofocaba con sus exigencias a sus protagonistas femeninas.

En esto reflexionaba, a propósito del estreno de su más reciente película May December (Secretos de un escándalo, 2023), ya que Todd Haynes definitivamente debería ser otro de los más notables ejemplos de la lista. Al director californiano no le sería esquivo atribuirle la misma cualidad de realizar películas que existan por y para sus papeles femeninos. Si bien el director californiano ha elegido a la siempre magnética y enigmática Julianne Moore como su eterna ‘musa’, Haynes también ha dirigido a virtuosamente a Cate Blanchett y Rooney Mara en Carol, y como coprotagonista de su más reciente largometraje a Natalie Portman; y siempre ha encontrado la manera de que el personaje y la actriz se alimenten mutuamente en beneficio de la trama.

Pero vamos propiamente sobre la cinta que nos ocupa. May December está basada en un caso real ocurrido en Washington, aunque la película esté ambientada en Maine. En la cinta tenemos a Elizabeth (Natalie Portman), una famosa actriz que decide hacer trabajo de investigación in situ para el próximo papel que interpretará y que está inspirada en hechos reales: un chico de trece años se convirtió en padre tras mantener un “amorío” con una mujer casada y veinte años mayor que él. La noticia revolucionó a la ciudad y al país entero, la mujer fue a prisión, dio a luz en la cárcel y al salir dejó a su esposo y a los hijos que tenía con él, para casarse con el adolescente. En el presente, casi veinticinco años después, la pareja conformada por la exconvicta Gracie (Julianne Moore) y Joe (Charles Melton), ahora en la mitad de sus treintas, sigue junta y tienen tres hijos; mellizos, los últimos, a punto de ir a la universidad. Elizabeth, en principio, es una agradable presencia para la familia. Hace preguntas respetuosamente sobre los hechos y trata de entender como ocurrieron los inéditos sucesos que dieron pie a los encuentros sexuales y, especialmente, a prolongar el vínculo afectivo entre ambas partes. Además logra conversar con otras partes involucradas como el exesposo, los dueños de la tienda de mascotas donde todo sucedió, uno de los hijos del primer matrimonio de Gracie, y otros tantos más.

El guion, firmado por Samy Burch, le brinda la estructura necesaria a May December para sostenerse sobre un trípode conformado por el arco personal de los tres protagonistas que se van intersecando en ciertos momentos. No es tanto por los sucesos que ocurren, sino por expresiones, gestos y actitudes de los personajes que la trama va evolucionando para plantarse desde el juicio moral de la situación. Con tintes de comedia oscura, con bastante esencia de melodrama y algo de thriller erótico, la cinta discurre de un tono de sátira de la cultura de los tabloides y chismes que generan celebridades sin ningún oficio ni beneficio, hasta la indignación final de normalizar situaciones con flagrantes víctimas y victimarios. Pero ¿cómo llegamos a ella?

Dentro de la filmografía de Todd Haynes, posterior a sus primeros filmes que se decantaban por tramas y herramientas experimentales, aparecen sus largometrajes mejor valorados que suelen ser protagonizados por personajes femeninos con un aparente estilo de vida opulento y despreocupado, que terminan siendo prisioneras de situaciones que las superan y que por el contexto histórico y social en el que se encuentran, en ocasiones materializado en una contraparte masculina, deben aceptar el sufrimiento sin encontrar empatía ni consuelo. En Far From Heaven (2002), su película mejor lograda a gusto personal, es la protagonista quien sufre el desprecio de la sociedad, absorbiendo los prejuicios de los que su marido también podría haber sido objeto. Y así también en un título previo como Safe (1995), con la rara enfermedad que ataca a la protagonista sin que su esposo logre entender el padecimiento, o en una cinta posterior como Carol (2015) en la que es directamente el exesposo del personaje de Cate Blanchett el principal obstáculo en el argumento, aun con un final menos desventurado.

Teniendo ese elemento característico presente en Haynes, es particularmente visible que la víctima sea un personaje masculino en esta ocasión. No solo ello, sino además un adulto sin ninguna discapacidad ni oprimido por algún tipo de discriminación social que vive acomodadamente y sin carencias. Esta justamente es la trampa en la que podemos caer como espectadores. No es Joe, interpretado por un Charles Melton con la precisión exacta para hacer el personaje completamente suyo, un hombre al que la vida se le complique de un momento a otro por una situación fortuita, sino más bien es el producto de una situación de la que no pudo escapar mientras era vulnerable porque nunca tuvo quien lo proteja frente a las amenazas. Sobre ello ha construido no tanto su masculinidad, sino más bien su identidad adulta, que no es compatible con la de alguien que ha crecido lejos de los traumas que él atravesó. Lo disimula bien, pero basta con tocar ciertos puntos frágiles para que se derrumbe por completo.

May December

Y para ello están las dos protagonistas. Vale mencionar que las mejores decisiones artísticas de May December suceden durante los diálogos de Elizabeth y Gracie, en la que se utilizan planos conjuntos para simular que ambas tienen un espejo delante y se hablan no directamente, sino mirando a sus reflejos. Detalle interesante, puesto que en alguna secuencia posterior en la que ya somos conscientes de la escala moral del personaje de Natalie Portman, aparece ella sola frente al espejo ya mimetizada incluso con las maneras y palabras de Gracie. Por cierto, algo de Black Swan (Darren Aronofsky, 2009), papel que le valió un Oscar a Portman, tiene en estas escenas y por ello el casting parece haber sido el ideal. Es Elizabeth la representación personal de la absoluta indiferencia y egoísmo frente a la víctima, partiendo no solo de una acusación menor de irresponsabilidad afectiva, sino de una hipocresía mayúscula disfrazada de ambición por el beneficio propio.

No es mejor, desde luego, el personaje de Julianne Moore, aunque el libreto se guarde para el final su porción. Gaslighting le diríamos según los anglicismos tan en tendencia. Lo cierto es que es Gracie la responsable directa no solo de la deformación emocional de Joe, sino de mantenerlo cautivo durante tanto tiempo con cadenas tan fuertes como invisibles. Es cierto que la sociedad en la que viven ha validado la anomalía, y además tampoco aparenta ser una persona estable emocionalmente, pero no hay excusa para tal nivel de abuso y daño que causó por años. Ahora bien, quizá el guion peca de omisión por darle mayor peso a las emociones que a los hechos y además por tratar de no empatizar con ella, pero puede que al tercer acto le haya faltado un cierre más definido para este personaje, de quien se deja mucho por explicar.

Tras el drama legal ambientalista de manual que fue Dark Waters (2019), probablemente la cinta más convencional que haya dirigido, Todd Haynes regresa con este particular largometraje del que comenta haberse inspirado en Persona (Ingmar Bergman, 1966), Sunset Boulevard (Billy Wilder, 1950) y The Graduate (Mike Nichols, 1967) para rodarla. Sí se puede encontrar elementos de todas ellas en May December, pero muy sutilmente también mantiene el estilo propio para utilizar ambientes cercanos a la naturaleza, planos con textura para hacer referencia al pasado, una banda sonora de notas graves de piano que reacciona infatigablemente a los diálogos. Todo ello conduce a que nunca se deje de percibir un filme algo extraño, pero atractivo en sus propias formas. Como el cine más propio del director, pero con ciertos cambios. Retador, pero sumamente entretenido. Difícil de explicar, pero fácil de entender.

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