Pedro Páramo, del escritor mexicano Juan Rulfo, es una de las novelas más importantes de la literatura de su país y más famosas del llamado boom latinoamericano de los años 60, y también una de las más difíciles de adaptar a la pantalla grande por su enorme complejidad en la proliferación de voces, personajes, tramas y tiempos no lineales.
Es por eso que tanto la versión de 1967 a cargo de Carlos Velo y la de 1978 a cargo de José Bolaños dejaron mucho que desear, sobre todo en la primera, en la que incluso el protagonista era un actor estadounidense que casi no hablaba español.
El encargado de esta nueva versión producida por Netflix es el mexicano Rodrigo Prieto, un notable director de fotografía que se dio a conocer internacionalmente con su trabajo en Amores perros (2000) de González Iñárritu, y de allí en adelante desarrolló su carrera en Hollywood trabajando con directores de la talla de Martin Scorsese, Spike Lee, Oliver Stone, Ang Lee entre otros. Ha sido nominado varias veces al Oscar y al Bafta, y ha obtenido premios en el Festival de Venecia y el Festival de San Sebastián. Así que aunque se trate de su ópera prima como director, no es que a Prieto le falte precisamente experiencia.
Prieto ha intentado ser fiel en lo posible a la novela de Rulfo, y si bien no logra reproducir toda su complejidad, sí ha logrado manejar con eficiencia los flashbacks, múltiples personajes y las diversas tramas que tiene la novela, aunque centrándose en dos principales: la de Juan Preciado el hijo negado de Páramo que llega al pueblo de Comala a reclamar su herencia a su padre y la de Pedro Páramo, su padre, un hombre cruel, sanguinario que manda a eliminar a todo lo que le estorba y a quien solo logró quebrar un amor imposible, el de Susana San Juan.
El buen casting permite que los personajes sean bastante creíbles, sobre todo el de Manuel García-Rulfo a quien le bastan su voz y su presencia para componer un Pedro Páramo cruel, pero al mismo tiempo sufriente por las pérdidas y el desamor. Héctor Kotsifakis, quien hace de Fulgor Sedano le sabe dar la réplica en las escenas que aparecen juntos; también destaca Roberto Sosa quien da vida al contradictorio y atormentado padre Rentería y por supuesto también Mayra Batalla, quien encarna a Damiana, la fiel criada de Páramo.
Por el otro lado, Tenoch Huerta es un muy convincente Juan Preciado y sale airoso de la difícil tarea de hacernos sentir primero su desconcierto, luego el miedo, el pánico y finalmente el descansar en paz luego de sus encuentros con los personajes de Abundio, Eduviges, Damiana entre otros.
Otro acierto de Prieto (y su editora Soledad Salfate) es el manejo de los tiempos, aunque no hay indicadores que nos avisen los saltos de un momento a otro o saber si los personajes están vivos o muertos, la forma cómo el director combina los diálogos y las voces en off con las imágenes hacen que el espectador se sitúe rápido en el contexto, tomando en cuenta además que el espectador de Netflix está acostumbrado a ubicarse en estos saltos temporales, porque es un recurso muy visto en las producciones de esta empresa de streaming. Si bien el haber leído la novela no es una condición para entender la película, los que lo hayan hecho tendrán una ventaja para entenderla mejor.
La música de Gustavo Santaolalla es precisa: aparece solo en los momentos en que es necesaria sin intentar robar protagonismo en ninguna escena. La fotografía a cargo del mismo Prieto junto a Nico Aguilar, también está correcta aunque es más acertada al recrear la enrarecida atmósfera de la Comala a la que llega Juan Preciado, que al mostrarnos el mundo de la Medialuna y sus alrededores donde por momentos peca de preciosista (un ejemplo: los ensueños en blanco y negro de la delirante Susana San Juan).
En suma, el debut de Rodrigo Prieto en la dirección no será una obra maestra, pero podemos afirmar que es la mejor versión que se ha hecho hasta el momento de la complicada y memorable novela de Juan Rulfo.
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