La marche de l’empereur
Dir. Luc Jacquet | 85 min. | Francia | Documental
Intérpretes:
Versión en francés:
Charles Berling (Narrador, pingüino padre), Romane Bohringer (Narradora, pingüino madre), Jules Sitruk (Narrador, pingüino bebé)
Versión en inglés:
Morgan Freeman (Narrador)
Estreno en Perú: 5 de octubre de 2006
El francés Luc Jacquet sorprendió gratamente con este documental en el cual con investigación y pasión nos presenta el rito vital de una especie aislada en la helada Antártida. Se trata del pingüino emperador, el más terco habitante del continente del sur y al cual conoceremos en detalle a partir de su tradicional lucha por la supervivencia, cristalizada en una peregrinación hacia las tierras más resistentes al poderoso invierno. Lo interesante del asunto es la forma en que el realizador se acerca a este fenómeno anual. Nos encontramos con un retrato humanizado de esta tribu que logra el detallismo pero además supera el distanciamiento del ojo científico de los programas que como este film tienen el apoyo de la National Geographic. Mérito de su realizador que nos entrega un retrato cinematográfico espectacular y a la vez lírico. Acaso sea la prueba de que el documental es una expresión más personal que didáctica, esencia misma del arte.
Estamos en presencia de un lujoso y paciente trabajo en el cual el director se revela como un más que atento observador del comportamiento animal. Pero rápidamente nos encontramos más allá de ello. Estamos ante una mirada muy personal en la que Jacquet se convierte en cronista entusiasmado por la maravilla, ahí donde el ojo común o mas bien desatento no contempla sino las faenas cotidianas de la reproducción y alimentación. Los sentidos del director están completamente abiertos a lo que la naturaleza le comunica y resulta más extraordinario de lo que parecía. Así vemos el inicio del viaje invernal hacia “hielo firme” del protagonista masivo que son uno y miles al mismo tiempo. Desde el inicio del peregrinaje estamos inmersos en un estudio y relato de un símil de nuestros propios intereses, cooperación y necesidades. La cámara es contagiada por este entusiasmado retrato y no se pierde ni un solo detalle de la conducta plural o individual de los personajes.
Se trata hasta cierto punto de una comunión de extraña alquimia entre la ficción y la verdad o al menos como se han establecido los códigos de ambos supragéneros (no tan fáciles de separar uno del otro como ha parecido desde siempre). En un trabajo como este quedan paradójicamente reveladas las dimensiones más complejas que definen con las justas un lado del espejo del que se encuentra mas allá. Jacquet está convencido de la magia de ese pedazo de realidad que presenta ahí escondida en el lugar más remoto y nos la presenta reprocesada con todas las ventajas a las que puede acceder un realizador de nuestro tiempo. Así es que sentimos a cada cambio o paso del ritual un testimonio auténtico de vida y todo lo que contiene como si fuera una versión paralela de la historia de la humanidad. Es un resumen de tradiciones y modos de interactuar transmitidos con el paso de los siglos. Idea común de tantos especiales sobre la vida animal pero superada de todo el simple didactismo y acercamiento de rutina.
El espectáculo de fríos tonos no está ajena al colorido y la emoción de una batalla peleada en desventaja pero hasta las últimas consecuencias. Su cámara bien acompaña por el narrador (en este caso vi la versión en inglés a cargo de Morgan Freeman) nos presenta así la lenta y torpe marcha hasta la meta que apenas será la primera de tantas difíciles circunstancias a las cuales deberán hacer frente. La aglomeración y búsqueda de pareja coincidirá sincronizadamente con la llegada de los primeros vientos, heraldos anunciantes de los potentes golpes que darán inicio a la guerra contra los meses de noche invernal en la que las dificultades por concebir y proteger a la nueva generación se desarrollarán ante nuestros ojos como en la más vívida ficción argumental.
Y en cierta medida eso es lo que hace un documentalista convencido, incluso el más cerebral y distanciado. Ofrece su particular perspectiva imposible de quedar afuera por más que lo nieguen las voces que reclaman el purismo en la especialidad. La realidad no se capta tal cual en su totalidad pues siempre será alienada por la mirada particular de su creador desde el momento mismo en el que su cámara (invención artificial) se planta y corre la cinta (que a su vez reproduce esta “realidad” para crear su propia “verdad”). De ello se ha ocupado el cine de todo tipo y calidad desde la aparición de aquel tren llegando a la estación presentado por los hermanos Lumière. El también francés Jacquet hace lo que su oficio e intereses le indican y el resultado es en resumidas cuentas una película interesante y emocionante, lo mejor que podemos pedirle al cine.
Jorge Esponda
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