Dir. José Padilha | 115 min. | Brasil
Intérpretes: Wagner Moura (Capitán Nascimento), Caio Junqueira (Neto), André Ramiro (André Matias), Maria Ribeiro (Rosane), Fernanda Machado (Maria), Fernanda de Freitas (Roberta), Paulo Vilela (Edu), Milhem Cortaz (Capitán Fábio), Marcelo Valle (Capitán Oliveira), Fábio Lago (Claudio Mendes de Lima ‘Baiano’)
Estreno en España: 13 de agosto de 2008
Prepárense y abróchense los cinturones porque estamos ante la película brasileña más exitosa de los últimos años, Tropa de Elite, que ha conseguido ser un fenómeno de recaudación siendo mercancía de Festival, ganadora del Oso de oro de la Berlinale 2008. Padilha muestra, libre de posicionamientos, que esta violencia incontrolable es un círculo cerrado y vicioso. Muestra también las grandes diferencias de clase en este intenso país, el Brasil de los pijos universitarios que consumen drogas y son benevolentes con los camellos, pero consideran a la policía los más malos de la película.
Operación Papa
Se preguntaba hace unos años José Padilha, a propósito de su éxito Ônibus 174 (2002) qué es la crítica cinematográfica. Para él no propone un aparato lógico a partir del cual alguien pueda analizar e interpretar un filme. No parte de criterios estructurados de análisis. Es más bien, decía, ante todo algo personal y basada en opiniones.
Así parece, se habla (hablo) de las películas desde una perspectiva absolutamente personal, aunque también procurando equilibrar en la opinión, o intentándolo, todos los componentes del conjunto de la obra que provocaron nuestra fascinación, o nuestro rechazo. No creo, al menos entre los que no estamos subidos al podium, ese que nutre la crítica de prejuicios, que nos afecten intereses o escrúpulos varios, algo que desde mi perspectiva personal aborrezco. ¿Por qué eludir que un Hancock no es un farol despreciable (dentro de su contexto), o qué la saga Bourne ha influenciado mucho en la estética del cine actual (evidente en la cinta de la que voy a hablar), de la misma forma que alabamos las glorias del cine independiente, entre los que también hay verdaderos pastiches infumables?. En eso consiste hablar del batiburrillo del celuloide, producir recomendaciones, que en ocasiones son bien dispares, sin darle más importancia de la que tiene. Cuando algo es extremadamente bueno, sobresale por sí mismo, al margen de premios, u opiniones influenciables.
Prepárense y abróchense los cinturones porque estamos ante la película brasileña más exitosa de los últimos años, Tropa de Elite, que ha conseguido ser un fenómeno de recaudación siendo mercancía de Festival, ganadora del Oso de oro de la Berlinale 2008. Sin escapar a la polémica en su propio país, Brasil, ha tenido tantos espectadores antes del estreno oficial como después. Al fin y al cabo, hay piraterías que redireccionan hacia el éxito rotundo. Tanto es así que ello obligó a su director, del que hablaba al comienzo, José Padilha, a reeditar algunas partes de la historia
Tropa de Elite es una película fascinante. Y su fascinación reposa en su perfecta cinematografía, un engranaje que usa del lenguaje documental, el llamado cine verdad, para contar una ficción que encierra una historia controvertida por lo que tiene de relación con la realidad pura y dura. Padilha ha contado con la colaboración en el guión de Bráulio Mantovani, (guionista que fue también de un filme en línea similar, Ciudad de Dios de Fernando Meirelles) y ha realizado una labor artesanal minuciosa en la fabricación de un filme que envuelve todo en elegante sincronización para que al espectador (inteligente) no pierda pie por ningún hueco. Estamos frente a un cine altamente político, pero sin obviar su dinamismo cinematográfico, es entretenido, hermoso, fascinante es la palabra perfecta para definirlo. Es una despiadada crítica (Padihla no se corta ni un pelo en presentar lecturas inéditas del poliedro violencia de Río de Janeiro), sin una gota de corrección política, tan usada ésta en las boutades de Hollywood vía progresista de parné. Ahí estaba Costa-Gavras, por lo tanto, dirigiendo el jurado de Berlín, y siendo engullido por la magia del trabajo de este cineasta brasileño, dando, pues, un codazo a la portentosa Pozos de ambición, del poeta mimado de Hollylandia, Paul Thomas Anderson. Bien merecido premio, volviendo a la opinión personal.
La violencia de las favelas de Brasil ha sido mostrada ya en varias películas. Cualquier visita a Latinoamérica del Papa de turno también parece ser, últimamente, una buena tramoya en los guiones, (véase la uruguaya El baño del Papa, 2005). Ambos matices están relacionados en Tropa de Elite. El BOPE es un batallón especial perteneciente a la policía brasileña que se entrena al más puro estilo militar guerrero, para combatir de manera extrema la delincuencia, también extrema, del peligroso territorio laberíntico, bajo la ley única del narcotraficante, que conforman las favelas. Son, los hombres que llegan (muy pocos) a formar este batallón, máquinas implacables, eficientes y sobre todo incorruptibles, en una institución que está sobrada de corrupción. Suben a las favelas, como afirma su capitán, Nascimento, para matar no para morir. Vestidos de negro, y con una aura y porte militar cautivador, fuertes, equilibran sus métodos entre la tortura imprescindible y la ética de la legalidad, difícil equilibrio para desenvolverse en el mundo del narcotráfico más extremo, donde la palabra piedad no existe.
Padilha muestra, libre de posicionamientos, que esta violencia incontrolable es un círculo cerrado y vicioso. Muestra también las grandes diferencias de clase en este intenso país, el Brasil de los pijos universitarios que consumen drogas y son benevolentes con los camellos, pero consideran a la policía (sin aupar las excepciones) los más malos de la película. Aunque todo hay que decirlo ésta se gana su fama. Pero a veces hay piezas incorruptibles e ingenuos, piedras rasas que quiere aplastar toda putrefacción, y lo hacen con pasión, una pasión que les puede llevar también a la locura, de ahí que el capitán Nascimento (un estupendo Wagner Moura) quiera buscar un sustituto para salvar su propia familia y su propio equilibrio mental. Es entonces cuando se cruzan en su camino dos diamantes en bruto, Neto y Matias, y el cineasta lo cuenta con un sorprendente montaje, haciendo virar el rumbo de la película desde el centro al comienzo.
La esencia de la película se sustancia de este encuentro, preparación y sustitución. Y lo hace a través de un montaje muy atractivo y emocional, con cámara nerviosa, una brillante y acertada voz en off, la de Nascimento, (que tomen nota todas esas cintas que la cagan en este punto), unos actores insuperables, una banda sonora que recrea poderosamente el ambiente y subyuga al espectador en su butaca hasta la última letra de los créditos finales, una técnica de montaje que crea tensión sin aturdir la información, unos encuadres de luz enamorados de la historia, todo esto, al margen de mi opinión personal de comentarista, es una labor perfecta de cinematografía. Lo que significa que por encima de mensajes y críticas político-sociales, Tropa de Elite no olvida la capacidad esencial del cine, entretener e hipnotizar al espectador.
Y vaya si lo consigue.
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