Festival de Lima 2008: Un tigre de papel (2007)


Dir. Luis Ospina | 112 min. | Colombia

Participan: Arturo Alape, Jotamario Arbeláez, Joe Broderick, Carlos Mayolo, Jaime Osorio.

Pedro Manrique fue protagonista de una época. Estuvo en la Unión Soviética, en la Europa comunista, en China, allá donde germinara una revolución, y dejó a su paso a muchos testigos impactados con su elocuencia y audacia. Sin embargo, su mayor logro no estuvo en la política, ni siquiera en el arte, sino en hacer marketing de su propio mito. Un tigre de papel tiene a Manrique como pretexto para construir una reflexión irónica sobre una época, hoy quizá mitificada, pero que fue, según Ospina, «el último momento en el que la humanidad creyó que podía cambiar el mundo».

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Un tigre de papel del colombiano Luis Ospina, documental en competencia dentro del Festival de Lima 2008, es un trabajo inclasificable, armado con retazos, pero en conjunto muy estimulante. Se trata de la vida de Pedro Manrique Figueroa, un artista como no habrá otro en Colombia, precursor del collage, apasionado del comunismo, alborotador a tiempo completo, sedicioso surrealista, ubicuo en todo acto político-cultural y, momentáneamente, poeta, cineasta y actor, hasta que desapareció misteriosamente. El relato de esta insólita vida es más bien un viaje hacia décadas de fervor político, de Guerra Fría, de expansión de las mentes pero también de delirios en nombre del anti-imperialismo.

Así como el arte de Pedro Manrique que sobrepone emblemas de propaganda comunista con pastiches de toda índole, Un tigre de papel también se compone de piezas recicladas: noticiarios, panfletos audiovisuales, «material encontrado», citas escritas a toda pantalla ytalking heads alrededor del mundo. Una combinación de texturas que alcanza tonalidades kitsch. Elegir este estilo se hace inevitable al intentar perseguir a un personaje como Pedro Manrique, sin registro fotográfico, con el rumor como biógrafo y escurridizo entre los huecos de la memoria.

Pedro Manrique fue, por decir poco, protagonista de una época. Estuvo en la Unión Soviética, en la Europa comunista, en China, allá donde germinara una revolución, y dejó a su paso a muchos testigos impactados con su elocuencia y audacia. Sin embargo, su mayor logro no estuvo en la política, ni siquiera en el arte, sino en hacer marketing de su propio mito. Un tigre de papel tiene a Manrique como pretexto para construir una reflexión irónica sobre una época, hoy quizá mitificada, pero que fue, según Ospina, «el último momento en el que la humanidad creyó que podía cambiar el mundo». Sin demasiada nostalgia, ni dogmas ni desencanto, las voces convocadas dan cuenta de la contradicción entre la vida artística y política en los 60 y 70. Pedro Manrique es el mejor símbolo de esta contradicción. Un artista al servicio de una revolución indiferente al arte, y un revolucionario que mercadea su individualidad para ser reconocido como artista. En su última aparición conocida, Manrique quiere donarse al Museo Nacional de Colombia diciendo «mi obra soy yo».

El documental es de factura irregular. El video digital no oculta el grueso de sus pixeles, lo que sumado a la extravagancia del personaje, causan una divertida sensación de que todo es una gran tomadura de pelo. Una pista: con la idea de quebrar el sistema monetario capitalista, Manrique se ocupa de sellar con la palabra «fake» (falso) todos los dólares verídicos que sea posible.

Luis Ospina es uno de los principales hombres de ideas del cine en Colombia. Formó parte del Grupo de Cali, junto con Andrés Caicedo y Carlos Mayolo, con quienes en los 70 fundó la influyente revista Ojo al Cine. Ha realizado los largometrajes de ficción Pura sangre (1982) y Soplo de vida (1999), pero su trabajo cinematográfico más reconocido fue el documental Agarrando pueblo (1977), codirigido con Carlos Mayolo. También dirigió La desazón suprema (2003), perfil del polémico escritor Fernando Vallejo, autor de La virgen de los sicarios.


Una respuesta

  1. […] p.m. La Sala Azul pasa el documental del día: Un Tigre de Papel. Soporten los 15 primeros minutos que desconciertan. Después la cinta se deja llevar […]

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