Dir. Pablo Trapero | 113 min. | Argentina – Corea del Sur – Brasil

Intérpretes: Martina Gusman (Julia), Elli Medeiros (Sofia), Rodrigo Santoro (Ramiro), Laura García y Tomás Plotinsky.

Leonera es una película narrada con nervio y mucho oficio, dotada de un personaje femenino corajudo que se sostiene a lo largo de la lacerante trama –encarnado hasta el tuétano por Martina Gusman, esposa del director y productora ejecutiva del proyecto–, y provista de situaciones –y vacíos intencionales– suficientes para mantener el interés hasta el excelente final. Al margen de la culpabilidad o inocencia de la fémina, que Trapero no considera prioritario determinarlo, asistimos a un retrato de sobrevivencia y reconocimiento de sí misma, como sujeto en crisis, cuerpo resistente, hija rencorosa, procreadora osada y madre raptora.

Pero hay detalles que no me convencen de la principal ganadora del 12° Festival de Lima, cuya eficacia dramática en realidad queda adeudada parcialmente con el efectismo. A despecho de sus locaciones auténticas y la inclusión en el reparto de verdaderas reclusas, que aportan un obligado verismo, Leonera posee un cierto grado de impostación y gratuidad que ahuyentan. Pablo Trapero narra desde la bravura de Julia y su doliente maternidad, pero ésta llega a niveles irracionales y visualmente excesivos, como la terquedad de condenar al hijo a permanecer con ella en la prisión de mujeres, en un enfrentamiento atroz con su propia madre, y sobre todo en la secuencia del motín que provoca con su protesta, que tal como queda la sentimos forzada, con el fin de generar un sacudón en el relato. Pero, aunque la celadora a su cargo peque de ingenua, la parte final brilla por la limpieza con la que proyecta el ansia de libertad de Julia junto a su hijo, en un tránsito crispado por el suspenso, mediante un encuadre cerrado, pasible de interrupción desde el espacio en off.