Mi nombre es Harvey Milk (2008)


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Dir. Gus Van Sant | 128 min. | EEUU

Intérpretes: Sean Penn (Harvey Milk), Emile Hirsch (Cleve Jones), Josh Brolin (Dan White), Diego Luna (Jack Lira), James Franco (Scott Smith), Alison Pill (Anne Kronenberg), Victor Garber (George Moscone), Denis O’Hare (Senador John Briggs), Joseph Cross ( Dick Pabich), Stephen Spinella (Rick Stokes), Lucas Grabeel (Danny Nicoletta), Brandon Boyce (Jim Rivaldo), Howard Rosenman (David Goodstein), Kelvin Yu (Michael Wong)

Estreno en España: 09 de enero de 2009

Desde el mismo comienzo del atrayente bio-pic realizado por Gus Van Sant se entra de lleno en materia, con la naturalidad y magia de toda historia de seducción: el cuarentón Harvey (Sean Penn) se siente atraído, en el metro de Nueva York, por un joven bombón (Scott/James Franco) suave en maneras, y dulce en sabor. Hollywood no ha sido nunca muy tolerante con la etiqueta gay. Conseguida cierta normalidad, la pregunta que ahora se sustenta en el aire estrellado es si un director gay sería el que mejor contara una relación de pareja del mismo sexo.

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¡Un homosexual con poder, qué miedo!

Desde el mismo comienzo del atrayente bio-pic realizado por Gus Van Sant se entra de lleno en materia, con la naturalidad y magia de toda historia de seducción: el cuarentón Harvey (Sean Penn) se siente atraído, en el metro de Nueva York, por un joven bombón (Scott/James Franco) suave en maneras, y dulce en sabor. La labia carismática de Milk se apunta uno de los primeros triunfos (de los que están por llegar) en un momento en el que cree que lo que ha hecho hasta ahora no ha sido gran cosa. Acaba de cumplir cuarenta años y decide hacer añicos todas las puertas de su armario. Parte, junto a Scott, hacia tierras más calidas, sin saber que va a hacer historia.

Hollywood no ha sido nunca muy tolerante con la etiqueta gay. Antes de los años 60 ni siquiera se pretendía una sola insinuación al tema, que en algunos casos quedaba enmascarado dentro de tipos sádicos y extraños que resultaban ser siempre el asesino (Ripleys y Cia). En otros se vislumbraba un mènage a trois de lo más sutil y casto, casi imperceptible. Aparte de alguna cinta premiada en los 80, como El beso de la mujer araña (1985), Héctor Babenco, llegaron los primeros pasos, si bien vacilantes, en los años 90 bajo el manto del drama-documento del VIH, caso de Philadelphia (1993), Jonathan Demme, eso sí, sin tocarse una parcela de piel. Más en clave de comedia que en serio, le siguieron Una jaula de grillos (1996), Mike Nichols, utilizando el prototipo gay de cabaret, aceptado incluso a principios del siglo XX; In & Out (1997), Frank Oz, con cierta gracia pero poca normalización en su mirada; o Boys Don’t Cry (1999), mirada al paisaje femenino. Dejando aparte las incursiones indie, por fin en el nuevo siglo un mainstream logra entrar de lleno en la alfombra roja, de los estrenos y de los premios. Brokeback Mountain (2005), Ang Lee, deja bien claro que se puede contar de manera seria una relación seria. Conseguida cierta normalidad, la pregunta que ahora se sustenta en el aire estrellado es si un director gay sería el que mejor contara una relación de pareja del mismo sexo. No necesariamente, como tampoco un actor gay tiene por qué dar el mejor perfil. ¿No consiste el buen oficio en saber contar y armar, saber actuar y saber transmitir, al margen de materiales interiores?

milk 2Y buen oficio no le falta a Gus Van Sant. Sin que hayamos podido disfrutar en nuestro país de la mirada penetrante sobre la adolescencia que Van Sant ha depositado en Paranoid Park (2007), llega con laureadas críticas (y no es para menos) una historia bien cimentada en arquitecturas personales, políticas y de lucha social. Mi nombre es Harvey Milk es un triunfo más, después de Lee, sobre los intolerantes, los del pasado y los de ahora. El director norteamericano nos deja el gusto de un cine de gran solvencia, de historia bien contada, de bien amalgamada en el detalle no solo de una trayectoria personal, también en el desarrollo político de los 70, el humor social de un San Francisco, la costa oeste norteamericana, en la que algunos de los protagonistas ponían como ejemplo la valiente lucha de los gays en la Barcelona de mediados de los setenta, todo un guiño a la España-Europa actual de los matrimonios de homosexuales.

Junto al guionista Dustin Lance Black, Van Sant ha incluido archivos reales que le dan valor de documento al filme: La vergüenza de finales de los cincuenta y sesenta con el arresto a homosexuales en bares y locales de reunión, o el anuncio de la encargada del Gabinete de Supervisores de California, Diane Feinstein, sobre los asesinatos de Milk y el alcalde George Moscone. Ensamblaje temperado e inteligente de fotos, texturas, imágenes, documentos, luces y sombras, dirección de actores, radicalidad y natural provocación, tan bien texturizados que atrapan una belleza inusualmente verdadera en los estrenos actuales. Nos transporta a aquel cine de los setenta de provocativa libertad (a lo Easy Rider, 1969, Dennis Hopper), algo que hoy es ausencia, quizá influenciado el mercado por Anitas Bryant actuales, (Sarah Palin), y escasos directores y actores decididos.

Pero, desde luego, si hay un actor guerrero y luchador en Hollywood ese es el genial Sean Penn. Candidato, estoy segura, a una estatuilla por este trabajo, Penn deja el alma y su solidaridad en este personaje, al que reviste de charme, persistente positivismo, carisma, y elocuente pasión que forman un retrato casi perfecto del auténtico Harvey Milk. ¿Penn interpretando a un ser feliz?, increíble, ¿no es cierto?, después de sus tormentosos, autistas, ex-(presos), enfermos, perdedores, en definitiva hombres heridos, le llega un personaje triunfador en la batalla por conquistar los derechos que los heterosexuales dan por sentado: vivir sin vergüenza. En tan solo 7 años Milk consiguió erigirse en un icono (y mártir) de los derechos civiles para los gays, siendo elegido a un cargo público en California, con una política de las que ya no se usan, la calle pura y dura. Pero Penn no es el único brillante en la cinta. Josh Brolin, (un estupendo actor que siempre me ha sorprendido por sus arcillosas transformaciones) le da a su carácter, Dan White, una réplica sorprendente, sin asomo de caricatura, mostrando el caos moral, la necesidad atormentada en la que vivía un all-American boy, y convirtiendo a Milk en un mito al asesinarle fríamente con una ráfaga de disparos el 27 de noviembre de 1978.

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“Me he dejado los tacones en casa”. Imaginen como puede sonar esto ante una multitud de barrigudos sindicalistas. Sí, pero a ellos se los ganó, igual que a los ancianos, hippies, inmigrantes, y minorías en general. “Mi nombre es Harvey Milk y vengo a reclutaros”, era su firma declamatoria. Con una chapa en la solapa, (contra la proposición 8, con la que se deniega el matrimonio a parejas del mismo sexo) también el equipo presentó la película en el mítico barrio de Castro, en San Francisco.

Pero aún queda mucho para que ciertas estrellas de Hollywood osen romper las puertas del armario. «Si una bala atraviesa mi cerebro, dejad que esa bala destruya las puertas de todos los armarios». Mi nombre es Milk es un ruidoso himno de triunfo. Los asesinatos de Milk y Moscone y el juicio de White cambiaron la política de la ciudad y el sistema legal de California.

Penn bien se merece un Oscar, porque es grande.

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7 respuestas

  1. […] musical. El que sigue es el primer tráiler de esta cinta que parece seguir un poco la onda de Milk. El estreno mundial será el 14 da […]

  2. Avatar de Martín L.

    Milk es una gran película, de eso no hay duda. Lo que no se advierte aquí es el sello personal del director, cosa que sí ocurría con otras obras minimalistas e intensas como Elefante, Los últimos días y Paranoid Park; Van Sant parece haber preferido seguir todas las reglas convencionales de los biopics. Aún así, el resultado final es muy satisfactorio.
    Saludos.

  3. […] Cruz por Vicky Cristina Barcelona. El premio a mejor guión original iría para In Bruges, y Milk solo se llevaría el oscar a mejor edición. Mientras lo piensan antes de mandarse con la polla en […]

  4. […] un trabajo encomiable y plausible, aunque no lo suficiente para superar el trabajo de Sean Penn en Harvey Milk, o el de Frank Languella en Frost/Nixon, y desde mi punto de vista al de Phillip Seymour Hoffman en […]

  5. […] de nuevo en los años sesenta, cuando Harvey Milk comenzaba a abandonar muchos de sus puntos de vista conservadores sobre la libertad individual y la […]

  6. […] y Heath Ledger por The Dark Knight. Entre las sorpresas podemos mencionar en primer lugar que Milk, la más reciente película de Gus Van Sant ha recibido mucho más que solo la esperada candidatura […]

  7. Avatar de Oscar

    Se nota que Sean Penn está desesperado por un Oscar, su papel parece una de las caricaturas de Tropic Thunder.

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