A pesar de ser una de las directoras más jóvenes del grupo con un postgrado en cine, su decisión por estudiarlo no fue nada clara al inicio: “Yo primero estudié Administración y Márketing en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, después de haber elegido Arquitectura en esa misma universidad y haber entrado a Derecho en la Universidad Católica, y pese a que mi test de orientación vocacional dijo que debía ser veterinaria ¡porque puse que me encantaban los perros!”, cuenta Rossana Alalú, cual trabalenguas. En pocas palabras, “no tenía ni idea de qué quería hacer”.
Efectivamente, después de estar un año estudiando Administración y Márketing en la UPC, un día se cansó de los cursos de finanzas y contabilidad y se rebeló: “Entré a Publicidad en la Católica, pero me pareció un poco parecido a lo que vi en la UPC, así que un amigo me explicó que Comunicación Audiovisual era más para crear y realizar y eso me entusiasmó. Lo bueno de la Universidad Católica es que como puedes llevar cursos de las distintas especialidades me metí a hartos de actuación [con Luis Peirano, Bertha Pancorvo, Alberto Isola, Teresa Rally y Bruno Odar], y eso como directora creo que fue una de las cosas que más me sirvió para descubrir que lo que más me gusta, conjuntamente con las historias, son unas buenas actuaciones. Los planos son importantísimos en el cine para reforzar los sentimientos y la historia; pero sin una buena actuación, creo que todo el mundo creado se puede caer”.
Es así como empezó a formarse un criterio de lo que significaba para ella ser una directora de cine, más preocupada por dominar las artes y herramientas actorales que la tecnología cinematográfica. “Creo que si a uno no le llama la atención mucho [los aspectos técnicos,] ni los cursos de audio y cosas mecánicas de la cámara o luces, uno debería tener un conocimiento básico para poder dirigir al que lo haga, pero no tener que aprender a manipular cada cosa o ¡tener exámenes del botón de la consola de audio que se debe apretar!”. Empezó a darse cuenta que lo que más le gustaba era contar sus propias historias, sin dejar de admirar, claro está, a directores “puros”, como la mayoría de Hollywood, directores que “agarran un guión que no es de ellos y lo llevan al cine de una manera magistral. Yo me siento más una contadora de cuentos y como quiero contar mi cuento me pongo a dirigirlo.”
Y el primer cuento que nos contó fue el cortometraje ‘1, 2, 3… digan chiiis’, el cual escribió, produjo y dirigió en el 2004. Hecho cuando aún estudiaba la carrera de Comunicación Audiovisual en la Católica, el corto fue producido fuera de la universidad, y se mostró en Perú, Argentina y España. Su segundo trabajo, ‘Ego’, un mediometraje de una hora, fue seleccionado para el Short Film Corner del Festival de Cannes 2007 y le permitió trabajar con actores para quienes Rossana no escatima halagos: Ricardo Fernández, Paloma Yerovi, Ursula Kellenberger, Oscar Beltrán, Johan Mendoza «Chacaloncito» y Carolina Barrantes.
En el 2006, un año después de haberse graduado de la Católica en Comunicación Audiovisual, y con ‘Ego’ bajo el brazo, Rossana parte a estudiar un Máster en Cine en el Goldsmiths College de la Universidad de Londres. Si bien en un comienzo pensó irse a Nueva York o California, la curiosidad por vivir en Londres pudo más, alimentada también por una ingenuidad natural: “quería volverme famosa y juraba que allá iba a ser única en mi especia, ¡una directora judía latinoamericana mujer que le gusta el humor! [Pero] nada que ver, allá tienes que lucharla porque todos van pensando lo mismo”.
Dos años después, Rossana terminó su maestría y volvió al Perú. Ahora, intenta buscar un balance entre su economía y sus proyectos personales, formando parte por un lado del equipo de directores de publicidad de la Casa Realizadora Bazuka, y por otro, desarrollando el guión de lo que sería su primer largometraje, ‘Jesús se vuelve judío’. “Estoy tratando de combinar lo que me gusta con la rentabilidad del negocio, crear pero sin olvidar cómo sería eso en un modelo financiero. Me gustaría ser parte de una industria como las hay en países más desarrollados pero aquí en el Perú. No caer en la frase común que se suele escuchar acá, que cuando se gana plata con arte entonces el producto no es arte. Creo que hay que encontrar el balance en eso para que todos los artistas se puedan sentir tan orgullosos como el economista de la Universidad del Pacífico, y ser buenos postores y que no siempre nos cataloguen como misios y bohemios o nos digan ‘qué loco eres’. Aún no hemos logrado un equilibrio entre películas con rollo propio y taquilla. Pero en cuanto más se haga, más nos vamos a acostumbrar como público a ver la oferta de cine peruano. Me gustaría que las películas peruanas compitan entre sí, que uno vaya al cine y elija entre una comedia peruana o una historia de amor peruana o una de dibujos peruana. Que haya una gran cartelera de cine peruano y no sólo ‘la’ película peruana que se está presentando en un momento determinado”.
(Este artículo forma parte del especial «Diez directoras para el Nuevo Cine Peruano»)
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