Festival de Lima 2011: Entrevista a Paula Markovitch, directora de «El premio»

Publicado por
Paula Markovitch (foto: FICG)

La historia de Cecilia, una niña que aprende de manera dura y desencantada a crecer, en medio de la dictadura argentina de los años 70 fue la película ganadora del Festival de Lima 2011. Hace unos días, conversamos con su directora, Paula Markovitch, realizadora argentina afincada en México, sobre su ópera prima y su forma de concebir el cine:

¿Cómo nace la historia de Cecilia? ¿Cuánto de Paula Markovitch y cuánto de ficción hay en «El premio»?
Creo que la materia prima de cualquier dramaturgo es la vida misma, en ese sentido cualquier historia está basada en la realidad, aunque sea una historia de extraterrestres, ¿no?

Al mismo tiempo cualquier relato es ficticio, ya que, (incluso los recuerdos que aparecen sólo en nuestra mente), reflejan una idea distorsionada de lo que pasó realmente. En ese sentido, «El premio», para mí, no es más real, ni más ficticia, que cualquier otro relato. Pero sí es más «literal», porque yo viví de niña en San Clemente del Tuyú, viví frente al mar, fui a esa escuela donde filmamos la película y muchas de las cosas que cuento en la película me ocurrieron realmente.

En aquella época tuve una sensación muy precisa de desamparo y desconcierto que quise plasmar en una obra. Creo que ese sentimiento me inspira desde que era una niña, el desamparo.

No solo las locaciones son importantes, sino también el viento, a veces no sólo parece una atmósfera, sino un personaje.
El viento no solo fue un personaje de la película, ya que formó parte desde el mismo texto, de la ficción, de la historia. ¡El viento también fue un integrante más del crew durante el rodaje! (risas).

El viento nos acompañaba todo el tiempo mientras filmábamos. Nos acompañaba a comer y a dormir. Se metía por nuestros oídos y salía por nuestra boca. ¡Teníamos arena en los dientes y las uñas! El viento de San Clemente también está en mis recuerdos y hasta en mis sueños. A veces por las noches escucho ese aullido constante, que me hace sentir desde niña, que todo se acaba, que todo termina.

Has sido la guionista de las películas de Fernando Eimbcke que también tratan con niños y adolescentes. Aunque «El premio» tiene otro registro, ¿esos trabajos te sirvieron para acercarte al mundo de Cecilia?
Escribo desde hace muchos años, desde la edad de «Cecilia». He escrito muchas obras para cine, teatro, radio. «Temporada de patos» y «Lake Tahoe» son sólo las obras más conocidas, pero he escrito varias películas más.

Creo que es coincidencia que las dos películas más conocidas que, en este caso, coescribí, se traten también de niños. Me gustan también mucho los personajes adultos. Fue una casualidad. Lo que sí, pienso que Lake Tahoe tiene un diálogo con «El premio» en cuanto a mi reflexión sobre el dolor y la orfandad. Mi propuesta para Juan, el personaje de «Lake Tahoe», era más pasiva: un niño que huye del dolor por que no lo entiende. Un niño mareado por el dolor. Ceci, en cambio, tiene ante el dolor una reacción más enérgica, busca respuestas, se indigna, ¡e incluso ríe!

¿Cuándo decides que «El premio» sea una historia que la quieres dirigir tú misma, que no la escribes para otro director?
El premio, desde que comenzó era una historia que yo misma quería poner en escena. Para mi un texto dramático para cine (que se suele llamar «guion»), es una obra en sí mismo, es decir: el texto para cine es una obra literaria.

Luego, la puesta en escena, es decir, la película, es otra obra distinta. Entonces, cuando escribí el texto dramático de «El premio» yo sabía que, o iba a hacer yo misma la película o quizás iba a publicar el texto como novela o obra de teatro. ¡O tal vez ambas cosas! Me parece que poner en escena es de alguna manera «hacer vivir «, y yo quería «hacer vivir» esta historia, dentro y fuera de mi.

Paula Galinelli Hertzog
Paula Galinelli, la actriz protagonista, sostiene toda la película de manera sorprendente. ¿Cómo asumiste la dirección de actuación? ¿Y la de los otros niños? ¿Fue distinto a los adultos?
En el trabajo artístico con los niños del filme, tuve una aliada fundamental, Silvia Villegas, mi gran amiga y colaboradora. Dramaturga, historiadora y actriz. Desde el principio nos repartimos la tarea: Yo dirigía directamente a los protagonistas, Paulita, Sharon y Uriel, y ella dirigía a los niños que conforman «la clase».

Trabajamos con los niños que conforman la clase como un coro actoral, nunca los consideramos con el criterio industrial que suele aplicarse en esos casos, ¡no como extras! Silvia condujo a los niños de la clase, dándole energía y poesía.

Nuestro propósito era claro: ¡La clase está viva! No es un fondo. Son niños que viven y respiran. Cada niño de la clase tenía un personaje, un nombre de ficción y una familia y una historia de ficción. ¡Son niños talentosísimos!

En cuanto a los protagonistas Ceci, Silvia y Walter: yo los dirigí directamente. Mi manera de hacerlo fue confiar muchísimo en ellos. Yo creo que un director tiene que confiar en los artistas a quienes invita, tengan la edad que tengan. Yo considero a Paulita, Sharon y Uriel, grandes artistas antes que nada. Por eso yo les comunicaba el conflicto dramático con toda claridad sabiendo que ellos tenían la integridad, a su ocho años, para asumir un gran desafío artístico.

No creo que el trabajo con niños sea diferente que con adultos. Para mí es igual. Algo importante: A veces se dice que los niños tienen la facilidad del juego y por eso les resulta más fácil actuar «como jugando». Otros dicen que un rodaje, tiene una dinámica de «trabajo», que los niños tienen que aprender a «trabajar». Pero para mí el arte no pertenece a ninguna de las dos categorías: No es juego, ni es trabajo. Si fuera juego sería ilimitado y sin control ni consecuencias. Cualquier trabajo, por otro lado, es siempre tedioso. Adultos y niños sabemos que no es agradable trabajar.

Para mi el arte pertenece a otra categoría: El arte trasciende el juego y lo proyecta, es transformador. Tampoco el arte es trabajo, porque no tiene el tedio y la monotonía de un «trabajo», sino que es una «disciplina» que permite evolucionar y explorar.

También en este sentido la colaboración de Silvia fue fundamental: yo dirigí directamente a los niños protagonistas, en la escena y también en la preparación de las escenas, en todo lo referente a «la ficción». Y mientras tanto Silvia los acompañaba en «la realidad», en las horas de comida, en los tiempos intermedios de la filmación. Esta tarea de Silvia no es de ninguna manera el de un «cuidador de niños». Porque la gran tarea artística de Silvia, con los niños protagonistas, fue darles fuerza, dignidad, y confianza en sí mismos, como artistas, no como niños, (desde fuera de la escena), para enfrentar el gran desafío de hacer una película.

¿Cómo fue el trabajo con Lucía, la madre de Ceci, Laura Agorreca? ¿Ella tenía más datos que los niños para construir su personaje?
El trabajo con Laura fue excepcional. Ella solo tenía más «datos de información general» como adulta, es decir, ella «sabía racionalmente» más acerca de «la historia argentina», que la pequeña Paulita, lógicamente.

El trabajo actoral en cambio fue el mismo con ambas. Laura no tenía más datos «dramáticos» que Paulita. Ambas conocían de igual manera el significado «dramático» de cada escena. Ambas encarnaban el drama con la misma verdad.

Trabajé de la misma manera con las dos, con Laura y Paulita, más allá de sus edades distintas: Trabajé con ellas como artistas, con la misma confianza y la misma libertad. Laura le aportó al personaje una ira, que el personaje mismo no tenía en el papel. Ella aportó una violencia profunda, que le dió dignidad y desesperación al personaje de la madre.

Cuándo estabas en Lima, comentaste que todo el tiempo dabas indicaciones en toma, ¿cómo trabajaste el audio para que no se notara después?
El sonido directo fue muy bueno, lamentablemente sufrimos pérdidas en el sonido por esta dinámica de trabajo. Así es siempre, no se puede tener todo. Pero afortunadamente la calidad del sonido directo, era tan grande, que eso compensó las pérdidas generadas por esta dinámica de actuación.

Como curiosidad, sé de un final alternativo, donde la familia se reúne con el padre, pero aquí en Lima vimos uno mucho más duro, en el que dejas a la niña llorando en la playa. ¿Es este el final que quedó? ¿Por qué te decidiste por él?
Más que final, era un epílogo. En la realidad, en mi vida, mi padre no fue desaparecido, siempre que él se ausentaba, (y después de meses de angustia), él regresaba a casa. Por eso en mi primera versión el padre realmente regresa. Algunos espectadores confundieron incluso este epílogo con un sueño, con un deseo de la niña.

Me gustaba este epílogo y lo sentía muy natural también (para nada un final feliz), pero luego en la edición encontré que esa imagen: la niña llorando en medio del viento, condensaba en sí misma, todas las sensaciones del film y decidí concluir allí.

Se quedaron muchas más escenas en el camino?
Muchas, y muy bellas. Estoy editando incluso otra versión más extensa para el DVD.

A nivel de producción, «El premio» es una película mexicana, pero cualquiera que la ve podría decir que es argentina. ¿Cómo se manejo el tema de nacionalidades? Es increíble que hayas recibido el fondo de México para filmar íntegramente en el exterior.
Yo creo que México es coherente con su espíritu y su cultura, de hospitalidad, de humanidad y de visión Universal, desde hace muchos siglos. Tanto el Instituto de Cine de México, como el Instituto de Cine de Polonia, tuvieron la visión y la amplitud cultural, para apreciar, en este caso, que una historia de una niña, perdida en una playa remota, era una historia humana antes que nada más, y por lo tanto, una historia “también propia”. Me parecen “políticas sabias y humanas”. Quiero señalar que ésta fue la primera coproducción México-Polonia.

Lamentablemente no pude encontrar un productor argentino con quien hubiera entendimiento pleno. Busqué dos años y no tuve suerte. Liliana Mazure, la actual directora del INCAA fue la primera productora de «El premio» en Argentina. Justamente ella tuvo que renunciar a la producción de la película por su nombramiento en el instituto. Luego de eso no encontré otro productor con quien hubiera un entendimiento pleno. Por eso la película no es coproducción argentina

Pero bueno, la película tiene muchas cosas hermosas de Argentina, el talento de los niños, mis amigos artistas, y el esfuerzo y cariño de mis amigos de San Clemente del Tuyú, así que aunque no sea coproducción argentina, tiene muchas cosas hermosas de Argentina.

Para acabar, ¿qué planes tienes a futuro? ¿Más películas con niños?
Estoy escribiendo bastante, algunos cuentos y también tengo un proyecto de una película basada en la vida de mi papá, un artista plástico que vivió y creó, en absoluta marginalidad política y económica.

Gracias Paula.

Entrevista: Antolín Prieto
Edición: Laslo Rojas
Foto: Rolando Jurado

Esta entrada fue modificada por última vez en 2 de septiembre de 2011 2:04

Ver comentarios

Esta web usa cookies.