Festival de Valdivia 2013: “A Spell to Ward Off the Darkness”, un triángulo de cuatro lados

A Spell to Ward Off the Darkness

La película del dúo Ben Rivers y Ben Russell contiene en su propio título la propuesta del filme: la búsqueda de una cierta iluminación, de una manera de ahuyentar la oscuridad. Los realizadores la buscan registrando tres espacios aparentemente disímiles: una comunidad eco-responsable en Estonia, un bosque en Finlandia y un concierto de black metal en Noruega, unidos, hilvanados si acaso, por la presencia de un personaje.

A Spell to Ward Off the Darkness

Un triángulo equilátero glosa a manera de capítulos los tres segmentos, de igual valor se supone, de la cinta. El primero es la observación de la vida de la pequeña comunidad estona, ahí prevalece el apunte de lo diario en la convivencia tranquila, los almuerzos, el baño colectivo, las conversaciones más o menos banales, el juego de los niños, el equilibrio con lo natural buscado de manera conciente (y hasta new age).

A partir de la segunda parte se abandona la palabra, son el tiempo y la imagen los que hablan. Este segundo momento narra el viaje de uno de los personajes a través del bosque y la naturaleza, pero tal vez también a través del recuerdo, a los imponentes paisajes del bosque que recorre el protagonista se contraponen detalles de una cabaña: papel tapiz, revistas de moda, esquinas de muebles. Hay una suerte de introspección sugerida en el bloque, sobre todo por la resolución en la imagen final.

La última parte es el registro prolongado y casi sin corte de un concierto de black metal, en el que audio se proyecta desde una dimensión muy lejana, y en la que el trancurso del tiempo termina por convertir la tocada en un acto casi religioso en el trance de los espectadores y la dedicación de los intérpretes. Los tres fragmentos suponen fórmulas para espantar la oscuridad, una manera de conexión con alguna verdad, con alguna condición más allá de lo rutinario. Sumando temas e instantes la cinta se transforma en un discusión metafísica, filosófica sobre la iluminación o el escape de los hombres.

El signo de la película: el triángulo, es engañoso, yo creo que hay una cuarta arista. El cuarto lado se puede encontrar en el artefacto mismo: la película, que cual fractal refleja en su forma, su postulado. Es con gracia, forma y esencia, pues es en sí misma uno de esos hechizos contra la noche. Digo, acaso no son los cineastas, en realidad, otra cosa que hombres de la caverna contando historias frente al fuego, sólo que más sofisticados. Ya no será el dominio sobre la lumbre de la fogata y las sombras, sino sobre los aces de luz proyectados y otras formas, pero es el mismo fin. Una buena película es, en el fondo, un conjuro para ahuyentar la oscuridad.


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