IDFA 2017: Entrevista con el director del documental mexicano «La libertad del diablo»


El filme mexicano “La libertad del Diablo” (Devil’s Freedom) es un documental estremecedor pero vital, una denuncia contra la indolencia. Un documento artísticamente elaborado desde el dolor. Es el retrato de un país sumido entre la violencia de bandas organizadas y la corrupción de sus gobernantes, presentado a través de los testimonios de víctimas y victimarios, protegidos con una máscara especialmente diseñada para el filme.

El director Everardo González cerró el año presentando su documental en el festival de cine documental más importante del mundo, el IDFA, en Ámsterdam. En un momento de descanso me concedió esta nutrida entrevista en la que conversamos de su documental, y con este referente abordamos situaciones afines en Perú y Latinoamérica.

“Es una máscara que va adoptando personalidades distintas, que va mutando”

Everardo, ¿el recurso de la máscara fue algo predeterminado o surgió con el desarrollo del proyecto?
Fue determinado. En realidad nunca hubo una necesidad de guardar el anonimato de nadie. Fue una decisión estética que tenía unas implicaciones éticas y filosóficas. Por eso es este estilo de máscara que se usa. Es un tipo de máscara que va adoptando personalidades distintas, va mutando con las secreciones que provoca el dolor, se va volviendo incómoda pero sobre todo se vuelve permanente en la mente de quien ve la película. Y eso era lo que me interesaba mucho, una imagen que fuera permanente en la memoria.

¿Es una película de terror de la realidad?
Sí, así es exactamente, por eso también este estilo de una máscara aterradora que integra a todos en un espacio de miedo.

¿Y qué efectos esperas en los que ven el documental?
Primero, creo que se ha logrado algo importante para mí, que era mirar una película con respeto por el testimonio de aquellos que han pasado por procesos tan complejos en la vida y eso se ha generado mucho. Hay un silencio muy particular en las salas que se proyecta. La gente parece que asiste a un réquiem. Hay un respeto por lo que está sucediendo en la pantalla.

Después yo quisiera que no solo se pensara en una realidad mexicana sino en una realidad que compartimos todas aquellas sociedades a las que se nos ha inyectado odio, miedo y obediencia que en el fondo son los grandes detonantes para que tengamos sociedades violentas. Entonces, es una película que sucede en el escenario mexicano pero que se puede repetir en muchos otros lugares; Palestina, Ruanda, Congo, Sierra Leona, Liberia, Paris lo ha tenido hace poco con atentados, el mismo EE UU. Y no se diga Colombia, Perú, Bolivia, El Salvador, Guatemala, Argentina durante las dictaduras, Brasil el día de hoy. Entonces eso es lo que cuenta, la realidad, nosotros como sociedades y como ciudadanos violentos, consumidores de la violencia.

El director Everardo González (der.) en un Q&A luego de la proyección de su película en el IDFA.

¿La película se desarrolla solo en la parte norte de México, donde están activos los carteles?
No, la historia habla de varias provincias del país. Hay gente del occidente, hay gente del Pacífico, hay gente de la frontera, no solo de la frontera de California sino de la frontera con Texas. Entonces, es un retrato de la ruta del golfo que provee de metanfetamina a la zona de Manhattan y la ruta del Pacífico que es la que se distribuye desde California hacia el resto de EE UU. Entonces, la película es una radiografía del país. Se asocia mucho más con el norte porque hay quienes se dirigen directamente al norte, Ciudad Juárez, pero son personas que viven en varias provincias del país.

“Hemos hecho grandes héroes a partir de la lacra social.”

El narcotráfico es una “úlcera” en Latinoamérica.
Por supuesto que sí, con corresponsabilidad porque no es solo un problema de Latinoamérica. Una cosa es que se mantenga callado pero en Estados Unidos la corrupción impera igual; corrupción policíaca y los carteles también existen sino no habría manera de distribuir todo lo que cruza por nuestros territorios. Ese es el destino final, el consumidor norteamericano, ¿no? Lo mismo que Europa. Ellos tienen sus propias mafias, que no son carteles pero que funcionan con los carteles; los rusos, los italianos, los españoles.

“La libertad del diablo” es la otra cara de esas series de TV, que tienen muchísimo éxito, las cuales quizá se están aprovechando de alguna forma del narcotráfico.¿Qué te parece esto?
Que el mundo no quiere ver una Latinoamérica sana, al mundo no le interesa ver una Latinoamérica en donde las cosas funcionan bien. Hay una sensación del espectador de la atrocidad, de la violencia que siempre se alivia porque considera que eso que está pasando en la pantalla no le está pasando a él. Entonces por supuesto que vamos a seguir exportando esas cosas; fenómenos de violencia, estados corruptos, estados policíacos, lo que el mundo quiere ver de América. Y bueno, yo estoy totalmente en contra de eso. Yo creo que el espectáculo de lo atroz es lo que nos tiene como sociedad de alguna manera indolente, distanciada de la realidad.

Se está mitificando la lacra social.
Se mitifica, sí, claro y eso es muy latinoamericano, hemos hecho grandes héroes a partir de la lacra social.

“Perú si ha sido capaz de procesar a sus presidentes, México no.”

Como peruana, veo en parte mi país reflejado en el documental: un pueblo entre dos fuegos, la impunidad, la corrupción…
Sí, lo que compartimos no sólo es impunidad y corrupción sino desigualdad social. Somos estados profundamente clasistas, profundamente racistas. Estados que aprendimos a ser sometidos, conquistados. Siempre cargando atrás nuestras glorias culturales. Ustedes arrastran a los Incas toda la vida y nosotros arrastramos siempre a los Olmecas, a todo Mesoamérica pero no reformamos lo que nos toca hoy. Compartimos mucho, ustedes (Perú) son los grandes proveedores de lo que se moverá por México. Para que eso se mueva se necesita un Estado corrupto y para que se produzca también.

Sí, tenemos varias similitudes, aunque Perú si ha sido capaz de procesar a sus presidentes, nosotros no. México no tiene uno solo procesado, ni preso, ni nada por el estilo. Sé que no es perfecto, sé que es impune todavía pero socialmente dice mucho. Así Perú le dice mucho a su sociedad, el saber que la justicia llega para todos.

¿Tienes alguna anécdota, durante el rodaje, que recuerdes especialmente?
No sólo durante, sino en el previo, algo que fue un gran detonante. Yo estaba trabajando unas cosas en una prisión, cosas muy complicadas, en el estado de México en el norte de la ciudad y conocí a un capitán Zeta. Los Zetas son un cuerpo de sicariato inmenso que se convirtió en un cartel pero empezó como un brazo armado. Excaibiles (ex militares mexicanos y ex militares centroamericanos) formados por el ejército guatemalteco y que tienen una estructura militar. Él me decía que estaba purgando una condena de 75 años, que había nacido en un mundo desigual del lado equivocado. Y pues, esa es una de las cosas que compartimos con Perú, una sociedad profundamente desigual, racista, clasista que no le da las mismas oportunidades a todos.

¿Ves alguna esperanza en todo lo que has tratado con el documental?
La verdad es que traté de tener una salida más esperanzadora para esta película pero no la encontré. Yo soy por naturaleza un pesimista, pero creo que si tiene que haber por lo menos ejercicios de compasión en todo este proceso. En poder mirar al otro, poder reconocer de donde viene la semilla del odio, la venganza, para poder procesar de maneras más justas no solo con la víscera y como en un coliseo que le entrega a las sociedades a sus enemigos, a los “monstruos”.
Lejos de decirles: “todos somos quienes los construimos”, el Estado normalmente dice: “Nosotros ya los tenemos controlados”, y yo creo que eso es lo equivocado. Es algo que no se frena porque no está modificado el orden moral de nuestra sociedad.

Finalmente, ¿qué significa el IDFA para ti?
Para mí es normalmente como el gran cierre del recorrido de una película que empezó en febrero. Abrió en un buen festival que fue Berlín y cierra en el festival más relevante de documental del mundo que es IDFA. Lo que viene es ponerse a trabajar en el siguiente proyecto y dejar que este ya tenga vida propia, que no necesita necesariamente compañía. Que ha ido madurando frente a la gente también.

Entrevista, video y fotos: María N. Domínguez, Ámsterdam 21 de noviembre.


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