[Crítica] «The Batman», un sombrío reinicio del héroe de Gotham

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Aún con una aparición pendiente de Ben Affleck como Batman en la siguiente película de The Flash, seguro a más de uno le sonó un poco descabellado que se estuviese preparando una nueva entrega del alter ego de Bruce Wayne. Por si fuera poco, que este fuese a ser personificado por Robert Pattinson, se convirtió en la gota que rebalsó el vaso para los fanáticos más fundamentalistas. Al parecer, como si no existiesen cintas como The Lighthouse o The Devil All the Time, al ex vampiro de la saga Twilight, al igual que a Kristen Stewart -su compañera de reparto en esa popular saga-, aún le queda condena por purgar tras aquellas adaptaciones de las novelas de fantasía juveniles y no era digno del papel que tuvieron, en su momento, Christian Bale, Val Kilmer, George Clooney y un no tan reducido etcétera. Pero siendo sinceros y sin ánimo de aludir a nadie, los más fanáticos nunca van a estar de acuerdo con la elección del actor que interprete a su superhéroe favorito hasta después de verlo en acción. ¿O no sucedió lo mismo con Michael Keaton? ¿O no siguen arrastrando la culpa de haber vapuleado a Ben Affleck antes de tiempo?

De cualquier manera, el morbo por ver al actor británico con el traje del «hombre murciélago» atrajo los reflectores hacia la producción para convertir a The Batman en la película más esperada de este año, considerando que hubo retrasos en el rodaje por la pandemia. Luego de haberse estrenado esta semana en cines, considero que el largometraje se encarga de que las discusiones respecto a la «dignidad» de Pattinson para ser Batman se disipen o, por lo menos, se conjuguen con otros aspectos mucho más sustanciales.

El protagonista de esta cinta, dirigida por Matt Reeves (Cloverfield, Dawn of the Planet of the Apes), es un Batman mucho más sombrío, idealista y retraído socialmente. También es un poco novato, si es que hablamos de su tiempo ejerciendo como superhéroe, aunque ello no evita que, en su construcción, rescate varias características del cómic, como su intelecto y capacidad para investigar los casos criminales. Claro está, su contraparte debía ser un villano con características que potencien estas virtudes, por lo que elegir al Riddler (Paul Dano) es una decisión lógica y acertada.

Esta vez no tenemos una historia de origen, sino lo que parecería ser el primer gran suceso en la carrera de Bruce Wayne como vigilante de Gotham. Por ello, ya nos encontramos con una relación laboral y amical forjada entre el superhéroe y el Comisionado Gordon (Jeffrey Wright), lo que impulsará la trama hacia las orillas del género del thriller policíaco, dentro de un ambiente muy oscuro propio del cine noir. Aquí encontraremos el primer acierto de Reeves que es el de crear las condiciones propicias, desde una fotografía y musicalización imponentes, para que Gotham sea escenario y personaje al mismo tiempo. La introspección a la que nos invita la película, tanto de entrada como de salida, se sitúa desde la mirada que tiene Bruce Wayne sobre la ciudad en la que vive. Mediante la voz en off de Pattinson, nos comenzamos a hacer una idea de cual es el dilema en el que Batman se verá envuelto.

Este dilema se enfocará en la búsqueda del héroe, no solamente hacia encontrar al villano, sino a concientizarse sobre su legado y si este se encuentra libre de inmoralidad o ha contribuido a la degradación actual de la sociedad. Sin que esto implique una falsa sensación de autocomplacencia para el propio Bruce Wayne, vemos un Batman que algunos tildarían de woke, alejado por completo de las relaciones de poder, cuestionándose sus privilegios e inclusive, lejano de cualquier derroche, pues no vemos ningún accesorio que impacte demasiado por su sofisticación (salvo algún gadget tecnológico que ni James Bond… pero bueno). En conjunto, es un Batman que carga sobre sus hombros la responsabilidad de arreglar los problemas de su entorno, pero tiene poca noción de qué estrategia utilizar, ganándose conflictos innecesarios por este motivo

Es esta última cualidad -o defecto- la que Riddler aprovecha para maquinar su plan. Como en Zodiac (David Fincher, 2007), referencia que el propio Reeve ha asumido, es importante la pomposidad lúdica posterior al crimen para el objetivo del antagonista. No es necesaria tan solo la muerte, sino el espectáculo macabro que viene detrás y en el que un inexperto Batman es solo una pieza más invitada al juego, como en aquella otra película de Fincher, Seven (1995). El carácter psicopático de este villano es tan solo la herramienta para contrastar aquella impericia de Batman para decidir qué batallas luchar, pues la sensación es que Gotham no se arreglará persiguiendo pandillas callejeras como lo vemos haciéndolo en el inicio de la cinta, sino despedazando la putrefacción de una estructura política y económica enferma que ha sido carcomida por la indecencia y la corrupción y que afecta a los ciudadanos de a pie. El trasfondo pasa, entonces, a un tema de formas en la que la moralidad de Bruce Wayne es atacada por todos los frentes. En primer lugar, por el sentimiento de culpa por los errores que su padre pudo tener y que percibe que podrían inhabilitarlo para cumplir con su misión. En segundo lugar, por la impotencia de sentir que finalmente no reconstruirá la sociedad si es que no cruza la línea de lo que sus valores le dictan pues, mientras Batman da vueltas sobre las pistas que Riddler le pone, este último empieza la limpieza social sin rodeos. Y en tercer lugar, por la situación privilegiada que su origen le ofreció, pues incluso en la desgracia de quedar huérfano, nunca pasó las miserias que el personaje de Paul Dano -que me fascinó, pero que me hubiera gustado verlo más tiempos sin la máscara- sí atravesó y que expone justamente para rebatirle al protagonista el conocimiento de la causa por la que lucha.

Sobre ese planteamiento central se articulan todos los demás componentes que en un blockbuster no pueden faltar y que, en particular en esta cinta, se ejecutan correctamente. Las escenas de acción son muy dinámicas -mención aparte merece el excelente cuidado de los movimientos del protagonista en sus peleas- y se nota que se trata de una megaproducción, en especial, en la escena de la persecución en el batimóvil. Por otra parte, los personajes secundarios se acoplan orgánicamente al argumento, especialmente el Comisionado Gordon y Catwoman (Zoë Kravitz), con delimitaciones propias de sus personajes en función a ellos mismos y no a Batman, mejorando aquello respecto a lo de anteriores versiones, en las que habían quedado casi como satélites alrededor del protagonista. El Pingüino (Colin Farrell) y Carmine Falcone (John Turturro) también ofrecen grandes actuaciones, pero sus personajes quedan algo pequeños dentro de la película. El primero es una especie de wannabe Vito Corleone, con bastante maquillaje que lo deja irreconocible, mientras el segundo aparenta tener mayor poder de lo que su final nos revela.

No es que me esté olvidando de dar mi humilde veredicto sobre la actuación de Robert Pattinson, sino que he preferido guardármela hasta este momento porque encuentro algo enrevesada mi opinión. Es una buena performance la que brinda, aunque debo confesar que no ha terminado de convencerme como Bruce Wayne. A pesar que estoy completamente seguro que ha cumplido a cabalidad con las instrucciones de Reeves, su reflexivo y melancólico personaje principal no difiere mucho de lo que ya hemos visto en otros de sus papeles e incluso su -amado y odiado- Edward Cullen compartía ciertas características, por lo que se me complicó mucho no ver al propio actor. Eso sí, como Batman es brillante, no sé si el mejor de todas las sagas, pero lo suficientemente complejo como para empatizar con él y acertadamente cercano a algunas versiones de los cómics.

The Batman logra ser un producto estilizado y oscuro que encandila sin necesidad de generar aspavientos. Estamos ante una película que dura casi tres horas, y aunque definitivamente se pudo haber acortado, la primera mitad de la película es casi perfecta en todo sentido y es combustible suficiente para que la duración completa no se haga tediosa. La tensión incrementa a cada minuto y ni siquiera es necesaria una excesiva inclusión de acción y combates, pues simultáneamente a cada escena en la película, sabemos que el peligro fuera de esta se encuentra cercano, por más que se aparente una calma en ciertas secuencias. Sin embargo, The Batman es principalmente una cinta entretenida y grandiosa por su villano, del que se apalanca una nueva gran versión del héroe de Ciudad Gótica, que está a la altura de su historia.

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