[Crítica] «Trenque Lauquen» (2022), de Laura Citarella: Ir diciendo

Trenque Lauquen

Escrita por su directora y la protagonista, Laura Citarella y Laura Paredes, respectivamente, son las autoras del guion de Trenque Lauquen, un largometraje que se ubica en la localidad bonaerense del mismo nombre, un sitio en el interior de la provincia dónde “suceden los hechos”. Y esta forma de decir dialoga con cierto código que tiene la película que puede ubicarla dentro del género policial, pero es mucho más que eso.

«Trenque Lauquen» es una historia dividida en dos partes y está estructurada por capítulos. Desde el principio hay un gesto por referirse a la leyenda medieval de Lady Godiva, la cual es narrada por Laura en un programa de radio. Quien, como una forma de enfrentarse a su esposo, el conde Leofric, exigiendo que pueda rebajar los impuestos escuchando a los vasallos, aceptó lo que él le pedía: que paseara a caballo desnuda por Coventry. Ella aceptó, y como una manera de agradecerle todo el pueblo cerró sus ventanas y puertas, para que nadie pudiera verla. Todos excepto Peeping Tom, un sastre que no pudo resistir a la tentación y la vio por el agujero de una persiana, lo que después le significaría -de acuerdo con la historia- una ceguera permanente. Con este relato surge la figura del mirón (el voyeur). La película juega con esto, se apropia de la historia, y hace del espectador -a plena conciencia- un fisgón.

En la Primera Parte se pone en escena la búsqueda de Laura (Laura Paredes) que hacen Ezequiel (Ezequiel Pierri) un amigo/amante -ambiguo esto en sus dos conceptos- que la conoce en el pueblo mientras ella hace un trabajo de investigación científica y Rafael (Rafael Spregelburg) el futuro esposo -mucho más ambiguo aún- que llega hasta la localidad ante la desaparición de la protagonista. En el encuentro de los dos hombres ellos van creando desde sus propias narraciones la figura de la mujer que pretenden conocer. Esta construcción oral de ella no dialoga y se quiebra, porque uno conoce a una y el otro a otra, que al final son la misma, aunque en realidad ella sea ella, y sólo pueda ser conocida desde su propia narración, desde su hacerse desde las palabras, que es todo aquello que ocupa la Segunda Parte.

Así como Laura se hace a sí misma en la Segunda Parte, ella junto a Ezequiel hacen a Carmen Zuna en la historia de amor prohibido que da forma a la Primera Parte. Zuna fue una maestra suplente en la escuela del pueblo en los años sesenta, y quedan pistas de un amor secreto que sostuvo y que se encuentra esparcido entre libros que esconden correspondencia íntima de estos otros dos personajes que cobran vida en la invención de esta pareja. Por eso a veces Ezequiel es el otro amante secreto y se ve a sí mismo como él. 

A lo largo de la Primera Parte se hacen constantes las señales en la carretera para seguir por la ruta a Buenos Aires (¿la realidad?) o continuar el viaje hacía otros puntos de la geografía pampeña. Rafael al final se decidirá por volver a la ciudad, y sin seguir ninguna indicación en el camino Laura seguirá su recorrido, en cambio Ezequiel permanece en su pueblo. Los tres han “visto” cada uno desde su lugar -el que cada quien escoge- el desarrollo de sus propias vidas en un tiempo determinado, pero no son sencillamente sus propias existencias, sino las que cuentan, las que dejan ver. Y quien ve la película vuelve a hacer cada una de las historias, es el fisgón, el voyeur en su propia condena, aquella que justifica su estar viendo, aunque no pueda hacer nada, o casi nada, más que imaginar desde los propios personajes el lugar desde donde volver a enunciar la historia.

Trenque Lauquen está producida por Mariano Llinás, con quien Laura Citarella comparte cartel en otras películas de El Pampero Cine como: Historias extraordinarias (2008) y La flor (2018), donde ella es la productora. Trenque Lauquen puede referir en sus citas a Rahomon (Kurosawa, 1950) y algunos encuadres del mejor suspense de Hitchcock, por ejemplo. Sin embargo, la directora hace su propia película, aquella que no le debe a nadie, ni a nada, porque es el resultado de una forma de ver desde lo femenino la consolidación de su propia leyenda. Toda la Segunda Parte puede dialogar con «Frankenstein» de Mary Shelley, aunque explícitamente proponga una nueva reflexión sobre la obra de Alexandra Kollontai con su «Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada«, haciendo énfasis en aquel deseo de la escritora soviética por remplazar en su la edición final del libro la suplantación del “yo” por el “nosotros”.

Citarella hace lo suyo, propone una película que con maestría utiliza el flashback y rehace una y mil veces la historia de gestación de un cuerpo, en este caso cinematográfico, en cualquier caso su labor crea un universo común, como el de cada cuál, haciendo entre los intersticios un lugar de emancipación del relato en función de lo que las mujeres pueden decir, o de lo que Laura dice y hace.


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