Cinencuentro

Festival de Lima: Entrevista a Rodrigo Moreno, director de «Los delincuentes»

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Considerado uno de los realizadores clave del llamado “Nuevo cine argentino”, Rodrigo Moreno debutó en solitario en 2006 con la aclamada «El custodio». «Los delincuentes» es su quinto largometraje que este año estrenó en la sección Un certain regard del Festival de Cannes, y con el que participó en la competencia ficción del 27 Festival de Cine de Lima, siendo premiado con los trofeos Spondylus al mejor director y mejor guion, más una mención honrosa por el Jurado Apreci del festival. Conversamos con él sobre su nueva película.

Tuve ocasión de ver y comentar tu primera película “El custodio” cuando la presentaste en el Festival de Lima en 2006. Luego de ver “Los delincuentes” no pude evitar compararlas, porque ambas tratan de personajes que no son dueños sino empleados de sus vidas y buscan una salida a sus existencias rutinarias. ¿Cuánto ha cambiado tu visión desde entonces?

Acabo de darme cuenta que en mis películas los nombres de los protagonistas tienen cinco letras: Rubén en “El custodio”, Boris en “Un mundo misterioso”, Fredy en “Reimon”, Morán y Román en “Los delincuentes”. Ahora me considero un director muy diferente al que fui en aquel momento, mucho más libre en el sentido formal también. No tengo que estar respondiendo a una manera estructurada y abigarrada de imaginar las escenas sino de forma más suelta y lúdica, así como en la propuesta narrativa más o menos realista que es algo que considero una evolución en mi trabajo.  Me fui despegando de cierto realismo imperante en el cine contemporáneo para llegar a una zona más de fábula y de juego, también más de cine. Es algo que siempre decía con “Un mundo misterioso” que es más deudor del cine en el sentido que no tengo que rendirle cuentas a la realidad. 

“Los delincuentes” es una película muy larga, entendí que una película de tres horas que cuenta el paso del tiempo en estos personajes tenía que ser así. Hay algo allí un poco literal de mi parte como cuando hice “El custodio”, la historia de un tipo que vive sentado y parado al lado de un ministro, que está esperando, y con “Los delincuentes” pasa algo similar en términos que se cuenta el paso del tiempo, lo que sucede en cuatro años y donde pasa de todo. Tiene por un lado una narración firme, pero a la vez momentos de desliz donde se desplaza hacia una zona mucho menos vertebrada en términos de vigor narrativo y se pierde. Tenía que entrar la poesía, tenía que ser una suerte de acción poética.

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¿Entonces “Los delincuentes” sería como la más deudora del cine entre tus películas?

Un colega tuyo me contaba que otros colegas le decían: no entiendo por qué el director pone a un actor haciendo dos personajes (risas). ¿Y por qué no?

Lo hizo Buñuel, lo hicieron otros directores… 

Crecimos viendo a Chaplin vestido igual, haciendo de personajes de bombero, de policía y siempre era igual. El cine tiene su propia realidad, su propio juego. “Los delincuentes”, a diferencia sobre todo de “El custodio” en este arco de tiempo que estás imaginando vos, entra ya en otro terreno. Pensaba también que de alguna manera mi película clausura una temática que vengo trabajando y desarrollando hace años, que tiene que ver con la disputa entre el trabajo y el ocio en relación al uso del tiempo. De alguna manera, espero que se cierre un poco ese ciclo e inaugure uno más en consonancia con todos estos elementos que vengo señalando que tienen que ver con el juego cinematográfico, con el humor…

Y con los personajes femeninos inclusive, ¿no? 

Con los personajes femeninos que en “Un mundo misterioso” ya estaban. En “Los delincuentes” cobran fuerza en todas las mujeres que rodean a Morán y Román (Daniel Elías y Esteban Bigliardi): en Flor, la ex de Román (Gabriela Saidón), Laura, que hace la investigación (Laura Paredes), Marianela la empleada del banco (Mariana Chaud), Norma (Margarita Molfino) y su hermana Morna (Cecilia Rainero). Tenía el deseo de filmar a ciertas actrices, a casi todas ellas las conozco de la vida, con algunas ya trabajé como el caso de Cecilia Rainero en dos películas mías. Si bien provengo de una familia de actores, mis padres lo son, tenía como cierta reticencia con los actores, siempre tratando de imponerles mi manual de cómo tenía que ser la escena y dejando poco espacio para que el actor esté a sus anchas jugando. Acá todo lo contrario, fui con la intención de divertirme con todos, de imaginar un personaje para ellas como a su servicio, también de hacerles partícipe del disfrute de estar haciendo algo, de hecho fue muy divertido el rodaje.

¿Cómo se desarrolló ese rodaje?

Fue un rodaje muy largo, muy fragmentado. En 2017 terminé con “Una ciudad de provincia”, una película pequeña documental que no se ha mostrado en Perú. En 2018 ya estaba filmando esta que me llevó mucho tiempo porque paré en 2019, retomé al año siguiente, vino la pandemia, retomé a finales del 2021, el actor se fue nueve meses a España, y la concluí a finales de 2022. 

¿Cómo les llegó a afectar la pandemia?

En el momento opté por no hacerme mala sangre porque es algo que estábamos enfrentando todo el mundo, claramente no se podía filmar y lo asumí. Supongo es algo que viene con la edad, con la madurez, de no ir contra la naturaleza sino tratar de acompañar los hechos, el curso de las cosas va proponiéndote, en ese sentido pude navegar esas aguas con cierta tranquilidad. Por supuesto que fue duro, estuvo clarísimo que no se podía salir, daba clases virtuales, además me dio covid y con ello vino la herida mental por lo que me olvido de muchos nombres. A lo que voy es que me brindé a ese gran obstáculo que implicó la pandemia. Por supuesto suspender el rodaje fue durísimo porque estábamos en un gran momento de creación, pero bueno, no quedó otra. Más duro fue al año siguiente, ya habíamos pasado el encierro y en 2021 decidimos retomar en marzo o abril, entonces pasa un rebrote fenomenal del virus cuando las vacunas aún no llegaban a Argentina, que es donde hubo la mayor cantidad de víctimas. Hubo que guardarse y ahí mismo me contagié, eso fue mucho más duro porque estábamos con la ilusión de finalmente conseguir todo para continuar.

Todo esto que pasaste, ¿en qué modificó tu concepto inicial de la película?

A mí me sirvió todo ese tiempo de espera para darle vuelta una y mil veces, partiendo de que estaba totalmente guionada, no era una película improvisada. El guion se reescribió permanentemente al tiempo que se filmaba y se editaba. Había un proceso en paralelo a las etapas de la película: la preproducción o la preparación, en este caso la escritura del guion, el rodaje y el montaje, algo que eran sucedáneos. Cada momento en que iba a filmar, el guion era algo fresco y nuevo, como resultado de un laboratorio que estaba allí en actividad con sus tubos de ensayo en plena ebullición. Para mi fue novedoso por el tipo de película, por el grado de despliegue no sabía qué producción se requería, porque en “Reimon” y “Una ciudad de provincia” trabajé así con cuatro personas.

Con “Los delincuentes” tuve que cambiar de director de fotografía a la mitad, cambiar tres veces de director de arte, cuatro veces de sonidista, tres veces de asistente de dirección, todo el tiempo cambiaba el equipo y encontré la manera de refrescar cada instancia nueva de rodaje. Fue la mayor ventaja que le saqué a todo este largo proceso y creo que la película es básicamente el resultado de eso. Si alguien que le gusta la película advierte cierta frescura, creo que tiene que ver con eso. Lo que tenía en la cabeza el primer día de rodaje es muy diferente a lo que tuve el último, y ni hablar del último día de montaje porque le di vuelta como un guante. Me parece que allí encontré una clave para mi trabajo futuro.

Estuve revisando tus películas anteriores, y me llamó la atención como en “Reimon” abres con un prólogo diciendo que se hizo con 32,000 dólares y se detalla el presupuesto, como si fuera una declaración sobre la independencia económica del proyecto. ¿Cuánto te llegó a costar “Los delincuentes”?

No estoy en condiciones de decirte cuánto costó porque nadie lo sabe y esto es muy sencillo de explicar: la economía argentina es muy voluble y muy cambiante. La película la empezamos en el 2018 cuando con 7 pesos comprabas un dólar, cuando terminamos el rodaje la relación era 350 pesos por dólar. Pasamos de una inflación de 20% cuando empezamos a filmar a 100% en noviembre del año pasado, cuando acabamos. El deterioro y la inestabilidad económica nos impide saber cuánto finalmente costó y todavía no terminamos de pagarla. De hecho nunca cobré, es algo muy loco, es la primera vez que me pasa. Llevo más de 25 años haciendo cine y viviendo en un país como Argentina no hay manera de no haber rodado en periodos de crisis económica, pero nunca con este nivel de locura.

En la película planean robar el botín en dólares y cuando lo piensan en pesos se ríen en un momento, lo toman a la broma…

De hecho procuré pasar el robo a dólares precisamente por eso. En la primera versión de guion era en pesos y me di cuenta que es impracticable, no va a significar nada cuando acabe la película, y nunca imaginé que iba a lanzarla cinco años después. El otro día la estábamos viendo con un amigo, y en la escena donde se guardan unos pesos detrás del espejo, me dice ¿para qué vamos a esconder esa guita si no es nada? Y no es nada hoy cuando filmamos esa escena (risas). Bueno, es parte también del folclore de filmar en países como los nuestros tan inestables e impredecibles, no sabemos dónde se irá a parar.

Vayamos a las referencias, en otras entrevistas mencionabas una cinta de Hugo Fregonese como influencia principal, también a Bresson porque salen escenas de “El dinero”.

En cuanto a las influencias cinematográficas son un poco involuntarias, es cierto que la película es parte de la premisa de “Apenas un delincuente” de Hugo Fregonese (1949). Me gustaba ese juego de partir de una cinta de hace muchísimo tiempo para deformarla y perderme, entablar ese diálogo entre el viejo cine clásico argentino y una película de hoy. También porque creo que mi generación, o al menos yo, dialogamos poco con aquel cine, me parecía que estaba bueno establecer un puente, de alguna manera un hilo conductor y revisitar la premisa de aquella película sobre un personaje llamado José Morán que tiene un plan de robar dinero, esconderlo y entregarse a la policía. Esa idea me resultaba atractiva retomarla, la cinta de Fregonese va hacia otro lado pero viendo las dos películas podría establecerse algún tipo de encuentro o de desencuentro.

Sobre la cita a “El dinero” es una escena totalmente caprichosa e innecesaria y me gustaba por ese motivo. Me pasó algo parecido con la lectura de Karl Marx en “Reimon” porque el texto irrumpe por la necesidad de darle lugar a lo siguiente: si estoy hablando sobre este tema, alguien habló mejor sobre este tema. Entonces se lee de “El capital” más de un párrafo, se lee varias páginas. Si “Los delincuentes” trata sobre el dinero en relación al tiempo y el trabajo, alguien ya filmó esto y lo hizo mucho mejor que yo, entonces vamos a darle espacio a Bresson. Aunque costó muchísimo porque los que tienen los derechos no estaban dispuestos a ceder en el cobro altísimo de ese fragmento. Finalmente lo logramos, pero Bresson costó muchísimo dinero (risas). Aproveché ese momento para que Bresson tome por un momento la película para establecer un diálogo formal y de paso divertirme, allí están las dos manos que se levantan y se van del cine, son como pequeños detalles que particularmente me gustan. Y la película vuelve dos o tres veces a planos estrictamente bressonianos. Como la premisa o el punto de partida era el de una película, entonces creí apropiado convocar a los espíritus del cine, tratar de que la forma de narrar sea de forma muy cinematográfica, responda a elementos genéricos, a dividir la pantalla, a utilizar una voz en off, a poner la palabra fin, a utilizar gestos que son propios del cine que están cada vez más en desuso.

Hablemos de las citas literarias y de la música de la película.

Sentí que en algún momento había que rodearla bien y acompañarla, allí es donde aparece las canciones y las citas literarias, de hacer parte de la película la música de Pappo’s Blues, Astor Piazolla, Violeta Parra, a Ricardo Zelarayán y Juan L. Ortiz que son dos grandes poetas argentinos de la provincia de Entre Ríos que me gustan particularmente y quería que sonaran casi como un tema musical. Es una película que nos jugamos en hacerla y presentarla en Cannes sin pagar un solo derecho de autor, no teníamos dinero para pagar nada, salvo lo de Pappo Napolitano.

¿Cómo así no tuvieron problemas con los derechos de las canciones?

El tema de Pappo («Adonde está la libertad«) ya estaba en el guion original y fui muy insistente en conseguir los derechos de esa canción. Él murió hace unos años y se logró arreglar con el hijo. El resto de los derechos se están consiguiendo. Bueno, nos jugamos a presentarla así y a la película por suerte le fue bien, se vendió a muchos territorios, eso hizo que nos permitiera pagar los derechos de las otras canciones y una serie de cosas. Son pormenores de la producción. Lo que quiero decir es, volviendo un poco a la pregunta de cuánto costó la película, como todavía estamos pagando cosas, no se sabe cuánto va a costar finalmente. Por lo pronto espero que se cierre pronto.

¿Tu próximo proyecto irá también por este estilo que trabajaste en “Los delincuentes?

Seguramente, creo es una película bisagra en mi carrera que clausura e inaugura, tengo intención de trabajar un poco en una dirección similar que tenga que ver con muchos personajes, con mis películas anteriores que son un poco más personales, más desérticas. Me dan ganas de filmar más personajes, de seguir filmando la ciudad, me interesa mucho filmar la ciudad de Buenos Aires.

A propósito, sentí como entrañables esas escenas de Buenos Aires. Es como un canto de amor a la ciudad.

Totalmente, te lo agradezco. Es algo que deseaba y deseo, me gusta mucho mi ciudad, me gusta mucho filmarla. Con todas las calles que aparecen ahí tengo una relación sentimental con cada espacio. No es nada fortuito, son lugares elegidos fácilmente, como diciendo quiero filmar acá, eso fluyó. Con un amigo que es fotógrafo vengo filmando la ciudad desde el 2009. Nos juntamos cada tanto y filmamos como una especie de documentación. Siempre digo que son archivos para el futuro, como una cápsula del tiempo. En 50 años quizá tendrán un valor por lo que se documentó de la ciudad: un coche que está estacionado, un tipo que sale y abre el paraguas, una esquina con su mármol…

¿Buscabas momentos cinematográficos quizás?

Capturar esos momentos como de archivo, de documentación, como quien busca imágenes de archivo en un banco de imágenes. Me interesaba lo irrelevante de la ciudad y que se vuelva relevante por el mero paso del tiempo. Entonces algo de esa práctica que hago desde hace tiempo se refleja y traslada a “Los delincuentes” que no está disociada de esa experiencia que te cuento, de registrar y filmar la ciudad y fotografiarla. En mi cuenta de Instagram estoy como registrando cosas absurdas, lindas, que me gustan de la ciudad. Allí están, y eso después la película lo absorbe de alguna manera o lo llevo a la película como parte de mi repertorio.


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