Conversando con Aldo Garay, director de «El casamiento»

Aldo Garay

Aquel día llegué apurado, saliéndome a la mitad de una función, para encontrarme con Aldo Garay, notable cineasta uruguayo. Su más reciente trabajo, el documental El casamiento, lo pude ver en el BAFICI en abril, y me alegró mucho que también lo trajera a nuestra ciudad.

El colorido y acogedor Meeting Room del reciente Festival de Lima nos recibió, y con un poco de café dimos inicio a una conversa algo desordenada -culpa mía- pero muy enriquecedora. Aquí va:

Aldo Garay
Aldo Garay: ‘Si quieres hacer cine, hazlo. Hay cosas que no se aprenden estudiando’.

“El casamiento” es la segunda parte de una película anterior tuya, ¿es así? ¿Cómo llegas a la historia que vemos en “El casamiento”?
“El casamiento” es todo un proceso de 15 años de trabajo. Yo retomo este proyecto en el 2009 porque la pareja protagonista se va a casar, y me llaman para que sea como el padrino de la boda. En el año 1995 yo empecé hacer un registro para un mediometraje, “Yo, la más tremendo”, sobre un grupo de chicos travestis, y ahí fue que conocí a Julia. Para ellos ella era un referente…

¿Ella era como activista del tema de las minorías sexuales?
No, no, ella era muy conocida porque se había operado. Es la segunda transexual uruguaya operada. Era una de las pioneras, digamos.

No creo que “El casamiento” sea una película activista. No es una película que levante banderas. Hay múltiples formas de hablar de los derechos, muchísimas formas, hasta se puede hablar de los derechos sin hablar de ellos. Uno no tiene necesariamente que levantar el puño y gritarlo. Si las personas que trabajan en con el tema de la reivindicación de las minorías sexuales encuentran que mi película es válida para su lucha, me parece perfecto. Tanto Julia como Ignacio, la pareja protagonista, no tienen ningún discurso activista.

Entonces ahí conocí a Julia. En ese tiempo seguí rodando cosas con ellos y quedé muy vinculado a la pareja. Cuando ellos deciden casarse fue como el pretexto para retomar el proyecto y terminar lo que había comenzado…

Lo que habías comenzado a contar en tu anterior película “Mi gringa, retrato inconcluso”…
Sí, y esa película se llamó así porque yo desde el primer momento era muy consciente de que esa no era una película terminada.

Quedó como un work in progress.
Absolutamente. Sí, es un copión. Yo creo que en el documental, el copión es una pieza muy importante, son como versiones de escaletas o guiones.

Es un método de trabajo que ya he aplicado varias veces y me ha resultado, independientemente de cómo quede la película al final. Estos copiones son sucesivas versiones de la versión definitiva. Esas versiones no son ni más ni menos que guiones, solo que son mucho más difíciles de hacer porque no están en papel, son escaletas visuales. A mi me sirven mucho, me guían para estructurar la película.

En el caso de “Mi gringa”, era un corte muy grueso, muy urgente, me acuerdo que lo hice rápido. Fue como para presentar a los personajes. Tiene otro tono que “El casamiento”. En “Mi gringa” ya es distinta la relación de la pareja. El paso del tiempo, la vejez y algunas situaciones que vivió la pareja hacen que ellos dos se relacionen de otra manera y que valoren y consideren la relación desde otro lugar. En ese transcurso se consolidaron como pareja.

El tema de la identidad sexual aparece desde el inicio de tu obra.
Es que el tema de la identidad misma me parece que es lo relevante, o sea la búsqueda permanente de la identidad, y sobre todo la identidad sexual. A mi me llama muchísimo la atención, sobre todo, la persona que decide cambiar de sexo, cambiar de identidad sexual. Eso me parece muy potente, demuestra a una persona de mucho coraje, de mucha valentía, y aunque muchas veces no lo parezca, de mucha solidez emocional.

Hay personas que tienen varias capas, y hay que definir dentro de esas capas cuál es la del documental. Esas personas muchas veces tienen varias facetas y hay una que es ficción. No importa si es el lado más masculino o más femenino, pero una es ficción.

En una faceta son ficción y en la otra son realidad…
Sí, porque son personas que necesitan crearse un mundo de ficción para construir una realidad. Cada día estoy más convencido de que hay una construcción actoral en todos nosotros. Es una condición social por supuesto, es una búsqueda por saciar sentimientos muy profundos, interiores. Muchas veces decimos aquello de: “la mujer que habita dentro de mi quiere salir”. Eso sucede. Entonces predomina una gran representación, y uno termina trabajando con “actrices”.

Julia es una actriz…
Es una actriz. No tengo ningún mérito en eso. Ellos actúan.
El hecho de decir “vamos a filmar” genera algo misterioso en estas personas, que tienen esa enorme capacidad, esta enorme necesidad de ser otro. Todos queremos ser otro, desde muchos lugares. Yo creo que ellos toman el paso más extremo para ser otro: desaparecer, borrar completamente quienes fueron antes. El transformismo, el travestismo es querer anular lo que fueron antes. Sin embargo al momento que los representas en un trabajo cinematográfico ves que eso no desaparece del todo y comienzan a surgir las capas de las que te hablaba anteriormente.

Hablando un poco sobre tu trabajo, tuviste relativo éxito con “La espera”. ¿Por qué dejaste de lado la ficción?
No es que la haya dejado del todo. Solo que hasta ahora no he encontrado nada más interesante de lo que la realidad me da. No he encontrado nada que me seduzca. Además, esa separación entre ficción y documental hace años que no la hago.

En una proyección reciente escuché decir a una directora que tenía que inventar historias porque la vida real es aburrida ¿Es aburrida la vida real?
No, para nada. Quizá uno puede ser aburrido y siente que todo lo demás también lo es. O porque uno lleva una visión aburrida de las cosas, o porque no tiene demasiado interés por lo demás.

Leí que no haces entrevistas directas a tus personajes. ¿Cómo haces el registro entonces?
Genero situaciones. Si hay una información que hay que dar, trato de enmarcar acciones para que esa información este ahí, en vez de hacer una entrevista y luego poner una capa visual para que aparezca su voz en off. Prefiero que vaya en on, no en off.

Creo situaciones a modo de escenas, donde se enmarquen acciones que tiene que ver con la contidianeidad, o no, de la pareja. En “El casamiento” o “El círculo” hay puestas en escena que son casi de ficción, solo que ellos no son ‘actores’.

Y tú les pides que hagan cosas…
Sí, y te lo digo porque no siento ningún conflicto ético con eso. Simplemente que no le voy a pedir a nadie que haga cosas que no hace normalmente. Pero si es en función de la historia que se quiere contar, no hay problema alguno. Yo tengo muchos recursos, muchos dispositivos, observo cosas cotidianas, diarias, insignificantes y ahí salen las mejores cosas.

Aldo GarayEn un artículo Jorge Ruffinelli dice que “tú les das a voz a los que no tienen voz en el cine”. ¿Sientes que es así?
No sé, a mi eso de “dar voz”, me suena un poco… ¿quién soy yo para darle voz a otro? Sé que Jorge, a quien admiro y respeto mucho, lo dice con la mejor intención, pero eso me coloca en un lugar un poco incómodo. ¿Quién soy yo para decirle a la gente: ‘vós hablame, que yo te ordeno el discurso, te doy voz’?

No, yo voy con ellos. Vamos juntos. Y ahora que lo pienso, mira si no es al revés: son ellos los que me dan voz a mi. A veces quiero decir muchas cosas, y son ellos los que lo dicen. Si alguien da voz a alguien, ellos me dan voz a mi.

Ruffinelli también decía que tú estás siempre como filmando tu primera película.
Sí, eso es cierto, siempre. Cada trabajo nuevo, es como un nuevo punto de partida. Es un lugar común decir que siempre se hace la misma película, pero hay algo de cierto en eso. En eso coincido totalmente.

En cuanto a la producción, ¿cómo realizas tus películas, cómo las financias?
Pues mis películas son muy, muy baratas. Las hago con cámaras digitales pequeñas. “El casamiento” la hice con dos fondos, del Instituto de Cine de Uruguay e Ibermedia, entre los dos llegarán a 60,000 dólares y con eso me basta. Uno se tiene que adaptar..

Hay gente que esta, ocho, nueve, diez años con un proyecto grande, y bueno yo solo he trabajado con pequeñas historias, pero no porque cuesten menos en hacerse sino son las historias que quiero hacer. Felizmente no son muy caras de hacer.

¿Cuál es el equipo de gente con el que trabajas?
Somos tres, cuatro, personas, muy pocos. El rodaje de “El casamiento” fue de 13 días, pero no continuos, sino durante el lapso de un año, siempre esperando, sin apuro. Me tomó un año hacer toda la película.

¿Cómo ves la producción local en Uruguay respecto al cine?
Yo no tengo presente mucho el contexto de la movida cinematográfica de Uruguay, conozco poca gente, no me considero parte de alguna movida, no sé si hay muchachos que se juntan y hacen cosas, yo al menos no conozco eso. La gente con la que trabajo, con ellos tenemos una amistad que trasciende lo del cine.

Tú trabajas en televisión.
Sí, trabajo muchísimo en televisión. He hecho de todo, tengo la fortuna de trabajar en un canal donde tengo muchas libertades, donde puedo hacer programas utilizando muchas herramientas del documental cinematográfico. Y yo no me encasillo mucho, por ejemplo ahora estoy haciendo un programa de humor.

Hiciste tus estudios en Montevideo.
Sí, y en Madrid, ahí estudié televisión. Pero mira, nunca apliqué nada de eso que aprendí en mi trabajo en el cine. Si vas a hacer cine, hacelo. Esta bien estudiar pero hay una cuestión del quehacer, eso te enseña más. Ojo, no hago una apología al no-estudio, si quieres ser médico, antropólogo, sí hay que estudiar, pero si quieres hacer cine, no. Hay cosas que no se aprenden. El estudio te da un marco, te nutre, ves películas. En algunos roles técnicos, sí se aprenden cosas, pero para contar una historia desde un punto de vista personal, eso no te lo enseña nadie, ¡no te lo puede enseñar nadie! Esas son cosas intransferibles, lo puedes verbalizar sí, pero no lo puedes transmitir.

El otro día leía una pequeña biografía de Juan Carlos Onetti, que es el más grande escritor uruguayo, ¡y el tipo ni siquiera fue a la secundaria! Pero era un lector empedernido. Leyó y escribió, leyó y escribió. Hay algo que se llama talento, habilidad.

¿El cine es talento?
El cine es muchas cosas, hay trabajo, hay movimiento, y algo que tiene que ver mucho, es cómo organizarte emocionalmente. Yo creo que el escenario emocional para el cine es muy importante, antes, durante, todo el tiempo, sino naufragás.

¿En la televisión también te involucras de esta manera, emocionalmente?
Según con qué proyectos trabaje. A veces estoy más desapegado y a veces estoy más involucrado, hay proyectos que me interesan más, que me llegan más, los otros los cumplo profesionalmente. En el cine siempre estoy involucrado emocionalmente, sino, no tiene sentido, porque plata no vas a ganar… (risas).

¿Por qué haces películas entonces?
No hago cine para ganar dinero, lo hago por una necesidad expresiva. El cine es para contar historias.
Me interesa contar historias que te dejen algo, por más pequeño que sea, aunque te genere la emoción del rechazo. Hay películas que no me gustaron pero me dejan cosas, le encuentro valores a las cosas, o me dejan un plano hermosísimo, o me dejan escenas, o una situación, el comportamiento de alguien. El cine te deja emociones. Son pocas las películas que no te dejen nada.

Existen directores que dicen “yo hago películas para mi”.
No, yo hago películas para que las vea la gente, para compartir. Si las hago para mi, eso suena como un vicio bastante caro, ¿no? (risas). Yo hago estas historias porque quiero que se conozcan.

Acá se tiene, o se tenía, la idea de un Uruguay como la Suiza de América del Sur, una sociedad un poco más de avanzada. Pero los personajes que muestras en tus películas, muy bien no la pasan, ¿no?
Por supuesto, en Uruguay hay una exclusión galopante. En algún momento pudo haber sido ese sueño, ese ideal que dices, en los años 50 quizá, porque yo desde que nací nunca vi ninguna Suiza allá (risas).

No puedo opinar sobre cómo ven a Uruguay desde Perú, pero desde dentro yo creo Uruguay tiene un debe enorme, hay muchísima gente jodida, no tenemos nada de sociedad igualitaria, donde todos tengamos las mismas posibilidades, estamos lejísimos de eso. Me llama la atención que acá se tenga esa idea de Uruguay.

Llevando esto que dices a los personajes de “El casamiento”…
Pues como esos dos personajes hay muchísimos, miles, allá. No son los únicos dos así en Uruguay. Hay un contexto que la película no subraya por que no le interesa, pero es la humildad en la que viven estas personas, hay muchísima gente así. En mi película eso no se subraya, no se habla de su pobreza. Si hay cosas que se ven, para qué estar reforzando cosas que son visibles. Mi película no es sobre la pobreza, es una historia de amor.

¿Cuál es tu siguiente proyecto?
Todavía no lo tengo del todo visualizado. Tengo dos ideas ahí, todavía no lo tengo muy maduro como para decirlo. Pero lo importante es que sigo con ganas de hacer cosas, no me ha cansado esto, no me ha desilusionado.

Muchas gracias Aldo.
Gracias a ustedes.

Aldo Garay

(Fotos: Rolando Jurado)


2 respuestas

  1. Avatar de yasserzolak
    yasserzolak

    Muy interesante la entrevista, en especial, las reflexiones insospechadas de Garay sobre el comportamiento: «Cada día estoy más convencido de que hay una construcción actoral en todos nosotros. Es una condición social por supuesto»….yo tambien creo que hay algo de eso…por otro lado, como buen cinefilo ordinario, me hubiese gustado saber a que directores sigue Garay (si sigue alguno)…gracias

    1. Avatar de Laslo Rojas

      No hablamos de nombres especificos, pero sí me dijo que estuvo un buen tiempo viendo solo documentales, nada de ficcion, todo documentales. Excepto «esos cortos vascos». entendí que se referia a ese ultimo cine español cerrado, medio autista, no narrativo. El prefiere las historias, creo.
      Tambien me sorprendio un poco su conocimiento de algunos detalles de la guerra interna nuestra, de Sendero. Aldo salia de ver «Las malas intenciones», y de ahi surgio ese tema.
      Es un tipazo Aldo, un gusto poder conversar con él.

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